Sanar a los supervivientes de la tortura: “El dolor es más agudo en el corazón”
27 marzo 2024
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Riyad Alvar pasó más de 20 años en cárceles de Siria, en las que padeció torturas y violencia sexual. Solo tras recuperar la libertad logró descubrir que el teatro podía ayudarlo a él y a otros supervivientes a curar sus heridas profundas e invisibles.
“Nunca imaginé que algún día me subiría a un escenario, pero cuando lo hice sentí por primera vez la sensación de que empezaba a sanar”, afirma Alvar, que coordina en Turquía una organización de supervivientes que se ocupa de los antiguos reclusos de la nefasta prisión siria de Sednaya. “Comencé a hablar en escena de lo que me ocurrió a mí y a otros amigos. El mundo pudo oír mi voz y las voces de mis amigos”.
Alvar fue uno de los ponentes que participó recientemente en un taller coordinado por el Fondo de Contribuciones Voluntarias de las Naciones Unidas para las Víctimas de la Tortura, que se centró en la salud mental. El taller congregó a grupos de la sociedad civil de diferentes regiones del mundo, que intercambiaron prácticas idóneas en materia de servicios de salud mental para promover y proteger los derechos humanos de supervivientes de la tortura y sus familiares.
Los efectos de la tortura sobre la salud mental de los supervivientes no son siempre evidentes y pueden durar toda la vida. Ansiedad, depresión y estrés post-traumático pueden afectar a la vida y los medios de subsistencia de las víctimas y sus familias, y prejudicar su reincorporación a la vida comunitaria. El Fondo facilita servicios holísticos de rehabilitación a los supervivientes y sus familiares, comprendidos tratamientos psicológicos, médicos y sociales, servicios jurídicos y ayuda humanitaria.
Cuando Alvar recuperó la libertad, tuvo que adquirir nuevas competencias, tales como la de usar un teléfono móvil, pagar con trajetas de crédito y buscar un empleo. Pero, según él mismo afirma, lo más difícil fue aprender a curar sus heridas.
“La curación y la rehabilitación son muy importantes para ayudar a los supervivientes de la tortura a reincorporarse a la comunidad”, dijo Alvar, que también aprendió a tocar el saz -un instrumento de cuerdas tradicional turco- como herramienta de terapia. “Sin un proceso de sanación, la persona superviviente puede permanecer absorta en sus propias reflexiones, sin capacidad para tomar las decisiones adecuadas en la vida”.
Gracias al apoyo del Fondo, la Asociación de Detenidos y Desaparecidos de la Prisión de Sednaya (ADMSP), con sede en Turquía, de la que Alvar es cofundador, ha sido capaz de ampliar su Centro de Familias y de proporcionar a los supervivientes servicios de fisioterapia y psicoterapia. Alvar afirma que la ayuda del Fondo ha hecho que muchos supervivientes se sientan renacer.
“Vi a mujeres que habían sufrido abusos sexuales y tras la terapia volvieron a quedarse embarazadas. Ví una artista que dejó de dibujar porque la guerra había destrozado su universidad y luego logró pintar de nuevo. Vi a un hombre que había sido excarelado tras una larga reclusión, como me ocurrió a mí, y ahora se ha integrado en la comunidad y está empoderado”.
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La tortura te hace sentir que eres muy poca cosa, que eres impotente. Es importante devolverles la dignidad a estas personas.
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PORNPEN KHONGKACHONKIET, DIRECTORA DE LA CROSS CULTURAL FOUNDATION EN TAILANDIA
Para Pornpen Khongkachonkiet, directora de la Cross Cultural Foundation de Tailandia, devolver la dignidad a los supervivientes de la tortura es fundamental para lograr una rehabilitación holística.
“Tras recuperar la libertad, los supervivientes se encuentran despojados de su dignidad. Siempre alentamos a la familia a que participe y les proporcione amor y cuidados, de manera que puedan volver a relacionarse con los demás”, señaló.
Con sede en Bangkok, la Cross Cultural Foundation se ocupa de la justicia y la protección de los derechos humanos en Tailandia, con especial atención al conflicto que se desarrolla en el sur del país entre grupos armados que exigen la autodeterminación y el Estado tailandés. En las últimas décadas, el grupo ha documentado casos de torturas, malos tratos y desapariciones forzadas de civiles y activistas de derechos humanos de la comunidad patani malaya, perpetrados por las autoridades estatales.
Una de las iniciativas del grupo es la denominada “terapia de arte corporal”, en la que los supervivientes y sus familias se dibujan a sí mismos junto a símbolos que indican dónde sienten el dolor. “El corazón es donde más repercute el dolor”, escribió una superviviente, junto a la imagen en la que se representó con una cruz roja sobre el pecho. “Tengo esperanzas de que algún día seremos tan libres como los pájaros”, escribió otro superviviente en un dibujo de brillantes tonos verdes y azules. “Antes, los árboles eran muy abundantes, pero ahora yo estoy solo”, reza otro dibujo.
Khongkachonkiet afirmó que el respaldo del Fondo ha sido muy útil en la formación de asistentes jurídicos en dialecto patani malayo y para priorizar los servicios de rehabilitación mental para supervivientes, con perspectiva de género. Esa ayuda ha permitido también que la Cross Cultural Foundation colabore con psicólogos clínicos para mejorar las intervenciones terapéuticas en beneficio de los supervivientes de torturas en el sur de Tailandia, superando la brecha lingüística y étnica y contribuyendo a fomentar la confianza entre médicos y pacientes.
Cicatrices invisibles
Además de proporcionar servicios psicológicos adecuados, la justicia es también un elemento clave para lograr una rehabilitación cabal, señaló Khongkachonkiet.
“Es muy importante que restablezcamos el estado de derecho, tanto en los tribunales como en el contexto general de derechos humanos, de modo que los supervivientes de la tortura puedan recibir reparación, rehabilitación y justicia”, declaró.
Por su parte, Angela Ospina Rincón, del Centro de Atención Psicosocial de Colombia (CAPS), aborda la situación de cientos de supervivientes, muchos de ellos jóvenes, que padecen lesiones que han trastornado sus vidas, tales como la pérdida de la visión, a consecuencia de protestas pacíficas. Las víctimas de la tortura suelen ser activistas de derechos humanos, especialmente en países en situación de conflicto. Quienes defienden los derechos humanos y luchan por una vida mejor y un país más justo, suelen tener más probabilidades de convertirse en víctimas de la tortura, dijo Ospina Rincón, que cuenta con más de 20 años de experiencia en labores de consolidación de la paz y cuidado psicosocial, con especial atención a los supervivientes de la tortura.
“Con la ayuda del Fondo, hemos logrado asistir a muchos supervivientes para que recuperen sus proyectos de vida, reanuden sus funciones de dirigentes comunitarios, reconstruyan sus familias y vuelvan a ser ciudadanos activos”, señaló Ospina Rincón, y añadió que es importante que los supervivientes participen en la concepción y planificación de los servicios de salud mental.
Se necesita más financiación
El doctor Vladimir Jović, presidente de la Junta de Síndicos, explicó que cada año el Fondo presta apoyo a más de 50.000 supervivientes, mediante la entrega de subsidios a entidades de la sociedad civil en más de 90 países, y exhortó a los donantes a que siguieran apoyando al Fondo, que se encarga de repartir las contribuciones voluntarias.
Jović señaló que cada año el Fondo tiene que descartar decenas de solicitudes, debido la insuficiencia de los recursos disponibles. El déficit de financiación por valor de 3,4 millones de dólares estadounidenses que el Fondo experimentó el año pasado impidió que este pudiera apoyar en 2024 a proyectos que habrían ayudado a más de 12.000 víctimas de la tortura en el mundo entero.
Khongkachonkiet se hizo eco de estas peticiones de apoyo y dijo que el Fondo ha empoderado a organizaciones de supervivientes como la suya para que puedan cooperar con las comunidades y obtengan reconocimiento y legitimidad ante los Estados.
“Es preciso que las autoridades comprendan que la tortura no funciona y que se debe poner a fin a esas prácticas”.