Pagar el precio del cambio climático en términos de salud humana
14 marzo 2016
Según los informes científicos, 2015 fue el año más cálido de la historia. Todas las regiones del mundo han sufrido los efectos del calentamiento planetario.
El aumento de la frecuencia y la severidad de los mortales tifones del Pacífico, las inundaciones en Chennai (India), la desecación total del lago Poopó, el segundo en extensión de Bolivia, la pérdida de masa de los glaciares y la fusión del permafrost en el Ártico, son otros tantos síntomas del calentamiento del planeta y acarrean repercusiones devastadoras para los seres humanos.
En diciembre de 2015, el mundo se congregó para aprobar el Acuerdo de París, como medio de limitar el cambio climático y promover la adaptación a sus consecuencias. El nuevo acuerdo pide a los Estados que respeten, promuevan y tengan en cuenta los derechos humanos en las medidas que adopten con respecto al clima.
En un acto sobre los efectos que el clima ejerce en la salud, auspiciado recientemente por el Consejo de Derechos Humanos, la Directora General de la Organización Mundial de la Salud, la Sra. Margaret Chan, dijo que el Acuerdo de París no era sólo un tratado medioambiental, sino también un tratado sobre la salud, y que era mucho lo que estaba en juego.
De aquí a 2050, los expertos vaticinan que el cambio climático podría causar cada año unas 250.000 muertes adicionales, tan sólo debidas al paludismo, la diarrea, la insolación y la desnutrición, explicó la Sra. Chan. El cambio climático causa además decenas de miles de muertes por otros medios, al tiempo que más de siete millones de muertes en el mundo entero pueden atribuirse a la contaminación del aire.
“Una estrategia basada en los derechos humanos proporciona un punto de partida para exigir responsabilidades a los países en virtud de sus obligaciones internacionales en materia de cambio climático”, dijo la Sra. Chan. “Esa estrategia también ofrece un punto de referencia ética que refuerza los motivos por los que es preciso adoptar medidas sobre el cambio climático”.
La Alta Comisionada Adjunta de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Sra. Kate Gilmore, afirmó que poblaciones enteras y modos de vida podrían desaparecer.
“Un mundo de cambios climáticos desenfrenados es un mundo donde los bosques arden y las islas desaparecen por la subida de las mareas, los glaciares y la tundra se funden y los arrecifes de coral se quedan blanquecinos, como huesos de muertos antiguos”, dijo la Sra. Gilmore.
“Esto significa que es también un mundo en el que cientos de miles de personas mueren prematuramente, millones padecen hambre o son expulsados de sus hogares, un mundo donde proliferan los conflictos y se extiende la desesperación. Es un cementerio de ecosistemas completos, de pueblos y estilos de vida en su totalidad”, añadió.
Al tiempo que trazaba ese panorama ominoso, la Sra. Gilmore señaló que este futuro puede evitarse, siempre que tanto los grupos particulares como las entidades públicas reconozcan que el cambio climático es el resultado de opciones conscientes y asuman su responsabilidad de hacerle frente, remediar las consecuencias de sus decisiones precedentes y trabajar en pos de un futuro mejor.
Esa labor es fundamental porque, como explicó el Relator Especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la salud, el Sr. Dainius Pūras, los traumas causados por el desarraigo que generan los desastres climáticos y naturales, especialmente en el caso de los niños, repercuten gravemente sobre la calidad de vida, tanto a corto como a largo plazo.
“Las personas que padecen la pérdida del hogar o de sus seres queridos, o que se ven expuestos a situaciones que amenazan su supervivencia, corren más riesgo de padecer problemas de salud relacionados con el estrés y la ansiedad, entre otros los desórdenes post traumáticos generados por el estrés o la depresión”, declaró el Sr. Pūras.
Los Estados deben garantizar que los servicios de salud, los bienes y las instalaciones están disponibles, son accesibles y tienen las características adecuadas durante las situaciones de emergencia, dijo Pūras. Los Estados también tienen la obligación legal y moral de limitar los riesgos asociados al cambio climático y sus repercusiones negativas sobre los derechos humanos, en particular el derecho a la vida y el derecho a la salud.
Lo cierto es que quizá el tiempo se agota. Según un estudio reciente del Banco Mundial, un aumento de 2 grados centígrados en la temperatura media del planeta podría poner en peligro de hambruna a entre 100 y 400 millones de personas más y podría hacer que de 1.000 a 2.000 millones de personas carecieran de agua suficiente para sobrevivir.
“La salud humana es un precio que no debe pagarse”, dijo Pūras. “La salud y la dignidad humanas, el derecho a la salud, son los motivos por los que debemos actuar”.
En el acto también participaron las Sras. Cristina Tirado, profesora adjunta de la Universidad de California en Los Angeles, Hindou Oumarou Ibrahim, coordinadora de la Asociación de Mujeres y Pueblos Indígenas de Chad, y Lilibeth David, subsecretaria del Departamento de Salud de Filipinas.
14 de marzo de 2016