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La discriminación de género, la discriminación racial y los derechos humanos de las mujeres

29 septiembre 2017

En Francia, un experimento demostró que una mujer con nombre senegalés sólo tenía una probabilidad del 8,4 por ciento de que la citaran a una entrevista de empleo, en comparación con una probabilidad del 22,6 por ciento para otra mujer con un nombre francés.

Según investigaciones realizadas por la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, en varios países del continente ocurrieron agresiones contra mujeres cuya apariencia sugería que eran musulmanas, mientras que la mayoría de los actos de islamofobia cometidos en 2015 –el 74 por ciento en Francia y el 90 por ciento en los Países Bajos- fueron perpetrados contra mujeres.  

Esos fueron algunos de los ejemplos de la discriminación que se practica contra las mujeres en el mundo entero, presentados por la Alta Comisionada Adjunta de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Sra. Kate Gilmore, en una mesa redonda de debates que se celebró en el marco de la sesión del Consejo de Derechos Humanos que analizó la repercusión en los derechos de las mujeres de la discriminación de género, en un contexto de racismo y discriminación racial. Otras estadísticas al respecto pueden consultarse en el informe publicado este año por la Oficina del ACNUDH.

“Las alteraciones en lo tocante a las oportunidades y el progreso personal introducidas por la discriminación no se limitan nunca a una sola dimensión de nuestra identidad”, declaró la Sra. Gilmore. “Para los más afectados por prácticas discriminatorias, las formas múltiples e interrelacionadas de discriminación siempre generan una red de privación de derechos intrincada, espesa y asfixiante, que a su vez estorba, socava, obstruye y oprime a esas personas”.  

La Oficina del ACNUDH define la “interseccionalidad” como la combinación de dos o más ámbitos de discriminación. El concepto también alude a la forma en que esos factores combinados contribuyen a generar niveles de desigualdad.

La Sra. Gilmore afirmó que esos sistemas de discriminación se basan en factores relativos, entre otros, al origen étnico o racial, la nacionalidad, la situación migratoria, la edad, la discapacidad y la condición de miembro de una minoría. Estos elementos, señaló, deberían tenerse en cuenta al evaluar el progreso de los derechos de las mujeres en el contexto de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

“Estas desigualdades se combinan con diversas modalidades de discriminación para atar y amordazar a millones de niñas y mujeres en el mundo entero. Las mujeres de los grupos minoritarios tienen más probabilidades de vivir en la pobreza”, añadió la Sra. Gilmore.

“Al ser pobre, [pertenecer a una minoría] y ser mujer, su situación socioeconómica contamina cada esfera de la vida cotidiana –el acceso a los servicios de salud, el progreso en materia de educación, el derecho a la vivienda, a vivir sin miedo y a participar en la comunidad”.

La Sra. Hilary Gbedemah, miembro del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés), señaló que la discriminación interseccional y compleja contribuye a que la posición de las mujeres sea más precaria y que es un estorbo en la tarea de aprovechar la totalidad de los recursos humanos que los países necesitan para desarrollarse. El CEDAW ha comprobado que este tipo de discriminación afecta sobre todo a las mujeres de las minorías étnicas o raciales y a las indígenas.

Discriminación equivale a falta de oportunidades de superación social, explicó Carlos Augusto Viáfara, profesor de la Universidad del Valle en Colombia. Citando un estudio realizado en su país, el Sr. Viáfara afirmó que las mujeres afrocolombianas tenían más probabilidades de nacer en familias pobres y, por lo tanto, iniciaban con desventaja el curso de su existencia.

El modelo de consecución del rango social plantea que el origen social determina las oportunidades y los logros educativos, que a su vez inciden en las oportunidades de obtener un empleo. El estudio de Viáfara examina los índices de abandono escolar de niñas y mujeres sobre la base de su origen étnico. Las mujeres colombianas de ascendencia africana tenían un 66 por ciento más de probabilidades de abandonar los estudios en el noveno grado que las mujeres blancas. Además, la probabilidad de que una mujer afrocolombiana alcanzara un diploma universitario era inferior en un 58 por ciento a la de un hombre blanco y un 32 por ciento inferior a la de un hombre negro. El autor observó resultados similares en las comparaciones relativas al mercado laboral y los sistemas de atención sanitaria.

“La estratificación social hace que las mujeres afrodescendientes estén en mayor desventaja. Aunque nacen en la pobreza, en algunos casos sus logros académicos son elevados. Pero la desventaja cumulativa no les permite alcanzar buenas oportunidades laborales; esas desventajas aumentan a lo largo de la vida”, afirmó el Sr. Viáfara.

“La respuesta natural a esta situación son las políticas de acción afirmativa, que no sólo se centran en el género: necesitamos medidas que presten especial atención a las mujeres afrodescendientes, para quebrar el círculo vicioso de la desventaja cumulativa”.

Para Warda El-Kaddouri,  investigadora y ex delegada joven de Bélgica en las Naciones Unidas, la islamofobia se combina con las normas de género y expone a la discriminación a las jóvenes que usan símbolos culturales o religiosos.   

“Creo que las mujeres de color que llevan signos visibles de su pertenencia a la comunidad musulmana constituyen en Occidente uno de los grupos más vulnerables a las  formas múltiples de discriminación, tales como el sexismo y el racismo”, dijo la Sra. El-Kaddouri.

“Varios informes indican que los delitos de odio islamófobos de carácter sexista o inspirados por motivos de género han aumentado, sobre todo en los espacios públicos, y especialmente cuando las víctimas llevan el hijab”.

El Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial ha desempeñado una función pionera en el estudio de las violaciones de derechos humanos perpetradas mediante los efectos combinados de la interseccionalidad, señaló la Sra. Anastasia Crickley, presidenta del Comité.

La Sra. Crickley afirmó que el Comité ha podido señalar a los Estados la interacción entre el racismo y la discriminación y los ha instado a centrar la atención en medidas e intervenciones especiales que permitan abordar esa modalidad de discriminación.

El Comité también subrayó la insuficiente atención que prestan los Estados a los convenios que abordan la combinación de racismo y discriminación por motivos de género. “Esta desatención genera respuestas inadecuadas a los problemas específicos que afrontan las mujeres que padecen esa discriminación interseccional”, afirmó.

La Sra. Crickley añadió que si bien los estudios sobre el tema siguen siendo escasos, la información presentada al Comité ha confirmado su preocupación: la violencia sexual contra las mujeres y los miembros de determinados grupos étnicos sujetos a detención o durante los conflictos armados; el abuso de los trabajadores del hogar empleados en el extranjero y la estigmatización, en determinadas sociedades, de las mujeres que han sido víctimas de violación y que pertenecen a minorías étnicas, así como las dificultades que afrontan para acceder al sistema judicial.

29 de septiembre de 2017