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Ucrania

Detención Arbitraria: Los hombres perdidos de Dymer

24 julio 2023

La Sra. Manukhina, cuyo hijo y marido fueron detenidos por soldados rusos, muestra fotografías de sus seres queridos. © ACNUDH/Yevhen Nosenko

«Los rusos interrogaron a nuestros muchachos en este punto. Aquí es donde comían y aquí es donde iban al baño, todo ocurrió aquí,» explicó Anna Mushtakova, mientras permanecía de pie en el cuarto de calderas de la fundición local en Dymer, una pequeña ciudad situada a 46 kilómetros al norte de la capital ucraniana, Kyiv.

«Algunos testigos confirmaron que los soldados dispararon al techo para intimidar a nuestros chicos,» afirmó Mushtakova mientras señalaba los agujeros en la pared del cuarto de calderas de la fundición, que ahora está atestado de material.

Mushtakova, que tiene cincuenta y muchos años, declaró que no había vuelto a ver a su marido Ivan desde el segundo día de la invasión. Las detenciones comenzaron el día después de que los rusos ocuparan Dymer.

«Entraron marchando el 25 de febrero y comenzaron a detener a personas al día siguiente,» recordó ella.

Ella declaró que había visto a Ivan por última vez cuando él salió de la hacienda rural donde ambos trabajaban y vivían por entonces, para recoger a su hermano en un pueblo cercano.

«No vayas a ningún sitio, estamos en guerra,» recordó ella que le había advertido, pero él decidió irse de cualquier modo. Ella supo que algo iba mal cuando ellos no volvieron.

Ella explicó que había ido a Dymer cada dos o tres días desesperada por intentar averigüar que le había ocurrido a su marido.

«Los soldados me obligaron a desnudarme para registrarme en el puesto de control, ¿qué es lo que buscaban?», se preguntó ella. «Me moví por muchos sitios, pregunté a vecinos, les dejé una nota en sus puertas, pero sin resultado alguno. Los vecinos no habían observado nada,» se lamentó.

Mushtakova recuerda que a principios de abril, el día que las tropas ucranianas liberaron la zona, todo el mundo fue corriendo a la fundición que los rusos habían convertido en una prisión improvisada en búsqueda de pistas para saber que les había ocurrido a sus seres queridos.

Durante una reunión reciente con la Misión de Vigilancia de los Derechos Humanos en Ucrania (HRMMU) en junio, Mushtakova y otras dos mujeres locales contaron que habían encontrado algún tiempo después algunos papeles y documentos de indentificación personal pertenecientes a sus familiares en la caja fuerte de la fundición, la cual los rusos habían abandonada intacta cuando huyeron del avance de las tropas ucranianas.

Inscriptions made by detained civilians on a wall of a makeshift detention place in Dymer, Kyiv region. © OHCHR

Inscripciones realizadas por civiles detenidos en una pared de un centro de detención provisional en Dymer, región de Kyiv. © ACNUDH

La HRMMU supervisa e informa públicamente sobre la situación de derechos humanos en el país, con el objetivo de afianzar la protección de los derechos humanos, apoyar el acceso a la justicia, y asegurar que se exigen responsabilidades a los autores de violaciones de derechos humanos. La HRMMU se reúne con víctimas y testigos de violaciones de derechos humanos para escuchar de primera mano sus testimonios y documentar cualquier violación. Esta labor garantiza que el coste humano de la guerra en Ucrania queda documentado y conservado, para que de este modo sirva de apoyo a futuras iniciativas para exigir la rendición de cuentas. La HRMMU fue desplegada en marzo de 2014.

Las mujeres declararon que habían buscado pistas en los garabatos que habían sido dibujados con arañazos en la pared de cemento, de color gris oscuro y manchada, de la celda improvisada. Cuando los observadores de las Naciones Unidas visitaron el lugar 15 meses después, los graffiti con las fechas, las salidas y las nuevas llegadas, eran aun visibles.

«Han sacado fuera a diez, ahora somos 28,» se leía en una línea tallada en la pared usando lo que puede haber sido una piedra afilada.

Olga Manukhina, residente en Dymer, de 43 años de edad, madre de tres hijos y cuyo marido e hijo fueron detenidos por los rusos hace más de 15 meses, afirmó que había reconocido la escritura de su marido en la pared.

«Había también una inscripción en la esquina, en la parte inferior, escrita por mi marido para señalar que habían estado allí. Apellidos, el lugar donde vivían, números de teléfono, en caso de que alguien viera esta información y pudiera decirme que estaban aquí, que estaban vivos,» declaró.

Según informes de las Naciones Unidas, las fuerzas rusas detuvieron a un gran número de personas pocos días después de ocupar partes de Ucrania oriental, así como zonas del norte de Kyiv. En un informe publicado en junio por la HRMMU, se explicaba que se habían realizado 1.136 entrevistas con víctimas, testigos y otros. El informe afirmaba que había documentado más de 900 casos de detención arbitraria de civiles, incluyendo a niños, además de personas mayores, durante los primeros 15 meses tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

El informe detallaba que la mayor parte de los casos fueron perpetrados por la Federación de Rusia y que los detenidos fueron sometidos habitualmente a torturas y a malos tratos. Algunos detenidos fueron ejecutados de forma sumaria.

Residentes locales afirmaron que 44 hombres de diferentes edades y procedentes de diversos ámbitos sociales habían sido detenidos por las fuerzas armadas rusas solamente en Dymer, una ciudad de 5.500 habitantes.

A Mushtakova, la primera pista real le llegó a través de las redes sociales, de un hombre que había estado detenido junto a su marido.

«Él me contó todo personalmente, cuánto había sufrido mi marido,» explicó.

Mushtakova dijo que así había sido como supo que Ivan estaba detenido en un puesto de control ruso.

«Le empujaron al suelo sin explicación alguna, le golpearon y le encerraron en un hangar durante siete días. Posteriormente le trasladaron a otro hangar por otros siete días. Después de eso, le dejaron marchar,» contó.

Human rights officer speaking with relatives of those civilians detained in Dymer, Kyiv region. © OHCHR/Yevhen Nosenko

Oficial de derechos humanos habla con familiares de civiles detenidos en Dymer, región de Kyiv. © ACNUDH/Yevhen Nosenko

Manukhina relató que su hijo Danilo, de 20 años de edad, solía trabajar en la misma fundición que se convertiría tiempo después en su prisión.

«Simplemente se lo llevaron de casa, vinieron y se llevaron a mi marido y a mi hijo,» explicó ella, a la vez que agarraba una fotografía de sus dos hombres desaparecidos. «No les gustó algo que encontraron en su teléfono, un mensaje de texto. Eran siete. Seis se quedaron fuera junto a mi hijo, y otro entró con mi marido. El soldado miró por toda la casa, comprobó todos los teléfonos, al tiempo que los que se habían quedado fuera obligaron a mi hijo a quitarse toda la ropa, y a enseñar todos los tatuajes que tenía. Ella les gritó para que les dejaran marcharse.»

«Nos vamos a llevar al padre y al hijo para interrogarles,» le dijo el soldado ruso.

«Esto es lo que hay,» fueron las últimas palabras que Maxim pronunció a la vez que la besaba para despedirse, con las manos atadas a la espalda.

Sin rendirse nunca

Tras más de 15 meses de una espera agonizante, las mujeres de Dymer siguen sin saber dónde están retenidos sus hombres y que trato están recibiendo, aunque han oído que los hombres fueron llevados a Belarús y más tarde a diferentes prisiones en Rusia.

Las mujeres contaron que solamente sabían que a los hombres les habían cambiado de ropa ya que se habían encontrado fotografías donde se les veía vistiendo uniformes militares. Ellas explicaron que habían denunciado la desaparación de los hombres a las autoridades ucranianas tan pronto como las fuerzas ucranianas recuperaron el control de la zona. Las autoridades les pidieron que tuvieran paciencia.

La mayoría de las mujeres de Dymer recibieron cartas de sus seres queridos a través de la Oficina Nacional de Información de Ucrania, pero las cartas contenían poca información sobre cómo se encontraban sus seres queridos, y por supuesto nada sobre su paradero. Manukhina contó que la única carta que había recibido de su marido simplemente le daba una descripción sencilla de su programa de actividades diario y de sus condiciones de vida. Ella le contestó seis veces sin que recibiera respuesta alguna.

«No hay una dirección del remitente, no aparece,» comentó.

Una alta funcionaria del gobierno ucraniano había visitado la ciudad recientemente, recordó una de las mujeres de Dymer. Ella les preguntó a las mujeres cómo se encontraban. La mujer cogió la mano de la funcionaria y le contó que las cosas no pintaban bien y que su hijo civil seguía en cautiverio.

«Traeremos a todos de vuelta a casa, pero va a llevar tiempo,» le prometió la funcionaria.