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Pena de muerte

La pena de muerte no conduce a hacer justicia

10 octubre 2024

Una mano en la oscuridad
© Unsplash/sankavi9080

Existe una creencia generalizada de que la pena de muerte trae consigo la justicia para las familias de las víctimas.  No obstante, para la defensora de la abolición de la pena de muerte, la Hermana Helen Prejean, la justicia significa equidad y conceder a las personas lo que es debido cuando una comunidad o un miembro de una comunidad ha resultado perjudicado y necesita de reparación.

"Por algún motivo, en los Estados Unidos tenemos la idea de que hacer justicia significa castigar, causar dolor, y separar a una persona de su familia humana.  La justicia no consiste en eso," afirmó ella.  Prejean es una monja católica y defensora de derechos humanos que lleva abogando por la abolición de la pena de muerte más de 30 años en los Estados Unidos de América.

El promedio de tiempo de espera para que se ejecute una condena de pena de muerte, desde que se emite la condena hasta la propia ejecución, es de 17 años, explicó Prejean. Se trata de una espera demasiada larga para las familias de las víctimas de un asesinato hasta que se hace justicia.

En muchos casos, las familias de las víctimas tienen que volver a pasar por el trauma cuando se produce otro asesinato relacionado con su caso, aseguró Andrés Pérez, encargado de la cuestión de la pena de muerte en la Sección de Estado de Derecho y Democracia en Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

"Es fundamental para defender la dignidad humana y el desarrollo progresivo de los derechos humanos que continuemos construyendo una cultura global que se aleje de la violencia y la muerte como una supuesta medida de hacer justicia," subrayó. 

Sister Helen Prejean, a Catholic nun and human rights defender who advocates for the abolition of the death penalty in the United States of America. © Cheryl Gerber

La Hermana Helen Prejean, monja católica y defensora de derechos humanos que defiende la abolición de la pena de muerte en los Estados Unidos de América. © Cheryl Gerber

Prejean creció en el sur de Estados Unidos, o en el sur segregacionista y racista como ella lo llama, y durante un largo período de tiempo se dedicó a su vida religiosa ajena a la cuestión de la justicia, mientras vivía en una zona residencial.

"Estaba totalmente desconectada de las personas que están en prisión, pero en ese momento desperté," contó Prejean.  "Es maravilloso despertarse y ser consciente de las necesidades que tiene la sociedad, darse cuenta de nuestra posición privilegiada, arremangarse y entrar de lleno en esa situación. Lo que hice fue mudarme a vivir a un barrio afroamericano."

En 1982, a la vez que vivía y trabajaba en medio de comunidades negras en Luisiana, Prejean recibió una invitación a escribir cartas a un hombre que estaba condenado a muerte.  Prejean al principio pensó que iba simplemente a intercambiar algunas cartas, pero dos años y medio más tarde le acompañó en sus últimas horas de vida.

Su nombre era Patrick Sonnier, y había sido condenado a muerte por el asesinato de dos adolescentes en 1977.

"Fue electrocutado el 5 de abril de 1984, y yo pude ver cómo era asesinado," relató Prejean.  "El ser testigo de estas tortuosas últimas horas y de su muerte fue lo que encendió algo dentro de mí.  Salí de la sala de ejecución en medio de la noche, y me di cuenta de que se trataba de un ritual lleno de secretismo. Nadie podía ver el grado de sufrimiento que implicaba."

Prejean decidió escribir un libro acerca de este calvario que terminó llamándose Dean Man Walking, publicado en 1993.  El libro se convirtió en una película galardonada en 1995, teniendo como protagonistas a Susan Sarandon y Sean Penn.

"En América Latina hay un refrán que dice: ojos que no ven, corazón que no siente.  Lo que he aprendido es que tenemos la obligación de educar a las personas," destacó.  "Y tenemos que hacer uso de todos los medios culturales que podamos para acercar esta cuestión al pueblo americano, para que puedan sentir sus consecuencias."

Contra la dignidad humana, conlleva muchos riesgos, y no es eficiente

Derechos Humanos de las Naciones Unidas y el sistema de las Naciones Unidas abogan por la abolición universal de la pena de muerte por tres razones principales: es profundamente complicado que sea compatible con los derechos humanos, en especial con el derecho a la vida; independientemente de lo sólido que sea un sistema judicial, este siempre será susceptible de incluir prejuicios y errores; y además, existen pocas pruebas de que la pena de muerte sea por lo general un elemento disuasorio de peso a la hora de cometer crímenes.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos es una referencia, ya que establece que todos los seres humanos tienen un derecho innato y esencial a la vida y que no deben ser sometidos a castigos o torturas crueles o degradantes, señaló Prejean.  

La pena capital en los EE.UU. continúa planteando dudas acerca del debido proceso, como son los prejuicios raciales y la fiabilidad de los testimonios ofrecidos, en lo que se refiere a ejecuciones que sucedieron tan solo el mes pasado.  Algunas personas ponen en cuestión la propia validez de las condenas, las cuales socavan en última instancia la integridad del sistema judicial.

Asimismo, la aplicación de la pena de muerte conlleva el riesgo inaceptable de que se ejecute a personas inocentes. Según la sociedad civil, cerca de 200 prisioneros condenados a muerte han sido exonerados en los EE.UU. desde 1973 debido a condenas injustas, algunos de ellas de manera póstuma.

«A la vez que debemos elogiar estas exoneraciones, estas también sacan a la luz lo habitual que pueden llegar a ser los errores en lo que se refiere a la aplicación de la pena de muerte,» afirmó Pérez. «Derechos Humanos de las Naciones Unidas aboga de forma incansable por la aplicación de una moratoria sobre el uso de la pena de muerte y en pro de una abolición universal, trabajamos conjuntamente con todos los Estados Miembros para crear sistemas judiciales que sean justos y fiables y que hagan frente a las profundas desigualdades económicas y sociales que a menudo suelen convertirse en detonantes de comisión de crímenes.»

Según Pérez, varios estudios han concluido que las naciones que han abolido la pena de muerte no han observado ningún cambio en el número de asesinatos que se cometen en sus países, y que en algunos casos, estos se han reducido. Numerosos Estados que han optado por abolir la pena de muerte han señalado que es el imperio de la ley y la certeza de recibir un castigo, en lugar de la propia severidad del mismo, lo que disuade de que se cometan crímenes.

Prejean coincidió con esta afirmación.

«[Los EE.UU.] cuentan con un historial que demuestra de forma clara que la pena de muerte no tiene ningún efecto disuasorio.  Si se analizan los Estados que sufren los delitos de mayor violencia, a menudo son estados que aplican la pena de muerte,» aseguró ella.  «Además los Estados que no aplican la pena de muerte no tienen una tasa elevada de crímenes violentos ya que los crímenes violentos suelen venir asociados a factores socioeconómicos existentes en la sociedad.»

Derechos Humanos de las Naciones Unidas supervisa casos donde se aplica la pena de muerte en todo el mundo con el objeto de identificar aquellos casos donde existe una ausencia de aplicación de la normativa internacional de derechos humanos.   La Oficina aporta también información en un proceso denominado el Examen Periódico Universal (EPU), el cual es un proceso de revisión por pares entre los Estados Miembros y que se lleva a cabo cada cuatro años y medio.

Pérez añadió que las contribuciones que Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha aportado al proceso a través del EPU han sido fundamentales para la abolición de la pena de muerte en Estados tales como Sierra Leona, Ghana y Guinea Ecuatorial.

Durante su 3er ciclo de examen del Examen Periódico Universal (EPU), los EE.UU. recibieron 10 recomendaciones de parte de Estados pares centradas en la abolición de la pena de muerte.  Además, en sus observaciones finales sobre el quinto examen periódico de los EE.UU., el Comité de Derechos Humanos apeló por la abolición de la pena de muerte en ese país.

"Una mayoría de Estados en los EE.UU. han o bien abolido la pena de muerte o han aplicado una suspensión gubernamental en las ejecuciones," señaló Pérez.

Pérez aseguró que existe claramente un amplio margen para una moratoria en la aplicación de la pena de muerte y para su abolición a la larga entre el número cada vez más reducido de Estados que continúan aplicándola, incluyendo los Estados Unidos de América.

La misma esencia de la pena de muerte es en realidad una especie de venganza legalizada: 'tú mataste, por tanto te vamos a castigar matándote a ti también'. Eso va contra la dignidad de los seres humanos

Hermana Helen Prejean, monja católica y defensora de derechos humanos