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Declaraciones y discursos Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Türk afirma en Nueva York que los derechos humanos hacen hincapié en los hechos, el derecho y la compasión, en medio de la confusión generada por la guerra

17 octubre 2024

El Jefe de Derechos Humanos de la ONU habla con la prensa en la sede de la ONU en Nueva York

El Jefe de Derechos Humanos de la ONU habla con la prensa en la sede de la ONU en Nueva York

© ACNUDH/NY

Pronunciado por

Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

En

Nueva York

Buenas tardes. Me complace volver a ver tantos rostros familiares reunidos aquí.

Hace ahora exactamente dos años, asumí el cargo de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos -un mandato cuya importancia no ha cesado de aumentar desde entonces-.

Nos encontramos en una etapa histórica especialmente peligrosa, en la cual el desdén y el menosprecio hacia el derecho internacional humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos están alcanzando un crescendo ensordecedor.

El respeto de los derechos humanos, el estado de derecho y la transparencia son asuntos que atañen a la paz y la seguridad internacionales. Lo esencial -hoy más que nunca- es garantizar que los derechos humanos inciden en todos los debates de las Naciones Unidas.

Los derechos humanos nos permiten hacer hincapié en los hechos, el derecho y la compasión, un enfoque especialmente importante en medio de la confusión generada por la guerra.

Esto se ha comprobado con dolorosa nitidez en el Medio Oriente durante el último año.

Las conclusiones a las que ha llegado la IPC – la Clasificación de seguridad alimentaria integrada por fases, que es la máxima autoridad en materia de seguridad alimentaria- son aterradoras. Según sus datos, se espera que el número de personas afectadas por niveles catastróficos de hambre se duplique en los próximos meses y que el riesgo de hambruna persista en toda la Franja de Gaza.

El mundo no debe permitir que eso ocurra.

Esta crisis es, sobre todo, la consecuencia de decisiones adoptadas por las autoridades israelíes. En sus manos está la posibilidad de cambiar la situación y es urgente que lo hagan. En ocasiones anteriores he advertido que hambrear a la población civil como método de guerra es un recurso prohibido por el derecho internacional humanitario. Es un crimen de guerra. En su condición de potencia ocupante, Israel tiene la obligación específica, en virtud del derecho internacional humanitario, de aportar a Gaza los alimentos, suministros médicos y otros artículos de necesidad, y de proporcionar ayuda humanitaria por todos los medios a su alcance.                                                                                                                                 

Por desgracia, la realidad sobre el terreno apunta a que solo un volumen mínimo de ayuda logra llegar a Gaza. Algunos informes indican que las fuerzas armadas israelíes impiden que la asistencia humanitaria llegue al norte de la Franja, lo que agrava una situación médica y humanitaria que ya era desesperada.

Al parecer, las órdenes de evacuación dictadas por Israel tienen el propósito de aislar completamente al norte de Gaza del resto del territorio, mientras prosiguen los bombardeos y otros ataques. Las medidas orientadas al desplazamiento forzoso y masivo de población civil suscitan mucha preocupación porque podrían vulnerar las normas internacionales estipuladas por el derecho internacional en casos de evacuación por exigencias militares ineludibles. El traslado forzoso de una gran parte de la población del norte de Gaza podría constituir un crimen de guerra. 

Pido a Israel que facilite de inmediato la entrada masiva de ayuda humanitaria que se necesita en todos los puntos de la Franja de Gaza.

Mientras, los grupos armados palestinos siguen reteniendo a los rehenes hace ya más de un año, en flagrante violación del derecho internacional. Esos rehenes deben ser puestos en libertad de manera inmediata e incondicional.

En lo tocante al Líbano: Tras varios meses de intercambio de misiles entre Hizbulá y las fuerzas israelíes en la frontera israelo-libanesa, la confrontación ha aumentado en violencia y peligro con la entrada de tropas israelíes en suelo libanés.

Los ataques contra las fuerzas de paz de las Naciones Unidas constituyen una vulneración del derecho internacional y también podrían constituir crímenes de guerra.

En Líbano, los ataques israelíes contra viviendas situadas en zonas urbanas están causando un volumen impresionante de pérdidas humanas, con un gran número de víctimas civiles, destrucción y desplazamientos. Hizbulá sigue lanzando lanzando cohetes contra Israel, lo que ha provocado el desplazamiento de miles de personas.

El riesgo de que el conflicto se transforme en una conflagración regional en gran escala sigue siendo muy elevado -un choque que podría acabar con las vidas y los derechos humanos de millones de personas-.

Esta escalada insensata debe terminar.

Tan solo mediante un alto el fuego, el fin de la ocupación y la vuelta a la mesa de negociaciones, sería posible fomentar los derechos de los palestinos, los israelíes, los libaneses y los demás pueblos de la región, para lograr que todos vivan en paz y seguridad.

Las guerras y la violencia extrema destruyen la vida de los pueblos y dejan a las generaciones venideras un legado de traumas, pérdidas y agravios.

En Ucrania, tras casi mil días de una invasión rusa en gran escala, seguimos presenciando una devastación terrible, caracterizada por reiteradas vulneraciones de derechos humanos y crímenes de guerra. El mes de julio de 2024 fue el más atroz para la población civil de Ucrania desde octubre de 2022, según ha documentado mi Oficina sobre el terreno, y los ataques que se realizan actualmente contra las infraestructuras energéticas, hacen temer que los ucranianos se enfrentarán a un invierno terrible.

En Sudán, las partes en conflicto, sus aliados y los agentes regionales siguen rivalizando en busca de influencia y poder, lo que ha provocado el desplazamiento de 10 millones de personas y ha causado una hambruna que afecta a más de 25 millones. La situación es desesperada y hay pruebas de que se han perpetrado crímenes de guerra y otras atrocidades. Exhorto a los Estados a que suspendan la ayuda militar y financiera a las partes en conflicto y a que prosigan los esfuerzos orientados a lograr el cese inmediato de las hostilidades.

En Haití, mi Oficina ha documentado más de 3.950 casos de muertes como resultado de la violencia de las pandillas en lo que va de año, con 1.834 heridos y 1.150 secuestrados.

En Myanmar, continúan los bombardeos aéreos y los ataques de artillería contra la población civil, así como los arrestos masivos y las ejecuciones extrajudiciales, en violación flagrante de los derechos humanos y del derecho humanitario internacional, en medio de una impunidad paralizante.

Nadie se siente más seguro ante esta violencia, promovida por quienes detentan del poder. Al parecer, cada semana se transgreden nuevas líneas rojas, se destruyen vidas y se perjudica el medio ambiente, se fomenta el extremismo y se multiplican los ciclos de destrucción, impunidad, injusticia y dolor.

La guerra solo terminará realmente cuando el respeto de los derechos humanos restablezca la razón, la justicia y la compasión.

Como señalé ayer ante la Tercera Comisión de la Asamblea General, la inversión en derechos humanos es una inversion en pro de la paz y es ahora más esencial que nunca.

Cuando mi Oficina hace sonar la alarma, como hemos hecho a lo largo de muchos años, en relación con todas las situaciones que venimos exponiendo, la comunidad internacional debe prestar atención y tomar medidas para evitar la catástrofe. También cuento con ustedes, en su condición de periodistas que asisten a los debates de las Naciones Unidas, para seguir insistiendo en que la promoción y protección de los derechos humanos debe situarse siempre en lugar preferente.