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Muchos los migrantes en tránsito se encuentran en una situación precaria -incluso peligrosa- de derechos humanos. Aunque los avances tecnológicos han hecho que los viajes sean más rápidos y seguros, para muchos migrantes obligados a desplazarse el viaje suele ser largo, peligroso e incluso multidireccional. Algunos nunca llegan a su destino previsto.

Los migrantes en tránsito corren el riesgo de sufrir una serie de violaciones de los derechos humanos, entre otras cosas porque se han quedado en la indigencia o "varados" en el país de tránsito y porque carecen de protección legal y no pueden o no quieren buscar la protección del país de tránsito. Las mujeres migrantes en tránsito se enfrentan a menudo a formas específicas de discriminación y abuso por razón de género, y los niños pueden correr un riesgo especial, tanto si viajan solos como con sus familias o cuidadores. Los Estados tienen la obligación, en virtud del derecho internacional, de hacer frente a los peligros y riesgos a los que se enfrentan los migrantes en tránsito, pero la falta de vías regulares de migración, unida a las duras políticas migratorias orientadas a la seguridad y a la retórica xenófoba, suelen agravar estos riesgos en lugar de mitigarlos.

La llegada a una frontera internacional no pone fin a los riesgos para los derechos humanos a los que se enfrentan los migrantes. En las fronteras terrestres, marítimas y aéreas de todo el mundo, los migrantes sufren lagunas en la protección de los derechos humanos, como la elaboración de perfiles ilegales, la tortura y los malos tratos, la violencia de género, las prácticas peligrosas de interceptación y la detención prolongada o arbitraria.

Las fronteras internacionales no son zonas de exclusión o excepción para las obligaciones de derechos humanos. Los Estados tienen la prerrogativa de gobernar la migración dentro de su jurisdicción, pero deben hacerlo de conformidad con sus obligaciones en materia de derechos humanos. Esto significa que todos los migrantes, independientemente de su nacionalidad, su estatus migratorio, su forma de llegar a la frontera, su procedencia o su aspecto, tienen derecho a disfrutar de sus derechos humanos. En concreto, significa que, a su llegada, toda persona, independientemente de su estatus, tiene derecho a una evaluación individual de sus necesidades de protección, y que las prohibiciones de las expulsiones y devoluciones colectivas deben respetarse escrupulosamente para todos. También significa que nadie debe ser sometido a una detención arbitraria ni a una toma de decisiones discriminatoria, y que debe prestarse una atención específica a los migrantes en situación de vulnerabilidad.

El ACNUDH ha desarrollado Principios y directrices recomendados sobre los derechos humanos en las fronteras internacionales. Su objetivo es traducir el marco internacional de derechos humanos en medidas prácticas de gobernanza fronteriza. Esta orientación se basa en la creencia de que el respeto de los derechos humanos de todos los migrantes facilita la gobernanza eficaz de las fronteras.

El ACNUDH supervisa continuamente la situación de los derechos humanos de los migrantes en las fronteras y en el tránsito, y presta asesoramiento técnico a los Estados y a otros que tratan de aplicar políticas de migración y gobernanza de las fronteras basadas en los derechos humanos.. 

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