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Los refugiados y demás migrantes no pierden sus derechos al cruzar las fronteras

20 junio 2018

“Lastre”, “cucarachas”, “avalancha”, “horda”, “ilegales”, “perros rabiosos”, “violadores”, “terroristas”. Estas palabras cargadas de odio contra personas itinerantes provocaron conflictos internos, genocidios y guerras en nuestro planeta a lo largo del siglo pasado.

Esas palabras, que se usan para promover la “deshumanización” de los refugiados y demás migrantes, han calado en el discurso político en muchos países del mundo donde se ha promovido un contexto de exclusión y violencia contra las personas itinerantes.

Las encuestas de opinión pública han revelado una sobreestimación constante del número de inmigrantes en muchos países de destino y se ha extendido una idea errónea sobre la magnitud y la naturaleza de la migración, lo que ha contribuido al prejuicio y al creciente populismo xenófobo, avivados a menudo por líderes políticos y medios de prensa que usan la provocación y el odio contra los migrantes con el fin de obtener ventajas políticas.

El Relator Especial sobre los derechos humanos de los migrantes, Felipe González Morales, afirmó: “Culpar a los migrantes es el método fácil que aplican los líderes políticos para recabar el apoyo de los ciudadanos, aprovechando y exacerbando sentimientos de discriminación y xenofobia. En ausencia de políticas públicas significativas para señalar los problemas económicos y sociales en casa, los inmigrantes son un blanco fácil” 

Las preocupaciones sobre los forasteros que roban el trabajo y representan una carga para la sociedad muestran a menudo un fuerte contraste con los hechos, que indican que los migrantes contribuyen de distintas maneras a la economía y la sociedad, tanto en las comunidades de origen como en las de destino. Por ejemplo, la investigación muestra que en los últimos diez años los inmigrantes constituyeron el 47 por ciento de la mano de obra en los Estados Unidos de América y el 70 por ciento en Europa.

Además, los países en desarrollo siguen acogiendo a la gran mayoría de los refugiados. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), los países que más refugiados aceptan son Turquía (3,5 millones), Uganda (1,4 millones), Pakistán (1,4 millones), Líbano (1 millón) e Irán (casi 980.000).

Aun así, se ha reforzado la seguridad o incluso se han militarizado progresivamente las fronteras en el mundo, y se penaliza el acto de cruzar una frontera sin visado, algo que muchos refugiados y migrantes en situación de vulnerabilidad se ven obligados a hacer en busca de seguridad y que debería constituir a lo sumo un delito administrativo.

En las últimas semanas, la política de tolerancia cero que se puso en marcha a lo largo de la frontera del sur de los Estados Unidos llevó a que las personas arrestadas mientras entraban de forma irregular en el país fueran sometidas a enjuiciamiento penal, lo que hizo que los separaran de sus hijos. Casi 2.000 niños han sido separados a la fuerza de sus padres y detenidos, una medida que les causó graves traumas, tanto a ellos como a sus familias.

El pasado mes se presentó un proyecto de ley en el Parlamento de Hungría que penalizaría la monitorización de los derechos humanos en las fronteras y la labor de información, asistencia jurídica y ayuda a los migrantes. Estos impedimentos y otras medidas conexas aprobadas por el Gobierno de Hungría en los últimos meses estigmatizan y perjudican a los migrantes que buscan asilo y a los que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad.

Esta penalización y deshumanización de los migrantes y refugiados mediante las políticas y la retórica transmite la idea que estas personas carecen de derechos y de un lugar en la sociedad. Como consecuencia, algunos migrantes temen el hostigamiento por el simple hecho de permanecer en lugares públicos, se abstienen de buscar ayuda cuando les agreden y tienen que soportar la discriminación sin poder recurrir a la justicia.

“La retórica de los extremistas políticos perjudica de muchas maneras a los migrantes. Afecta a sus posibilidades de integración en la sociedad en la que viven, les atribuye la causa de los problemas, debilita la protección que les ofrece la ley y les priva de muchos derechos de los que realmente gozan los ciudadanos del país”, declaró González Morales. “Los derechos humanos más básicos de los migrantes pueden estar en peligro, entre ellos los derechos económicos y sociales, el derecho a la libertad y a la seguridad, e incluso el derecho a la vida”.

Desde 2015, la Oficina del ACNUDH ha buscado la manera de cambiar el relato sobre migrantes y refugiados, para pasar de uno basado en el miedo a otro fundamentado en los testimonios y valores compartidos de derechos humanos, solidaridad y empatía. 

En diciembre de 2017 la Oficina presentó un conjunto de videos breves que pretendían disipar los prejuicios hacia los migrantes, al darles voz a ellos, sus familias y sus amigos.

A través de sus relatos, la Oficina trata de empoderar a los migrantes y las comunidades de acogida, para destacar más lo que tenemos en común que lo que nos divide. Sus testimonios son un recordatorio de que la migración es un fenómeno humano y que detrás de las estadísticas hay personas con derechos humanos.

González Morales afirmó: “Para afrontar [las expresiones de odio e intolerancia], se podría hacer hincapié en las ventajas de la migración desde el punto de vista económico y cultural. También es necesario hacer un llamamiento a los países que actualmente son el destino predominante de los inmigrantes, que no hace mucho eran países generadores de emigración”.

“Las corrientes migratorias han sufrido muchos cambios en el pasado y continuarán haciéndolo en el futuro”.

20 de junio de 2018