Sobreviviendo a la tortura: “Sigo eligiendo la vida cada día”
24 junio 2024
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“Nací en el seno de una familia en la que había una conciencia social muy fuerte especialmente en mi padre,” dijo Emma Molina Theissen, defensora de derechos humanos guatemalteca, de 64 años.
“Pronto mi hermana Lucrecia y yo iniciamos una militancia,” dijo Molina Theissen. “Estaba ya atisbando, desde toda la Guerra Fría, la estrategia que hubo para América Latina de represión contra los movimientos sociales, contra toda la ‘amenaza comunista’ y todo este plan que incluyó muy especialmente las desapariciones forzadas como como una práctica contra el opositor.”
Para 1976, Guatemala sufría lo que llegó a conocerse como el conflicto armado interno que duró más de 30 años, desde finales de la década de los sesenta hasta la firma de los acuerdos de paz en 1996.
Ese mismo año, un terremoto dejó a más de un millón de personas sin hogar, provocó desplazamientos internos masivos y cinturones de miseria alrededor de la ciudad de Guatemala.
“[Esta situación] atizó mucho el descontento social de la gente. Yo iba a cumplir 16 años y ya participaba en un movimiento estudiantil, que empezó a crecer muy fuertemente,” dijo Molina Theissen.
Al tiempo que los estudiantes estaban comprometidos ayudando a las personas afectadas por el terremoto, también promovían sus puntos de vista ideológicos.
“En una entrega de volantes, en un asentamiento humano de gente desplazada hacia la capital, nos capturan, matan a un compañero que iba con nosotros, otro muchacho de 17 años, y hieren a una compañera en la columna. Ella todavía está en silla de ruedas,” dijo Molina Theissen.
Molina Theissen describió las torturas a las que sobrevivió a manos de la policía durante esta detención, que incluyeron interrogatorios violentos y violación sexual. Luego de su liberación, ella continuó luchando por un cambio social. En 1980, el novio y prometido de Molina Theissen fue asesinado junto con otros tres estudiantes universitarios.
“Los secuestran, los torturan, los asesinan, afortunadamente, y es horrible decir eso, pero afortunadamente, durante el mismo día aparecen sus cuerpos,” dijo Molina Theissen. “Fue un golpe tremendo. Teníamos cinco años de ser pareja, nos íbamos a casar en unas semanas.”
Para ese momento, Molina Theissen sintió que estaba en peligro, dado que ya era conocida por el régimen militar. Tuvo que dejar la capital e irse a Quetzaltenango, al noroeste de Guatemala.
Incluso cuando muchos activistas se habían ido, bajo una nueva identidad, Molina Theissen continuó luchando. Para 1981, los activistas diseminaban volantes que reflejaban sus sueños de un país mejor. En esos esfuerzos de divulgación, Molina Theissen viajaba regularmente de Quetzaltenango a ciudad de Guatemala. En uno de estos viajes fue detenida y llevada a la base militar en Quetzaltenango.
“La tortura es una afrenta a la dignidad humana y un ataque al núcleo mismo del ser humano,” dijo Mahamane Cisse-Gouro, director de la División del Consejo de Derechos Humanos y Mecanismos de Tratados de ONU Derechos Humanos. “Esta es la razón por la cual los Estados han acordado, consensuadamente, que el derecho a vivir libre de tortura debe ser uno de los pocos derechos humanos absolutos. Esto significa que no hay excepciones – el derecho a estar libre de tortura aplica en toda circunstancia, en todo momento, para todas las personas.”
Nueve días en cautiverio
“Me llevan a un lugar que yo pienso que era donde dormían los oficiales que estaban ahí en esa base. Y empiezan ya las sesiones de interrogatorio violento, de violencia sexual y el maltrato,” dijo Molina Theissen.
Esposada a una litera, manchada con su propia orina, deshidratada, hambrienta y asustada, Molina de alguna manera intentó mantener la calma.
“Y un día, el tipo que me interrogaba no llega y yo empiezo a pensar que ya me van a matar. Pasé todo el día sola y cuando empieza a anochecer pierdo el control completamente, y entonces en un ataque de pánico, logro zafarme los grilletes forcejeando mucho,” dijo Molina Theissen.
Cuando logró escapar, su primer impulso fue regresar a la casa familiar, pero decidió ir a la casa de una amiga. Al día siguiente, oficiales del ejército fueron a buscarla a la casa de su familia. Al no hallarla, se llevaron a su hermano Marco Antonio, de tan sólo 14 años, quien sigue desaparecido.
Molina Theissen tuvo que huir a México donde llegó a enterarse de la desaparición de su hermano en 1982.
En 1984, la familia sobrevivió a la última persecución brutal en Guatemala. El esposo de una hermana fue asesinado a golpes. Parte de la familia se exilió en Ecuador y la otra hermana huyó también a México. Más adelante, Molina Theissen recibió una beca para irse a Costa Rica, donde finalmente toda la familia se reunió. Molina ha vivido en paz en Costa Rica por casi 40 años. Si bien se siente segura, la desaparición de un ser querido es otro tipo de tortura.
“Sí, es una tortura psicológica también porque nos acompaña un tremendo sentimiento de culpa que no se limpia,” dijo Molina Theissen.
En búsqueda de la justicia
La familia de Molina Theissen buscó incansablemente a Marco Antonio y también justicia con la ayuda del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional, una ONG de derechos humanos beneficiaria del Fondo de Contribuciones Voluntarias de la ONU para las Víctimas de la Tortura. Estos esfuerzos llevaron el caso de la desaparición forzada de Marco Antonio a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
En 2004, la Corte condenó al Estado guatemalteco por la desaparición forzada de Marco Antonio. En 2018 un tribunal guatemalteco condenó a cuatro exmilitares como responsables de dicha desaparición y de la violencia sexual sufrida por Molina Theissen.
El Comité contra la Tortura (CAT, por sus siglas en inglés), es el órgano compuesto por 10 expertos independientes que supervisa la aplicación de la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes por sus Estados Parte. Este año se cumplen 40 años del aniversario de la convención, que fue adoptada en diciembre de 1984. Cada 26 de junio, el Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura marca el momento en que la Convención entró en vigor.
El CAT trabaja para responsabilizar a los Estados de las violaciones de los derechos humanos, investigando minuciosamente denuncias de tortura para detener y prevenir este delito.
En un informe de 2018 sobre Guatemala, el CAT reconoció los avances llevados a cabo por el Estado en cuanto a graves violaciones de derechos humanos cometidas durante el conflicto armado interno, incluyendo en el caso Molina Theissen.
El CAT también destacó que el Estado debía incrementar sus esfuerzos para ubicar e identificar a todas las personas que fueron sujetas de desaparición forzada durante dicho periodo creando una comisión nacional de búsqueda un registro consolidado y centralizado de personas desaparecidas.
Los familiares de personas desaparecidas han sido considerados como víctimas de tortura por el CAT y por muchos otros organismos internacionales y regionales, dado el tremendo sufrimiento que trae el no saber del destino y paradero de su ser querido.
“La tortura no es un fenómeno aislado, sino que en muchos casos está asociado con otras violaciones de derechos humanos como la detención arbitraria o las ejecuciones extrajudiciales,” dijo Claude Heller, presidente del CAT.
La Convención ha sido ratificada por 174 Estados, pero, según Heller, no hay un solo Estado en el mundo que pueda decir que está libre de tortura, directa o indirectamente, sin embargo, ha habido progreso, principalmente en términos de legislación.
“Más allá de enfocarse específicamente en los mecanismos anti-tortura, ONU Derechos Humanos también apoya el trabajo para prevenir y erradicar la tortura, a través de diversos enfoques, como los derechos de las mujeres, de la infancia y de las personas con discapacidad,” dijo Cisse-Gouro.
La Oficina actúa como un nodo, facilitando la colaboración y la coordinación entre dichos enfoques, asegurando esfuerzos concertados contra la tortura alrededor del ecosistema de derechos humanos de la ONU en su conjunto.
Para Molina Theissen, las personas sobrevivientes de tortura también necesitan encontrar fuerza para reconstruirse, sin importar lo que quieran hacer en su vida.
“Porque si uno no encuentra la fuerza, está muerto. Y ellos habrán terminado su tarea porque nos habrán destruido por completo,” dijo Molina Theissen.
Aviso legal: Las opiniones, información y puntos de vista expresados en este artículo son de las personas que aparecen en él y no reflejan necesariamente la política o posición oficial de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.