Apoyo a la justicia y a la rendición de cuentas en Ucrania
26 agosto 2024
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Poco después de que un ataque mortal alcanzara un hospital infantil de Kyiv en julio de 2024, un equipo de oficiales y expertos de Derechos Humanos de las Naciones Unidas se dispuso a entrevistar al personal médico, padres y residentes en el terreno, además de supervisar y documentar meticulosamente las realidades de la guerra. A la par que el equipo realizaba su labor, niños estupefactos permanecían sentados en camillas dispuestas en parques y calles, con sus cuerpos aún conectados a goteros, mientras salía humo de los escombros.
La invasión a gran escala de Ucrania a manos de la Federación de Rusia está infligiendo un gran sufrimiento al pueblo ucraniano. Miles de civiles han perdido la vida. Los ataques incesantes siguen destruyendo hogares, hospitales y escuelas. Barrios y pueblos enteros han sido borrados. Millones de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares, destrozando familias. Se han producido ejecuciones sumarias, torturas, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias y violencia sexual con impunidad.
La misión de vigilancia de los derechos humanos en Ucrania se estableció en 2014 para controlar e informar sobre la situación de los derechos humanos en el país. Desde el 24 de febrero de 2022, la misión ha intensificado su labor de documentación de las violaciones del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos cometidas por todas las partes del conflicto, con el objetivo de proteger los derechos humanos y promover la rendición de cuentas y la justicia.
Con la invasión bien entrada en su tercer año, Danielle Bell, Jefa de la misión, considera que la supervisión y documentación continuas de las violaciones de derechos humanos ayudarán a garantizar que la rendición de cuentas y la justicia se hagan realidad algún día.
Los 75 miembros del personal de la misión se reúnen a diario con personas directamente afectadas por el conflicto, ha explicado Bell, para ofrecer un "relato de primera mano, creíble y fidedigno de las violaciones de derechos humanos y las tendencias en materia de protección de civiles en todo el país, incluyendo el territorio ocupado".
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Somos la única organización de Naciones Unidas con una presencia supervisora cerca de la línea del frente, lo que implica reunirnos a diario con personas directamente afectadas por el conflicto.
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DANIELLE BELL, JEFA DE LA MISIÓN DE VIGILANCIA DE LOS DERECHOS HUMANOS EN UCRANIA
La misión, a través de su labor diligente de documentación y elaboración de informes bien fundamentados sobre la situación de los derechos humanos, apoya los mecanismos de rendición de cuentas y facilita el acceso de víctimas y supervivientes a la justicia.
Detrás de cada informe hay relatos de personas, ha recalcado Bell.
"No quería irme"
Viktor, de 83 años, se encontraba entre las miles de personas que fueron evacuadas de la región septentrional de Járkov durante una ofensiva de las fuerzas armadas rusas en mayo de 2024. Los residentes describieron cómo tuvieron que refugiarse en sótanos sin electricidad durante días e incluso semanas en medio de bombardeos aéreos y de artillería intensos.
Viktor ha comentado que su casa, a solo 2 km de la frontera, quedó destruida por una bomba, y que también hirió a uno de sus hijos. Algunos huyeron con poco más que unas bolsas de ropa, y otros con sus mascotas. Muchas mujeres llegaron a los centros de desplazados estatales con sandalias y vestidos de verano finos.
"Me quedé porque era mi casa. No quería irme", ha revelado Viktor desde un centro de ayuda de la ciudad de Járkov.
Las personas de edad y con discapacidad se enfrentan a dificultades especiales cuando se ven obligadas a evacuar, pero Viktor consiguió ponerse a salvo con la ayuda de su nieta. "Marcharme fue una decisión dura. Soy mayor y me cuesta caminar. No sé dónde voy a vivir ahora".
Durante la ofensiva, los equipos de la misión de vigilancia de los derechos humanos en Ucrania se desplazaron sobre el terreno para realizar entrevistas exhaustivas a las personas que habían sido evacuadas de las zonas del frente.
"Solo me llevé una maleta"
A Lina se le llenan los ojos de lágrimas cuando recuerda su antigua vida. "Lo teníamos todo: buenos sueldos, apartamentos, buen tiempo".
Lina huyó de la ciudad de Enerhodar, al sureste de Ucrania, después de que las fuerzas rusas la ocuparan.
"Solo me llevé una maleta. Tuve que dejar a mi madre postrada en cama con una enfermera y mi hermano", ha revelado Lina.
Su madre murió en marzo de 2023, pero Lina está decidida a cumplir la última promesa que le hizo.
"Le prometí que volvería". "Pensábamos que iban a ser unos meses, pero ya han pasado más de dos años".
Lina, quien trabaja en la ciudad de Zaporizhzhia ayudando a otros ucranianos que han huido de las zonas ocupadas de Ucrania, detalló cómo los residentes se veían cada vez más presionados para obtener pasaportes rusos que les facilitaran la vida cotidiana.
"No se prestan servicios sanitarios a las personas con pasaporte ucraniano, con lo cual se ven obligadas a obtener pasaportes rusos", ha afirmado, y ha añadido que las personas de edad y con discapacidad son las más afectadas.
Un informe reciente de la misión de vigilancia de los derechos humanos en Ucrania detallaba las medidas que la Federación de Rusia ha adoptado para aplicar la lengua, la ciudadanía, las leyes y los planes de estudios rusos en los territorios ocupados de Ucrania, al mismo tiempo que ha suprimido las expresiones de cultura e identidad ucranianas.
"Teníamos una casa preciosa"
"Teníamos una casa preciosa, con un jardín grande y abejas, y hacíamos nuestra propia miel. Nos respetaban en nuestras comunidades. Pero tuvimos que dejarlo todo atrás. ¿Por qué nos ha pasado esto?", ha preguntado Polina.
Polina, de 67 años, y su marido Alexander, de 65, son refugiados ucranianos que viven en Moldova. Los dos tienen problemas cardiacos y abandonaron su pueblo de la región de Mykolaiv, al sur de Ucrania, tras esconderse en el sótano con sus nietos durante cinco días mientras el pueblo era bombardeado por las fuerzas rusas.
"El sonido de las bombas daba mucho miedo. Era horrible. Muchos edificios quedaron destruidos. Una bomba cayó a 40 metros de nuestra casa. Se podía oír las bombas desde el sótano. Pensamos que la casa sería nuestra tumba si nos caía una encima", ha relatado Polina, antigua maestra.
Temiendo por su salud, la pareja decidió huir en abril de 2024. Ahora viven en un apartamento pequeño en Chisinau con su nieto mayor, Andrei, de 16 años, que hace trabajos de reparación para ayudar con el alquiler.
"Vinimos sin ropa para el verano. No sabemos qué será de nosotros. Nuestro nieto está aquí para ayudarnos, pero no podemos permitirnos el alquiler", ha afirmado Alexander, antiguo electricista.
Millones de civiles han tenido que dejarlo todo atrás. Muchos están traumatizados y necesitan ayuda, sobre todo las poblaciones vulnerables. Un programa de referencias de la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Moldova, que ayuda a los refugiados vulnerables de Ucrania, se aseguró de que Polina y Alexander recibieran medicamentos suministrados por una ONG local.
Polina y Alexander, que celebrarán su 50 aniversario de boda en octubre, han declarado que no ha habido un solo día en el que no hayan soñado con volver a su huerto, donde cultivaban albaricoques, manzanas, melocotones y ciruelas, además de criar vacas.
"Echamos de menos a nuestros hijos y nietos", ha señalado Polina, mientras mostraba en su móvil una foto de su nieta sonriente de 14 meses.
"Los campos están contaminados con explosivos"
Pocos lugares han quedado tan devastados como Ternovi Pody y las aldeas circundantes. Antes había 150 residentes en Ternovi Pody, pero en la actualidad solo quedan ocho.
Este núcleo agrícola, que antaño fue próspero, en la región meridional de Mykolaiv, se convirtió en un campo de batalla atroz durante los primeros meses de la invasión a gran escala de 2022. La mayoría de las aldeas son ahora pueblos fantasma, con sus casas y escuelas reducidas a escombros.
"Cuando volvimos hace seis meses, todo estaba destruido", ha revelado Aleksander, de 55 años.
Hace poco que Aleksander y su esposa, Larisa, reconstruyeron el tejado y se dedican a replantar el jardín pese a oír explosiones casi todos los días desde la línea del frente, a 30 km de distancia. A veces hay misiles lanzados desde el otro lado del río Dniéper que sobrevuelan la zona y el zumbido de los drones militares es constante.
"Los campos están contaminados con explosivos. Todos los días encontramos explosivos y municiones cerca de casa", ha explicado Larisa, de 58 años.
Una vecina mayor ha contado que echaba de menos a los niños del pueblo. "Teníamos escuelas. Ahora los niños ya no están", ha señalado.
A pesar de no tener electricidad, Aleksander y Larisa están decididos a quedarse.
"Nací en esta casa y quiero volver a vivir en ella", aclaró él.
El personal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas viaja cerca de las líneas del frente y se reúne a diario con los miembros de las comunidades directamente afectados por el conflicto.