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Libertad de opinión y expresión

“Sin libertad de prensa no hay democracia”

21 noviembre 2023

Ricardo Hernández, ganador del premio 2023 Breach/Valdez de Periodismo y Derechos Humanos. © ONU Derechos Humanos/Petre Oprea

El periodista mexicano Ricardo Hernández ganó el premio 2023 Breach/Valdez Award de Periodismo y Derechos Humanos por su reportaje “El otro Cancún: bravo, marginado, irregular”, una investigación sobre el lado oculto del destino turístico del caribe mexicano.

En esta entrevista, Hernández habla de su trabajo, la libertad de prensa y los riesgos a los que se enfrentan los periodistas en México, uno de los países más peligrosos del mundo para ser periodista. En el 2022, la ONU-DH documentó que al menos nueve periodistas y cinco trabajadores de medios fueron asesinados en México en posible relación con su labor.

Hernández, de 31 años, ha sufrido amenazas, violencia y censura por su trabajo informando sobre temas sociales en el estado de Quintana Roo. Para este periodista, la libertad de prensa es esencial para la protección y la promoción de los derechos humanos.

“Sin libertad de prensa no hay democracia”, asegura.

ONU-DH trabaja por el reconocimiento de la labor periodística y la protección de periodistas en México, documentando violaciones de los derechos humanos de periodistas, acompañando a víctimas de violencia en sus procesos de exigencia de protección y justicia, y asesorando sobre estrategias de seguridad.

La Oficina también brinda asistencia técnica al Estado para fortalecer sus políticas de protección y capacidades para investigar delitos cometidos contra periodistas, y responde a emergencias relacionadas con ataques a periodistas. Además, colabora con mecanismos internacionales y organizaciones de la sociedad civil e incide en materia legislativa para la defensa de la libertad de expresión.

¿De qué trata el reportaje “El otro Cancún”?

Cancún es una de las ciudades más nuevas de México. Fue desarrollada hace 50 años como destino turístico para construir hoteles donde no había prácticamente nada. Cancún es también la marca más promocionada de México en el mundo, y su turismo genera 6 mil millones de dólares al año. Mi idea era desmontar esta idea que se tiene del Cancún turístico y mostrar la otra cara de la moneda. Me interesaba hablar de las personas que mantienen viva la industria del turismo, los meseros, las camaristas, el personal de mantenimiento, y lo que hice fue investigar dónde duermen estas personas. Hay 250 mil personas viviendo en asentamientos irregulares en lugares donde no hay servicios públicos básicos como drenaje, agua, alcantarillado, ni tampoco hospitales, escuelas, un parque público o una cancha de futbol donde los niños puedan jugar. Me di cuenta de que mientras por la mañana limpiaban suites de lujo con habitaciones con almohadas de plumas de ganso por la noche dormían entre un pedazo de tela amarrado entre árbol y árbol bajo la sombra de una simple lámina. La población que trabaja en la industria del turismo no suele tener las mejores condiciones de trabajo, y muchos están en la informalidad y son migrantes irregulares. También es uno de los sitios más peligrosos para ser mujer de toda la península del Yucatán. Vivir ahí significa que tu hija pueda ser violada o abusada sexualmente y no hay garantías de acceso a la justicia en tanto que no hay oficinas de acceso a la denuncia porque están lejos y no hay transporte público y la gente es muy pobre para trasladarse.

¿A qué tipo de desafíos y riesgos se enfrentan los periodistas en México?

Lo más grave en México es que estamos viviendo en periodos no solamente los más violentos para la prensa sino los más letales. El año pasado fue el año más letal para la prensa en México, con 13 periodistas asesinados. Eso sólo se compara con cifras de países en guerra como Ucrania, y eso que en México no hay una guerra declarada, sino una guerra de baja intensidad contra el narcotráfico. Pero ese es el último escalón de la violencia. Antes de llegar a la muerte hay una suerte de abanico de violencias y abusos que incluyen maltrato físico, abuso, amenaza, censura, detenciones arbitrarias y otra serie de espectros de violencias y abusos. Según la organización Articulo 19, el año pasado se cometieron cerca de 700 agresiones contra la prensa. Esas son las que se denunciaron, no es necesariamente las que ocurrieron, porque también hay una cifra negra por miedo a denunciar, porque son las propias autoridades las que nos suelen agredir.

¿Cómo afecta este clima a tu trabajo de periodista?

En México existe un clima de angustia, incertidumbre y miedo al saber que es común el asesinato de periodistas. A la hora de emprender un proyecto periodístico te inhibe y te intimida. Luego está toda esta escala de abusos que te decía, la censura generalizada y una incomprensión de los empresarios que tienen y dirigen los medios de comunicación para mejorar las condiciones que no son las más optimas y que nos obligan a buscar otros trabajos fuera del periodismo.

También nos enfrentamos al discurso de estigma que se ha emprendido desde el poder presidencial. Cada mañana mi presidente da una conferencia desde donde señala, estigmatiza y ataca a los periodistas, y eso crea un clima de violencia no sólo a nivel nacional, sino también a nivel local, y eso ha ido como en cascada para que las autoridades locales puedan tener ese manto de impunidad.

Todo esto tiene un efecto sobre los derechos humanos. Sin libertad de prensa y sin una prensa libre no hay democracia. En un lugar donde no se sepa qué pasa a nivel social o político es un lugar a oscuras. La información da posibilidades de elegir, de tomar decisiones más informadas, con más elementes para tomarlas, y quizás más correctas y entonces abona las democracias. Sin periodismo no hay democracia.

¿A qué tipo de desafíos te enfrentaste con “El otro Cancún”?

Cuando publiqué este reportaje en la revista Gatopardo yo trabajaba para un periódico local y me amenazaron con despedirme por haber atentado contras los intereses del periódico y contra los intereses del gobierno. Me dijeron que estaba atentando contra la imagen de Cancún y su turismo. Yo alegué que no tenían ningún derecho en meterse en la línea editorial si el acuerdo era que yo podía colaborar con otros periódicos fuera de Quintana Roo. Pero cuando publiqué un reportaje sobre la extorsión y el cobro de derecho de piso hubo una segunda amenaza de despido. Es entonces cuando decido renunciar para ser freelance. Desde entonces he ganado libertad a cambio de inseguridad en términos de que no tengo un trabajo fijo.

En Quintana Roo hicimos una encuesta para conocer un poco de primera mano las condiciones laborales que tenemos en el gremio y nos dimos cuenta de que los salarios van entre los 2.000 y 10.000 pesos mexicanos (100 y 560 dólares), lo que no alcanza a ganar el mínimo para adquirir la canasta básica. Lo que nos sorprendió es que muchos tenían cuatro o cinco trabajos para mantenerse, y no necesariamente periodísticos. De mañana trabajan de reporteros y por la tarde venden productos de segunda mano, por ejemplo.

¿Qué se puede hacer para poner fin a la impunidad de los crímenes contra periodistas?

Lo primero acabar con el clima de hostigamiento y señalamiento del poder presidencial, que eso se replica a nivel local. Segundo, acabar con la impunidad. No hemos sabido de un castigo ejemplar de abusadores o perpetradores de los asesinatos de los periodistas en México. También hay que garantizar la protección de los periodistas, sobre todo a través del mecanismo federal, que se mantenga como parte de la Secretaría de Gobernación porque trasladarlo a nivel local y a las autoridades locales significa que están trasladando la obligación de protegernos a aquellas autoridades que son las mismas que nos están atacando. Nos sentimos más vulnerables cuando los mecanismos de protección son locales. También nos hace falta un mayor acompañamiento social, que la gente reaccione con más indignación cuando matan a un periodista.