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A través de las fronteras: El viaje de un muchacho

20 junio 2017

“Mi experiencia es la vivencia de decenas de miles de niños que viajan solos en el mundo”, afirmó Gholamreza Hassanpour ante el Consejo de Derechos Humanos, en el 35º periodo de sesiones de este órgano.

Su viaje comenzó a los seis años de edad, cuando él y su familia huyeron del conflicto de Afganistán y se instalaron en Irán, donde vivieron bajo la amenaza constante de la deportación y no pudieron pagar los estudios de Gholam y sus hermanos. A los 16 años de edad, viendo que no tenía futuro en Irán, el joven Gholam decidió emigrar con cuatro amigos; una noche el grupo partió a pie con rumbo a Turquía, con la intención de pasar luego a Europa.

“Caminamos durante diez noches y por el día nos ocultábamos en cuevas y quebradas en las montañas, para evitar que nos arrestaran”, explicó.

Al llegar a la frontera con Turquía, los jóvenes le pagaron a un contrabandista que se ofreció para ayudarles a llegar a Grecia. Por el camino, los muchachos fueron detenidos, primero por soldados turcos, luego por la guardia fronteriza, que los devolvió a Irán, donde otra vez tuvieron que recurrir a contrabandistas para que los ayudaran cruzar de nuevo la frontera con Turquía.

“Éramos unos 50, hacinados en la parte trasera de un camión que nos llevaba de regreso a Turquía. Los contrabandistas nos exigieron más dinero para dejarnos en libertad y nos amenazaron con torturarnos y asesinarnos si no pagábamos. Estábamos atrapados, a merced de los contrabandistas, con la guardia fronteriza iraní de un lado y la guardia fronteriza turca del otro”.

Los muchachos pagaron el dinero adicional que los contrabandistas exigían y estos los llevaron a través de Turquía hasta llegar a la costa oeste, cerca de Estambul. Allí, los pusieron en balsas inflables para que remaran a través del mar Egeo hasta Grecia.

“Nunca había visto el mar. Ninguno de nosotros sabía nadar. Nos dieron flotadores de goma y nos dijeron que evitáramos tropezar con los guardacostas turcos”, dijo Ghomal, al tiempo que evocaba el terror que sintió al subir a la balsa. “Todavía tiemblo con solo recordar esa parte del viaje. Pero en ese momento no tenía tiempo para pensar en lo que sentía. En lo único que pensaba era en mi meta de llegar a Grecia. Y en que tenía que remar para seguir con vida”.

Enfrentados a grandes olas y fuertes corrientes, navegando a veces en círculos por mucho que remaran, los muchachos lograron mantener a flote la balsa durante las cinco horas que duró la travesía a Grecia. 

Cuando llegaron a la isla de Lesbos fueron detenidos por la guardia fronteriza, que los interrogó y los golpeó, mientras les exigía que entregaran las billeteras y los teléfonos móviles, aparatos que los muchachos no tenían. Luego los guardas los entregaron a la policía, que los condujo al campamento de detención de Lesbos, donde permanecieron dos semanas, durmiendo en habitaciones donde se hacinaban 50 personas y donde sólo se les permitía salir al patio 30 minutos al día.

Un día, a Gholam le ordenaron que firmara un documento que autorizaba su salida del campamento. Sin un traductor que le explicara el contenido del texto, Gholam estampó su firma en lo que –según descubriría después- era una orden de abandonar el país en un plazo de 30 días.

Eso ocurrió hace 11 años. Tras salir del centro de detención de Lesbos, Gholam logró llegar a Atenas, encontró empleo como sastre, trabajó 12 horas diarias y alquiló una habitación con un amigo. “El cuarto era lo suficientemente grande como para que pudiéramos dormir los dos. No podíamos pasear ni sentarnos en esa habitación”, dijo Gholam.

Siete años después, con la ayuda del Consejo Griego para los Refugiados (GCR, por sus siglas en inglés), Gholam adquirió la condición de refugiado y hace dos meses obtuvo la ciudadanía griega. Hoy, a sus 27 años de edad, Gholam habla griego con fluidez y trabaja de intérprete para el GCR, labor en la que ayuda a otros refugiados para que puedan hacer frente a las dificultades del proceso de asilo y la transición a la vida en un nuevo país.

Al hacer uso de la palabra ante el Consejo de Derechos Humanos en una mesa redonda de debates que tuvo lugar durante el 35º periodo de sesiones, Gholam describió los problemas específicos a los que deben hacer frente los niños migrantes o refugiados que viajan solos.

“A lo largo de todo el trayecto, la vida de los niños migrantes que viajan solos corre grandes peligros. Contrabandistas, traficantes, guardas fronterizos, agentes de policía e incluso otros compañeros de viaje solían abusar de nosotros”, declaró Gholam ante el Consejo.

Gholam instó a los Estados Miembros del Consejo a apoyar una resolución que garantice más y mejor protección a los niños migrantes que viajen solos y que incluso exija la presencia en las zonas fronterizas de funcionarios encargados del amparo a la infancia, con el fin de que ayuden a decidir qué medidas deben adoptarse en lo relativo a los menores migrantes.

“Son los funcionarios del servicio social de protección a la infancia –no los agentes de policía ni los guardas fronterizos-  quienes deberían tomar esas decisiones, basadas en el interés superior del niño que viaja solo”, insistió Gholam en su intervención ante el Consejo. “Esto significa la suspensión inmediata de la práctica de detener a los niños simplemente por el presunto ‘delito de migración’ ”.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein, pidió a los Estados Miembros del Consejo de Derechos Humanos que apoyen los esfuerzos que las Naciones Unidas coordinan actualmente con miras a elaborar un tratado mundial sobre la migración segura, ordenada y regular, que establecería medidas especiales de protección para los niños migrantes. “Es preciso que escuchemos a los niños y adolescentes migrantes, como Gholamreza Hassanpour, que nos acompaña hoy. Por encima de todo, son niños. Y aunque todos los migrantes se exponen a sufrir abusos, el miedo y los padecimientos de los niños y adolescentes migrantes son especialmente severos”, afirmó el Alto Comisionado.

La Oficina del ACNUDH coordina actualmente, en el marco del Grupo Mundial sobre Migración, la elaboración de un conjunto de principios y directrices con el fin de garantizar la protección de los niños y otros migrantes que estén en situaciones de vulnerabilidad, en tanto que obligación básica de los Estados en el marco de sus políticas migratorias.

 
“La detención de los niños nunca obra en pro del interés superior del menor y constituye una violación de derechos humanos. El interés superior del niño debe guiar todas las políticas pertinentes, incluso los procedimientos para evaluar la edad, la entrada al país, su permanencia o expulsión; el acceso a los servicios básicos, la reunificación familiar y la designación de tutores”, declaró Zeid ante el Consejo. “Tenemos que elaborar un marco internacional que garantice que las futuras generaciones no tengan que padecer viajes infernales como los que demasiados niños y niñas afrontan hoy en día”.

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20 de junio de 2017