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Violencia contra la mujer

Matrimonio forzado: una violación de derechos humanos

05 enero 2023

Una mujer joven, que escapó de un matrimonio forzado, acude al albergue de monjas católicas, Sainte Maria Goretti, en el lugar donde vive ahora en Kaya, Burkina Faso, 23 de febrero de 2022. © REUTERS/Anne Mimault

«Una noche llegó a casa dispuesto a matarme a mí, a los niños, y a él mismo,» declaró Dianah Kamande, una víctima de matrimonio forzado en Kenya. 

Kamande consiguió sobrevivir tras recibir 21 cortes en la cabeza y la cara.  Sus hijos salieron ilesos.  Cuando les rescataron, dejaron al marido solo en la casa. 
«Fue entonces cuando se quitó la vida,» relató ella.  «Se apuñaló en el estómago.»

Ella se convirtió entonces en una viuda joven y madre de dos niños. 

Según Exodus Road, una organización sin ánimo de lucro que trabaja combatiendo la esclavitud moderna, a fecha de 2022, 650 millones de niñas y mujeres son obligadas a casarse.  Dentro de esta dinámica, existe una escala de coacciones que oscila desde la violencia física a la presión psicosocial.  Se trata de un tipo de matrimonio donde al menos un miembro se casa sin su consentimiento, contra su voluntad o no puede abandonar el matrimonio.

Kamande participó en un taller de expertos y expertas de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que trató las graves consecuencias que tiene el matrimonio forzado para las mujeres y niñas, así como sobre las herramientas para poder acabar con esta práctica dañina.  El taller reunió en Ginebra, Suiza, a la comunidad internacional, a expertos y expertas, a supervivientes de matrimonios forzados y a activistas.

Conforme con Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el matrimonio forzado es una violación de los derechos humanos y una práctica dañina que afecta de forma desproporcionada a mujeres y niñas en todo el mundo.  La finalidad del taller era la de profundizar en la comprensión sobre la complejidad del matrimonio forzado incluyendo los diversos factores que conducen al mismo, así como la necesidad de políticas y medidas legales específicas para cada contexto.

«Para acabar con el matrimonio forzado se necesita de esfuerzos concertados y reforzados en todos los contextos, sumado a un enfoque colaborativo, ya que solamente podremos conseguir un cambio significativo si trabajamos juntos y juntas,» aseguró Hannah Wu, Jefa de Sección de Derechos Humanos de las Mujeres e Igualdad de Género de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. «Debemos abordar este problema de forma cooperativa y haciendo partícipes a todos los interesados a nivel de comunidad, nacional, regional y global, en situaciones tanto de paz como de conflicto. Por encima de todo, hemos de colaborar con las niñas y las mujeres.»

Apoyo para las mujeres y las niñas

Tras su traumática experiencia, Kamande explicó que fundó su organización, Come Together Widows & Orphans Organization (CTWOO). Ella emprendió esta aventura para poder sanarse ella misma y para apoyar a otras supervivientes del matrimonio forzado y la violencia doméstica.  Ella se convirtió entonces en defensora de los derechos de las viudas, supervivientes de violencia doméstica, así como de los hijos e hijas que habían quedado sin protección.  Kamande también gestiona un programa en Nueva York, Global Fund for Widows, una organización que presta su ayuda a niñas que han sufrido tanto matrimonio forzado como mutilación genital femenina. 

«Necesitaba crear una plataforma donde las mujeres pudieran expresar sus problemas. Aquí luchamos contra todas las formas de violencia de género y yo creo en la educación como factor igualador.»

Dianah Kamande, Fundadora, Come Together Widows & Orphans Organization

«Como madre joven que soy, volver a la escuela me ofreció todo lo que necesitaba en ese momento» explicó.  «He visto a muchísimas mujeres pasar de no tener nada a contar con algo.  Quiero que estas niñas se conviertan en mejores mujeres.»

Kamande explicó que el matrimonio forzado abre la puerta a la violencia de género, doméstica y física, ya que los hombres que se casan con estas jóvenes suelen ser de mayor edad y se aprovechan de ellas e incluso pueden llegar a abusar sexualmente de ellas.  En la actualidad hay 63 niños en el programa, la mayor parte de los cuales son niñas.  El programa ha conseguido rescatar a algunos niños varones que también han sufrido violencia familiar.

Caroline Ndiangui, otra participante en el taller, es también superviviente de un matrimonio forzado.  Ella hace visitas a pueblos donde explica a estas comunidades las consecuencias del matrimonio forzado.  Ndiangui también se reúne con niñas, donde les informa que no tienen por qué casarse siendo todavía jóvenes.  Ella explicó que los niveles altos de pobreza y la presión social procedente de padres y la religión se encuentran entre las principales causas del matrimonio forzado.  Gracias a esta experiencia, ella empezó su propio movimiento, Teen Mothers Arise Initiative.

«Trabajo con adolescentes que han dado a luz tras embarazos precoces o no deseados, y que han estado en matrimonios forzados,» señaló.  «Me sirven de inspiración porque he visto cómo se obtienen resultados.  He visto a chicas que han ocupado posteriormente papeles notorios en la sociedad.»

Ella quiso recalcar que su principal cometido en este campo es el de ser una defensora de las chicas jóvenes.  Ella explicó que una vez que una chica joven es obligada a un matrimonio forzado, ellas pierden su derecho a la educación y su derecho a una infancia.

«Una vez que se les otorga el papel de esposa, el papel de madre para las que tienen hijos, e incluso el papel de una niña viuda, esto se convierte en una carga insoportable de sobrellevar para ellas,» aseguró.

Ndiangui se casó y se quedó embarazada a la edad de 16 años.

«No tenía una vida fácil,» relató ella.  «Sufría abusos verbales, físicos y emocionales.  Hoy reflexiono sobre mi persona y mi vida.  No tuve un buen comienzo en la vida.  Yo ayudo a niñas en situaciones de matrimonio forzado, les ayudo a que conozcan sus derechos, y a que se den cuenta de que siempre pueden volver a la escuela y crear un futuro mejor para ellas mismas.»

Trabajadores sanitarios, agentes de policía y líderes comunitarios trabajan en Kenya con Ndiangui y su equipo.  Están ayudando a intentar disolver este tipo de matrimonios y enviar a las niñas a la escuela.

«Ojalá hubiera sabido antes cuáles eran mis derechos,» afirma ella.  «En cualquier punto del mundo que ocurra [el matrimonio forzado], este debe acabar.  Es necesario dar una oportunidad a estas chicas para ser niñas.  Permitamos que las niñas se conviertan en mujeres antes de obligarlas a convertirse en esposas o madres.»