Zeid afirma ante el Consejo que el asedio y el bombardeo de Alepo “constituyen crímenes de proporciones históricas”
21 octubre 2016
Distinguidos Vicepresidentes del Consejo,
Distinguido Presidente de la Comisión Internacional de Investigación,
Excelencias:
Una vez más, este Consejo ha sido convocado para debatir sobre la deplorable crisis de derechos humanos de Siria. Las violaciones y los abusos que padecen las personas a lo largo y ancho de ese país, comprendidos el asedio y el bombardeo del este de Alepo, no son sólo tragedias, sino que constituyen también crímenes de proporciones históricas.
Más de 300.000 sirios han muerto y un número indeterminado de ellos han resultado heridos y traumatizados en esta guerra civil, que ahora es además un conflicto por procuración, alentado por cínicos intereses regionales e internacionales.
Decenas de miles de personas han sido secuestradas, ejecutadas de modo sumario o detenidas y torturadas arbitrariamente.
Las familias rotas, desarraigadas y desplazadas representan ahora más de la mitad de la población del país. Hospitales, escuelas, mercados, acueductos y panaderías de barrio han sido objeto de ataques deliberados y reiterados. A millones de personas se les deniega cotidianamente los primeros auxilios. Y el ataque perpetrado el mes pasado contra un convoy de ayuda humanitaria llevó estas violaciones del derecho internacional a nuevas cotas de barbarie.
La antigua ciudad de Alepo, una urbe de civilización y belleza milenarias, es hoy un matadero, un escenario espantoso de miedo y dolor, donde los cuerpos sin vida de niños pequeños yacen atrapados en las calles cubiertas de escombros y las mujeres embarazadas son víctimas de bombardeos deliberados. En este mismo momento en que hablamos aquí, cientos de miles de personas están atrapadas en otras 17 poblaciones sitiadas y se enfrentan a la escasez de alimentos, medicinas y otros suministros esenciales, lo que pone en peligro sus vidas. En Deir ez-Zour, Hama, el sector rural de Damasco y numerosas otras zonas, los civiles afrontan graves sufrimientos en medio de los combates.
El fracaso colectivo de la comunidad internacional en la tarea de proteger a los civiles y detener la masacre debería espantarnos a todos. No sólo este conflicto viola todas las normas de derechos humanos, para deshonra nuestra, sino que sus costos gravitarán sobre nuestros hijos y sobre las generaciones venideras. Las fuerzas que el conflicto de Siria desató han difundido el extremismo en la región e incluso fuera de ella. En el mundo entero han ocurrido ataques terroristas vinculados con esta crisis.
El personal de mi Oficina y el de la Comisión han documentado violaciones del derecho humanitario internacional cometidas por todas las partes contendientes en Alepo. Los grupos armados de oposición siguen lanzando proyectiles de mortero y otros explosivos contra los barrios civiles del oeste de la ciudad, pero la gran mayoría de las víctimas civiles resulta de los bombardeos indiscriminados que la aviación gubernamental y sus aliados llevan a cabo contra la zona oriental.
Estas violaciones son crímenes de guerra. Y si se cometen deliberadamente como parte de un ataque generalizado o sistemático contra la población civil, constituyen también crímenes de lesa humanidad.
La responsabilidad de detener la crisis de Siria recae primordialmente sobre el Consejo de Seguridad; pero no es de su exclusiva competencia, por lo que la Asamblea General también puede desempeñar una función al respecto.
Durante las deliberaciones de hoy, insté a los miembros del Consejo de Derechos Humanos a que dejaran a un lado los desacuerdos políticos y se centraran exclusivamente en las mujeres, los hombres y los niños cuyo sufrimiento exige a gritos nuestra ayuda. Ninguna ventaja hipotética en la correlación de fuerzas mundiales puede pesar más que este dolor y estos horrores. Todos nosotros les debemos a los habitantes de Alepo el esfuerzo de buscar un consenso que propicie una acción basada en principios morales. Les insto a que pidan al Consejo de Seguridad que deje a un lado las rivalidades y actúe de manera unánime, en aras de la paz y la seguridad internacional. Debemos utilizar nuestra influencia para propiciar la solución política del conflicto. Es preciso poner fin al suministro de armamento y equipos a las partes en lucha. Y la situación debería remitirse urgentemente a la Corte Penal Internacional. Cada una de las partes en conflicto debe saber que tendrá que rendir cuentas por los crímenes internacionales perpetrados –todas, sin protección ni discriminación selectivas.
En Alepo se debe proceder a una cesación del fuego inmediata, prolongada y que involucre a todas las partes, a fin de permitir el paso de ayuda humanitaria a todo el que la necesite, de manera imparcial e incondicional. Todas las partes deben facilitar asistencia y libre tránsito a todos los civiles que deseen huir, sin aplicar represalia alguna, lo que incluye el cruce de fronteras internacionales. Debe quedar claro que los desplazados conservarán el derecho de regresar a su ciudad y que los civiles que decidan permanecer en Alepo también han de ser protegidos, en virtud del derecho humanitario internacional.
Por último, la incansable labor de la Comisión de Investigación, que honra a este Consejo, requiere el apoyo de todos nosotros. Tanto los miembros de mi personal como los de la Comisión necesitan acceder a los testigos, incluso a los refugiados, para cumplir con nuestros mandatos. Les exhorto a ustedes a que no hagan de este trabajo un instrumento al servicio del rencor político.
Excelencias, en esta crisis de derechos humanos, que es decisiva para nuestra época, es indispensable que expresemos una opinión unánime, en pro de la vida humana y los derechos humanos.
21 de octubre de 2016