La libertad de expresión es clave para contrarrestar la desinformación
03 noviembre 2022
La desinformación no es de ningún modo un problema de nueva aparición, no obstante un informe reciente del Secretario General de las Naciones Unidas aspira a abordar el fenómeno de la desinformación en el contexto de un panorama nuevo y de rápida evolución en las comunicaciones, debido a las tecnologías innovadoras, las cuales han permitido la difusión de volúmenes de contenido sin precedente alguno y a velocidades nunca vistas antes.
«La desinformación se produce de diferentes formas, e incluye operaciones diseñadas por estados, funcionarios del estado, teorías de la conspiración sobre políticas sanitarias y vacunas, y campañas de desprestigio dirigidas a debilitar a grupos y personas específicos, entre otras muchas,» explicó la Subsecretaria General de Derechos Humanos Ilze Brands-Kehris, a la hora de presentar el informe del Secretario General a la Asamblea General.
El informe establece que analizar los contextos modernos de los medios de comunicación y asegurar que estos defienden, en lugar de debilitar, los derechos humanos, la paz y la seguridad internacional, es un desafío de primer orden que forma parte de la era digital.
Uno de los desafíos principales que presenta la desinformación es su falta de definición, aseguró Agustina Del Campo, Directora del Centro de Estudios en Libertad de Expresión y Acceso a la Información (CELE) y Vicepresidenta de la Global Network Initiative (GNI).
«[Se trata de] un término muy amplio que se usa para describir fenómenos complejos, para los cuales no existe una definición acordada de forma universal,» explicó.
En una mesa redonda de alto nivel celebrada en el Consejo de Derechos Humanos a principios de este año, los participantes resaltaron que la difusión de desinformación puede tener consecuencias negativas para las sociedades, socavando una amplia gama de derechos humanos. Los ponentes señalaron que cuando la desinformación amenaza los derechos humanos, los Estados tienen la obligación de emprender los pasos adecuados para hacer frente a estas consecuencias negativas. No obstante, «la desinformación no debe convertirse en un pretexto para intimidar y perseguir opiniones críticas, denigrar a los rivales, justificar la censura, u obstruir las actividades legítimas de los defensores de derechos humanos y de los medios de comunicación para acceder a y difundir información,» afirmó Brands-Kehris. «Las respuestas a la desinformación deben estar basadas en el respecto a la libertad de expresión,» añadió ella a la hora de presentar el informe a la Asamblea General.
Una vía que los Estados tienen para ayudar a reducir los riesgos asociados con la desinformación es creando las condiciones adecuadas para que los derechos humanos, el pluralismo y la tolerancia florezcan, señala el informe. La Relatora Especial sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión, Irene Khan, destacó que «si los medios independientes de interés público no consiguen sobrevivir, y ya no digamos prosperar, la desinformación terminará floreciendo, los periodistas se verán aun más amenazados y el derecho de las sociedades a recibir información se verá debilitado.»
El informe describe iniciativas de los medios de comunicación y en pro de la alfabetización digital destinadas a mejorar las capacidades de todos los interesados para identificar, refutar y desenmascarar la información falsa y engañosa como una herramienta para combatir la desinformación.
Los estados juegan un papel fundamental en los esfuerzos destinados a hacer frente a los desafíos cambiantes y las repercusiones que conlleva la desinformación, aunque otros actores también desempeñan una función clave. Los funcionarios públicos tienen una enorme responsabilidad a la hora de evitar la difusión de información, las empresas deben incrementar la transparencia de sus políticas y respuesta a la desinformación además de ampliar el acceso de investigadores a los datos para poder respaldar respuestas y normativas con bases más empíricas, insistió Brands-Kehris.
«Los gobiernos deben trabajar para generar confianza incluso mediante el refuerzo del espacio asignado a los medios de comunicación y la alfabetización digital, capacitando a las personas para que puedan identificar, analizar de forma crítica y contrarrestar la desinformación creando un ambiente propicio para que se oigan sus opiniones en debates y en la toma de decisiones,» afirmó Brands-Kehris.