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Violencia contra la mujer

Las mujeres somos las primeras víctimas de la guerra, pero también tenemos la llave de la paz

22 abril 2024

Julienne Lusenge  © Jonathan Torgovnik, AJWS

Julienne Lusenge es una dirigente comunitaria y defensora de derechos humanos que durante más de 40 años ha luchado por los derechos de las niñas y las mujeres en la República Democrática del Congo (RDC). Lusenge coordina la organización Solidaridad Femenina para la Paz y el Desarrollo Integral (SOFEPADI), una entidad que proporciona apoyo holístico a las supervivientes de la violencia sexual, y el Fondo de Mujeres Congolesas (FFC), que se centra en aportar apoyo técnico y  financiero a las organizaciones de base que se ocupan de fomentar el liderazgo femenino en las tareas de consolidación de la paz y la participación política, la salud reproductiva y sexual, la lucha contra la violencia sexual y en pro de la justicia climática. Su coraje y su activismo han contribuido a sacar a la luz la dura situación de las mujeres congolesas que han sido víctimas de violencia sexual en las zonas orientales de la RDC azotadas por la guerra, lo que ha empoderado a las supervivientes para reconstruir sus vidas. Lusenge, que ganó en 2023 el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y es miembro de la Junta de Síndicos del Fondo de Contribuciones Voluntarias de las Naciones Unidas para las Víctimas de la Tortura, fue seleccionada esta semana por la revista TIME como una de las personas más influyentes del mundo en 2024.

¿Qué le inspiró en la tarea de empoderar a las supervivientes de violencia sexual y ayudarlas a reconstruir sus vidas?

Yo crecí en una familia que me permitia expresarme y sostuve muchas discusiones con mi padre. Cuando empecé a trabajar como periodista de radio, fui a las aldeas y conocí a muchas mujeres que no podían ejercer el derecho a hablar. Querían expresarse, querían realizarse, pero no se lo permitían. Cuando creamos SOFEPADI, en el año 2000, estábamos en medio de una guerra étnica en Ituri, por lo que era importante que las mujeres pudieran contribuir a la consolidación de la paz y además, recibir servicios en calidad de supervivientes. Algunas de ellas nos dijeron: “Además de que me expulsaran de la aldea, tuve que sobrevivir a la violencia sexual”. Entonces me dije a mí misma: Debemos hacer algo por estas mujeres, tenemos que alzar la voz, para que puedan tener acceso a la justicia”. 

Muchas mujeres llegan a nuestros servicios totalmente destruidas. Ya ni siquiera sonríen. Han perdido la esperanza. Pero cuando les prestamos apoyo, logran volver a la vida e incluso movilizan a otras mujeres para que denuncien casos de violencia sexual. Cuando veo a niños y niñas nacidos de violaciones que logran terminar los estudios primarios y secundarios, y a madres que concluyen estudios universitarios y se convierten en activistas, todo eso nos impulsa a seguir avanzando. No quiero que mis nietos crezcan en un país donde las mujeres corren el riesgo permanente de padecer violencia sexual. Quiero vivir en un país donde las mujeres estén seguras y disfruten de los mismos derechos que los hombres.

Usted ha consagrado su vida de activista a fortalecer la participación de la mujer y su liderazgo en la consolidación de la paz. ¿Por qué cree que esta tarea es importante?

Las mujeres somos las principales víctimas de la violencia sexual, pero también tenemos en la mano la llave de la paz. Queremos participar en las negociaciones por el interés de toda la comunidad. Esto es lo que nos impulsa a participar en los procesos de pacificación, de aportar nuestra opinión para decir qué se necesita para consolidar una paz duradera: agua, electricidad o escuelas para los niños. En fecha reciente visité a poblaciones desplazadas en Goma, en compañía de una delegación de la Unión Africana. Las mujeres vinieron a nosotros y nos dijeros que su prioridad principal era que sus hijos pudieran ir al colegio. Saben que, sin estudios, los niños pueden ser reclutados más fácilmente por los grupos armados.

Durante la guerra étnica que estalló en el este del Congo, la indignación movilizó a las mujeres. Creamos el Foro de Madres de Ituri y mujeres procedentes de todos los horizontes sociales se reunieron para hablar de paz. En las aldeas, las mujeres preguntaban a los líderes por qué las mantenían al margen. Los hombres respondían que se trataba de una guerra y que había mucho peligro. Ese es un discurso amable, pero cuando las milicias entraban en los pueblos, los hombres se escondían, mientras nosotras afrontábamos la situación. Fuimos nosotras quienes ayudamos a frenar la violencia. Nagociamos con las milicias para poner fin a la violencia y luego los hombres fueron saliendo de sus escondrijos.

Son las mujeres las que impulsan la agenda feminista, de paz y seguridad, por eso es tan importante que haya mujeres competentes y con experiencia que participen en la esfera política. También necesitamos más mujeres que actúen de mediadoras en todos los procesos de paz. El Fondo de Mujeres Congolesas proporciona los medios para capacitar a las mujeres, de modo que puedan desempeñar bien estas tareas. Hoy, esas mujeres son juezas tradicionales, jefas de aldea, directoras de mercados y alcaldesas de distrito. Administran muy bien los pueblos y la gente confía en ellas.

¿Cuáles son los principales desafíos que la RDC afronta hoy en materia de derechos humanos?

Nuestro país se enfrenta a una guerra que dura ya más de 30 años. Esta guerra perdura por la actividad que mantienen los países vecinos a causa de nuestros recursos. Los grupos armados invaden las aldeas, ocupan las minas y expulsan a la población. En la actualidad, hay en el Congo siete millones de desplazados que viven en condiciones infrahumanas. Estas personas no tienen nada que comer y carecen de un techo bajo el cual dormir, a pesar de todos los protocolos, convenios de no agresión, tratados e instrumentos internacionales existentes. Se trata de una guerra que durante años ha caído en el olvido.

También asistimos a un retroceso en materia de derechos y democracia. Mi madre nos alimentó y pagó nuestros estudios con el dinero que ganaba trabajando en el campo, pero en la actualidad eso no sería posible. Ahora presenciamos la explotación de la mujer debido a las condiciones en las que se encuentran a causa de la guerra. Las niñas se ven obligadas a prostituirse para sobrevivir. Ya es hora de que examinemos planes de acción específicos para demostrar al pueblo congolés que los derechos humanos existen. La comunidad internacional y las Naciones Unidas deben replantearse sus métodos de trabajo. Ya tenemos muchas resoluciones. No necesitamos tantas. Necesitamos que se apliquen esas resoluciones, de modo que lleguemos a sentir que nos protegen y que promueven la democracia y los derechos humanos.

En tanto que miembro del Consejo de Síndicos del Fondo de Contribuciones Voluntarias de las Naciones Unidas para las Víctimas de la Tortura, ¿cuáles son sus prioridades?

Quiero que el Fondo sea capaz de apoyar y cuidar mejor a las víctimas de la violencia sexual y a las de toda clase de violencia de género. La especialidad del Fondo consiste en llegar a los más vulnerables, donde quiera que los supervivientes se encuentren. En varios países los derechos humanos están en retroceso, de modo que es importante reponer los haberes del Fondo y poner más recursos a disposición de los supervivientes, en forma de servicios de salud mental. La persona que atraviesa ese tipo de experiencia traumática no vuelve a ser la misma de antes. Tenemos que brindarle apoyo en términos de salud mental y ocuparnos de las personas de su entorno para tratar de restaurar el contexto en el que vivía.

En cierto momento de mi vida, yo tambien estuve traumatizada. En casa, a veces me volvía violenta y me enojaba por cualquier nimiedad, o lloraba sin cesar debido a las imágenes que venían a mi mente. Los testimonios de las mujeres entrevistadas volvían a mi memoria una y otra vez. No comprendía cómo un ser humano podía hacerle esas cosas a otro ser humano. Por suerte, una fundación con sede en Ginebra me ayudó y pude recibir tratamiento.

¿Se siente optimista acerca del futuro?

Nunca pierdo la esperanza. Tras la tormenta, suele venir el buen tiempo. Ahora nos enfrentamos a un declive de los derechos humanos y a recortes presupuestarios de los fondos destinados a la acción humanitaria y la promoción de derechos. Pero en nuestro fuero interno, nos decimos que no hay que desesperarse. Es importante que nos movilicemos aún más en la promoción de los derechos, especialmente en lo tocante a la lucha contra la violencia sexual y de género. Debemos tomar medidas, no solo hablar en las conferencias, sino tomar medidas cada día para poner fin a la violencia sexual o sexista y la discriminación contra cualquier persona.