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Declaraciones y discursos Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Conferencia de la Juventud de Berlín: “Las Naciones Unidas y nosotros”

15 junio 2023

Pronunciado por

Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

En

Conferencia de la Juventud de Berlín: “Las Naciones Unidas y nosotros”

Lugar

Berlín

Saludos a todos y todas

Me complace tener esta oportunidad de poder hablar enfrente de tantos jóvenes. Vuestras reflexiones sobre nuestras crisis medioambientales, sobre el impacto que ha tenido la pandemia, y sobre los desafíos de la esfera digital a los que nos enfrentamos son vitales para poder desarrollar mi trabajo.

Digo esto con toda sinceridad.

En la cuestión del cambio climático, el activismo ejercido por los y las jóvenes ha supuesto un motor enormemente positivo
que ha impulsado las medidas que el mundo ha ido aplicando hasta la fecha para librarnos del desastre total.

Soy consciente de que estas medidas están lejos de ser suficientes. Los Estados y las empresas de todo el mundo no han llevado a cabo los pasos necesarios para abordar el cambio climático, para evitar la contaminación y para proteger a la naturaleza. Las consecuencias para los derechos humanos son ya de gran magnitud. No obstante, se han conseguido avances. Y además, las Naciones Unidas vienen trabajando para asegurar que los Gobiernos dan pasos ahora mucho más decisivos con el fin de garantizar que los daños medioambientales no acaban con nuestros derechos humanos.

En cuanto a la pandemia, vuestra generación ha estado entre los grupos más gravemente afectados por los confinamientos. Una gran parte de vuestros estudios resultó perjudicada cuando el virus del COVID-19 detuvo completamente nuestro planeta. Estoy sumamente agradecido por la labor que desempeñan los científicos y científicas cuyas vacunas nos trajeron una mayor libertad. Es posible que la pandemia os haya mostrado nuestra humanidad común, en este planeta tan frágil que compartimos todos y todas. Creo también que es posible que muchos y muchas de vosotros aun sintáis muy adentro las cicatrices del aislamiento y las limitaciones que supusieron las clases en línea; el dolor que entrañó contemplar un mundo aterrador a través del pequeño rectángulo de nuestras pantallas.

Lo que me lleva a hablar ahora de nuestros desafíos en la esfera digital. La inteligencia artificial, los deep fakes, y la bioingeniería son algunos de los campos donde los enormes avances digitales están tensionando la capacidad de los Gobiernos para crear normativas, a un ritmo más intenso y rápido de lo que esta capacidad puede soportar.

Las implicaciones para nuestros derechos humanos son de grandes proporciones. Cuando no podemos estar seguros de lo que es o no verdad, ninguno ni ninguna de nosotros puede sentirse seguro. Es probable que se erosione profundamente la confianza, la confianza que se deposita en las instituciones, y la confianza que depositamos unos en los otros.

La inteligencia artificial tendrá un impacto enorme en la educación, la comunicación, el empleo, las elecciones y en muchas otras áreas. El mundo gira actualmente a una velocidad tan vertiginosa que, francamente, no tenemos ni idea de cuáles serán los verdaderos efectos de todo esto.

Necesitamos que los gobiernos trabajen de manera conjunta para diseñar normativas minuciosas que nos permitan aprovechar las ventajas de la tecnología digital, a la vez que establecen barreras de protección ante el daño potencial que esta tecnología puede entrañar para nuestros derechos humanos.

Necesitamos que los gobiernos trabajen de manera conjunta para abordar el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación, además del expolio de nuestro medioambiente.

Ante una invasión de Ucrania por parte de Rusia que ha provocado enormes sufrimientos, empujando de nuevo al mundo a enfrentarse en bloques hostiles, necesitamos que los gobiernos trabajen de manera conjunta para acabar con los conflictos.

Hemos de recuperar la senda de la Agenda del Desarrollo Sostenible, para que de ese modo el mundo pueda acabar con el hambre y la pobreza extrema.

Necesitamos, en otras palabras, del poder de convocatoria de las Naciones Unidas.

El sistema de las Naciones Unidas no es perfecto, y tampoco es omnipotente. No es un gobierno que decida sobre el mundo entero. Se asienta en la legitimidad que se deriva de su universalidad, en consonancia con la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional. Aporta un poder único de convocatoria para hacer frente a crisis globales, con la capacidad de catalizar las medidas que apliquen los Estados, las empresas y la sociedad civil. Y su mensaje está profundamente marcado por dos documentos de gran importancia y sabiduría: la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos.

La Carta afirma que la finalidad de las Naciones Unidas es «librar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra»; «reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y
pequeñas» además de «promover el progreso social y elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad», entre otros puntos.

Y al igual que la Carta, la Declaración Universal, cuyo 75º aniversario celebramos este año, transformó el mundo de manera literal, impulsando cambios transformadores en las vidas de las personas y en las políticas de los gobiernos.

El derecho a vivir sin ningún tipo de discriminación, detención arbitraria o tortura.
Los derechos a la educación y a una alimentación adecuada; a asistencia sanitaria; a agua potable, a saneamiento, a protecciones sociales y a vivienda.

Libertad de expresión, opinión, y el derecho a la vida privada. Libertad de asociación y reunión , incluyendo el derecho a manifestarse de forma pacífica.

El derecho a condiciones justas de trabajo.

A un juicio justo y a igualdad de protección ante la ley.

El derecho a participar, de manera libre y decisiva, en los asuntos públicos.

Hace 75 años, los Estados se comprometieron a defender la igualdad innata de todos los seres humanos de este planeta, así como a promocionar los derechos que todos y todas compartimos.

Los Estados decidieron dar este paso, no por puro idealismo, sino que porque se sentían estremecidos y agotados después de dos guerras mundiales, de un genocidio atroz, de una amenaza nuclear y de la mayor recesión que el mundo haya sufrido.

Ellos sabían que al consolidar los derechos humanos, serían capaces de ralentizar y quizás de detener completamente esta espiral de destrucción.

Es hora de revitalizar ahora ese espíritu.

Las lecciones que nos deja la historia siguen siendo reales: sin justicia, no puede existir una paz duradera. Sin inclusión, no puede haber desarrollo sostenible. Defender los derechos humanos es el camino para asegurar el bienestar de los seres humanos para las generaciones futuras. Es la forma de combatir la desesperación.   

La desesperación suele nacer a partir de la sensación de que tu vida y las vidas de las personas que te importan no cuentan para nada; que tu opinión, si la expresas, va a ser ignorada o acallada.

La Declaración Universal ha inspirado décadas de un activismo y una solidaridad vibrantes, imaginativos, y poderosos, todo lo cual dio poder a las personas para exigir sus derechos y participar activamente en sus comunidades y sociedades.

Su texto fue lo que me inspiró a trabajar en pro de los derechos humanos y en defensa de un mundo mejor, durante mis años de formación.

Me dio esperanza y la certeza de que las cosas podían ser diferentes. Resonó en mi interior como una articulación del lenguaje que comparte la humanidad, una fuerza unificadora en defensa del bien. La Declaración Universal me ha ido guiando durante toda mi vida.

Así que a la vez que hago un llamamiento a los Estados este año para que vuelvan a suscribir su compromiso con las poderosas palabras que encierra la Declaración Universal de Derechos Humanos, también pido que vosotros y vosotras defendáis la libertad para vivir sin temor, sin pobreza y privaciones, y que luchéis porque haya justicia, incluyendo justicia climática, para todos y todas.

Vale la pena emplear todos los esfuerzos en pro de esta causa.

Gracias

Este discurso se pronunció originalmente en alemán

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