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Crímenes de lesa humanidad en Eritrea

08 junio 2016

El hombre recuerda el día en que fue enviado, junto con su amigo, al campo de entrenamiento militar de Wi’a (Eritrea). Al día siguiente de su llegada, los guardias los mandaron a realizar un ejercicio de adiestramiento que comprendía un recorrido de 15 kilómetros para recoger leña.

En el trayecto de vuelta, su amigo se puso gravemente enfermo, pero siguió andando con dificultad.

Los guardias se enfadaron y comenzaron a golpearlo, hasta que cayó al suelo. El guardia le advirtió que sería castigado cuando regresaran al campamento. Al final, cuatro personas tuvieron que cargar con él hasta el campamento. Allí, un guardia lo amarró y lo golpeó.

“Dejó a mi amigo atado sobre la tierra ardiente”, recuerda el testigo. “Al poco tiempo mi amigo empezó a vomitar sangre por la nariz y la boca y murió allí mismo”.

Este trágico testimonio figura en una de las 833 entrevistas realizadas por la Comisión de Investigación de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos en Eritrea, con el fin de investigar las graves violaciones de derechos humanos en ese país.

La Comisión publicó un nuevo informe con sus conclusiones, en el que afirma que durante más de 25 años en Eritrea se han cometido crímenes de lesa humanidad en gran escala y de manera sistemática, no en las calles de Asmara, sino más bien en centros de detención y campamentos militares, así como en otras instalaciones de todo el país.  

Desde 1991, los civiles eritreos también han sido víctimas de diversas violaciones de derechos humanos, entre otras la esclavitud, el encarcelamiento, las represalias debidas a la conducta de miembros de la familia, la discriminación por motivos religiosos, la desaparición forzosa, la tortura, la persecución, las violaciones y el asesinato.

Servicio militar indefinido

A los eritreos se les obliga a cumplir con un servicio militar indefinido, en el que están sujetos abusos horrorosos y a menudo se les utiliza como mano de obra forzosa. Esta es una de las principales razones por las que tantas personas tratan de huir del país. En 2015, 47.025 eritreos solicitaron asilo en Europa.

Según un antiguo instructor militar del campo de adiestramiento de Sawa, a los instructores les imparten órdenes estrictas de abusar de los reclutas. El ex instructor narró el caso de un colega suyo que en cierta ocasión ató a dos personas y los dejó en una tienda de campaña. “Les ató tan fuertemente, que los oíamos gritar”, dijo el narrador. “Más tarde, uno apareció muerto y las manos del otro estaban paralizadas”. Pero, afirmó, si los instructores no trataban así a los reclutas, se exponían a terminar ellos mismos en prisión.  

Sin dejar rastro

La Comisión entrevistó a varios eritreos cuyos parientes habían sido detenidos arbitrariamente o había desaparecido, sin que nunca se volviera a saber de ellos. Una de las mujeres entrevistadas dijo que su esposo había sido arrestado delante de su casa en 2009 y que ella nunca había logrado averiguar qué había sido de él. “Le busqué, pero al final las autoridades me dijeron que no me molestara en hacer más gestiones, que no valía la pena”.

Otro hombre informó que su padre había desaparecido en 1999 y nunca lo volvió a ver. “No hay derecho”, afirmó. “No podíamos hacer nada. No se puede preguntar acerca de alguien que ha desaparecido. Quien lo hace corre el peligro de que lo arresten a su vez”.

Violadas y torturadas

La vida en Eritrea sigue siendo muy dura para numerosas niñas y mujeres. A las jóvenes se les obliga a contraer matrimonios precoces y tienen que abandonar los estudios. Las mujeres y las niñas que tratan de huir del país también corren un riesgo mayor de ser violadas y torturadas. Se hace caso omiso de las violaciones y la esclavitud doméstica en los campamentos de entrenamiento militar y los centros de detención. Una mujer que permaneció seis meses presa en una comisaría de policía declaró que los agentes la violaban todos los días. “Cuando habían terminado, me amenazaban para que no dijera nada”, afirmó.

“Uno me decía que si denunciaba la violación, me buscaría dondequiera que fuese y me mataría”.

No hay Estado de derecho

Estos abusos prosiguen casi sin consecuencias, porque en el país prácticamente no existe el Estado de derecho. Eritrea carece de constitución, de un sistema judicial independiente y de instituciones democráticas.

“No hay perspectiva alguna de que el sistema judicial eritreo pueda exigir responsabilidades a los autores de estos hechos, de forma justa y transparente”, dijo Mike Smith, Presidente de la Comisión. “Los autores de estos delitos deben comparecer ante la justicia y las voces de las víctimas deben ser escuchadas. La comunidad internacional debería adoptar medidas, entre otras el uso de la Corte Penal Internacional, los tribunales nacionales y otros mecanismos disponibles, para garantizar que se exija responsabilidad por las atrocidades perpetradas en Eritrea”.  

8 de junio de 2016