Invertir en salud mental es un imperativo en materia de derechos humanos

Excelencias, colegas, amigos y amigas,

Nuestras mentes y corazones son las vías a través de las cuales establecemos relaciones y creamos vínculos, construimos comunidades, crecemos, aprendemos, y compartimos.

Son la misma esencia de nuestra salud mental, la cual es tan fundamental para nuestro ser como lo son los pulmones que nos permiten respirar.

Debemos hacer más por protegerla.

Por ello, me complace abrir esta consulta importante y oportuna.

El evento de hoy señala los 12 meses desde el lanzamiento de la guía “Salud mental, derechos humanos y legislación: orientación y práctica” con la Organización Mundial de la Salud. Y llega un momento en el que la salud mental —pese a algunos avances— sigue estando estigmatizada y poco valorada.

Descuidar la salud mental puede llevar a las personas a la pobreza, despojarles de su dignidad, y dejarles a la deriva de la sociedad.

Además, las personas con discapacidad psicosocial o con trastornos mentales suelen verse privadas de los derechos humanos básicos, entre otros, la salud, la educación y el empleo.

Esto resulta inaceptable en un mundo que pretende tratar a todas las personas por igual, y yo soy consciente del daño que esto causa.

Con demasiada frecuencia, las sociedades tratan a quienes tienen trastornos mentales como una carga o algo de lo que avergonzarse. Pero el aislamiento social, la discriminación, la violencia y el abuso que pueden ser las causas principales de los problemas de salud mental deberían avergonzarnos.

Debemos hacer más por atajarlas, comenzando por los derechos humanos. La salud física y mental están intrínsecamente vinculadas con los demás derechos humanos. Si se alimenta una, se nutre la otra.  Si se fomenta una, se protege a la otra.

Debemos reducir y acabar con el estigma, incluso estableciendo debates abiertos como este.

Asimismo, debemos priorizar el acceso al cuidado y al apoyo. La pandemia de COVID-19 puso de manifiesto las desigualdades a la hora de acceder a los servicios de salud mental, sobre todo para ciertos grupos.     

Eso debe cambiar.

Los servicios de salud mental deben ser accesibles, disponibles, asequibles y equitativos, y eso requiere una inversión por parte de los gobiernos y de las comunidades. 

Sin embargo, en la actualidad, la mayoría de las asignaciones presupuestarias para la salud mental resultan del todo insuficientes. 

Muchos países dedican aproximadamente un 2 % del gasto sanitario a la salud mental, incluso con porcentajes más bajos en países de ingresos bajos y medios. La austeridad y la reducción del gasto público han limitado aún más el acceso a una atención de calidad.

Insto a los Estados a que rectifiquen esta situación.

Invertir en salud mental es un imperativo en materia de derechos humanos que tiene sentido social y económico; y es una inversión que se amortizará mil veces. Dar prioridad a la salud mental no es solo cuestión de financiación. Las medidas eficaces tales como las reformas políticas o las redes de profesionales homólogos pueden aplicarse a un coste relativamente bajo.

Colegas,

La salud mental es un elemento fundamental para el desarrollo sostenible y la cohesión social. No se trata solo de una cuestión personal, sino de una responsabilidad colectiva, consagrada en los derechos humanos.

Fomenta la resiliencia emocional, psicológica y social en un mundo que a menudo resulta abrumador y caótico.

Mi Oficina seguirá abogando por sistemas holísticos de salud mental, que den prioridad a la dignidad, la inclusión y la igualdad.

Ustedes desempeñan un papel vital. Los grandes conocimientos especializados y la experiencia presentes en la consulta de hoy da pie a imaginar un futuro mejor, en el cual la salud mental se celebra y no se estigmatiza.

Por tanto, gracias a todos y todas, espero colaborar con ustedes, y les deseo una consulta fructífera.