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Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Declaración Universal de los Derechos Humanos: Adecuada a su finalidad

Declaración Universal de los Derechos Humanos: Adecuada a su finalidad

04 octubre 2023

Pronunciado por

Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Lugar

Madrid, España

Ministro Albares Bueno,
Vicepresidente de la Comisión Europea,
Queridas Michelle Bachelet, Navi Pillay y Mary Robinson,
Excelencias y queridos amigos,

Estoy especialmente contento de estar hoy aquí, en su compañía, para participar de este debate.

En un año rico en aniversarios y plagado de desafíos, esta conferencia plantea una pregunta candente. ¿Es la Declaración Universal de los Derechos Humanos adecuada para su propósito?

¿Cuál es esa finalidad?

¿Por qué los Estados y los pueblos crearon instituciones, tratados y leyes internacionales al final de la Segunda Guerra Mundial? Y décadas después, en un mundo que cambia a velocidad vertiginosa, ¿siguen siendo pertinentes esas instituciones, tratados y leyes?

Volvamos al principio, a una época cuya turbulencia e incertidumbre resuenan con las nuestras.

Se habían librado dos guerras mundiales en apenas 20 años, a costa de millones de vidas. El Holocausto había desplegado el más abominable sistema de horror y muerte jamás concebido, para asesinar a millones de personas. La bomba atómica trajo al mundo una muerte de un nuevo tipo y a escala masiva. Y países de todas las regiones del mundo se unieron para poner fin a estos agitados ciclos de horror y destrucción y pobreza. En aquel lugar de escombros y lápidas, hace 75 años, elaboraron un mapa.

La Declaración Universal estableció los pasos que alejarían del azote de la guerra. Pasos que permitirían la reconciliación de las disputas, y sociedades que serían más justas, más iguales y, por tanto, más resistentes a las confrontaciones y a los choques. En el centro de esta construcción de un mundo más pacífico, más justo, estaban la igualdad humana, la dignidad humana y los derechos humanos.

El derecho a vivir libre de cualquier forma de discriminación, detención arbitraria y tortura. El derecho a la educación y a una alimentación adecuada; a los servicios de salud; al agua potable; al saneamiento; a la protección social a lo largo de toda la vida; y a la vivienda.  Libertad de expresión, opinión y derecho a la privacidad. Libertad de asociación y reunión pacífica. Libertad de religión o creencia. 

Derecho a condiciones de trabajo justas y equitativas. A un juicio justo y a igual protección de la ley. A participar, libre y significativamente, en los asuntos públicos.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos es el documento más traducido en el mundo. Si pudiéramos medir el número de personas que lo han leído y se han inspirado en él en los últimos 75 años, quedaría muy clara su relevancia para ellas, para sus vidas y sus mentes.

También ha sido una brújula muy práctica, que ha guiado enormes progresos en países de todo el mundo.

Se desmantelaron muchas estructuras que mantenían una grave discriminación racial y de género, especialmente el régimen del apartheid en Sudáfrica. Se lograron enormes avances en educación y salud. También se hizo más evidente la necesidad de gobiernos e instituciones que escuchen, informen e incluyan plena y significativamente a las personas en la toma de decisiones.

Muchos países recuperaron su independencia.

Y las personas recuperaron sus derechos. Quizá lo más importante de todo es que la Declaración Universal inspiró un activismo y una solidaridad vibrantes, creativos y poderosos, que capacitaron a las personas para reclamar sus derechos y participar activamente en sus comunidades y sociedades.

¿Es diferente ahora? ¿Se ha vuelto la Declaración Universal de los Derechos Humanos menos relevante para las sociedades y los individuos?

Hoy, una vez más, nos enfrentamos a enormes desafíos que se agravan unos a otros, creando resultados potencialmente desastrosos para toda la humanidad.

Los conflictos van en aumento, y son despiadados, con una sorprendente falta de respeto por los derechos más básicos de los civiles. Según el Llamamiento de Ginebra, se calcula que 175 millones de civiles viven en lugares controlados por grupos armados.

Nuestro programa de desarrollo, que prometía acabar con la pobreza extrema para finales de esta década, se tambalea, en parte debido a la guerra de Rusia contra Ucrania, con su enorme repercusión en los precios de los alimentos y el combustible.

El racismo y la discriminación -especialmente contra las mujeres y las niñas- están aumentando de nuevo, con retrocesos concertados contra los importantes y significativos avances logrados en las últimas décadas. Las provocaciones deliberadas, como los recientes y despreciables incidentes de quema del Corán, pretenden abrir brechas entre países y comunidades. Las plataformas digitales se están convirtiendo en sistemas de difusión de discursos de odio despiadados contra mujeres y niñas, afrodescendientes, judíos, musulmanes, personas LGBTIQ+, refugiados y migrantes, y muchas personas de grupos minoritarios.

En cada vez más países, las duras restricciones del espacio cívico socavan la imparcialidad de la justicia, la independencia de los medios de comunicación y el espacio para las libertades fundamentales de todos.

Los avances digitales sin control, incluidos la inteligencia artificial, el armamento autónomo y las técnicas de vigilancia, podrían amenazar profundamente los derechos de todas las personas.

Y todas estas tendencias agravan y alimentan la amenaza global y acelerada de la triple crisis planetaria, la principal amenaza para los derechos humanos de nuestra generación.

No se trata de catástrofes naturales. Están provocadas por las personas, son predecibles, increíblemente peligrosas y, al mismo tiempo, pueden gestionarse y resolverse, si los pueblos y los Estados superan las disputas y comparten la labor de construir el camino hacia las soluciones.

Pero, ¿cómo serían esas soluciones?

En primer lugar, debe quedar claro que cualquier solución a los problemas mundiales tiene que superar las divisiones geopolíticas y las brechas que se abren deliberadamente en las sociedades para cosechar estrechos beneficios políticos. Necesitamos un lenguaje común y un sentido de los objetivos comunes para buscar soluciones juntos. En otras palabras, un enfoque ideológicamente neutro, pero que tenga en cuenta los valores profundos y compartidos de la humanidad.

En segundo lugar, las soluciones a los retos actuales del mundo también deben ser coherentes entre sí. Las medidas para impulsar el desarrollo sostenible también deben mitigar el cambio climático y abordar la discriminación sistémica. Si una línea de trabajo socava otra, el resultado es una caótica pérdida de tiempo. Pero si una solución puede apoyarse en otra, estamos avanzando.

En tercer lugar, las soluciones deben despertar nuestros reflejos más profundos: la solidaridad y la empatía. Hoy en día, los más perjudicados son los que menos tienen. En cuanto al cambio climático, por ejemplo, tiene que quedar claro que los países y las empresas que lo han generado deben contribuir a corregir esos males.

En cuarto lugar, las soluciones eficaces también necesitarán la plena contribución de cada miembro de cada sociedad. La participación libre, significativa y activa de todas las personas es esencial para lograr un cambio real. Necesitamos aprovechar la creatividad, las habilidades y las observaciones críticas de todos, y especialmente de aquellos que se ven silenciados y perjudicados por las disfunciones actuales. En todos los aspectos de la toma de decisiones, es vital tender puentes entre las personas -especialmente las más afectadas- y las instituciones del Gobierno y las empresas.

En resumen, necesitamos una orientación que surja de valores arraigados en todas las culturas de la humanidad. Necesitamos objetivos centrales -igualdad humana, dignidad humana, derechos humanos- que abarquen todos los ámbitos de políticas y desafíos. Necesitamos desmantelar la discriminación y otras barreras opresivas a la participación de las personas.

Necesitamos la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Los derechos humanos son el hilo conductor de todas las áreas de trabajo de la ONU y de todo el espectro de la gobernanza nacional. En todos esos ámbitos de actuación, el análisis de los derechos humanos aclara las prioridades y ayuda a establecer objetivos sólidos que promuevan la estabilidad social y económica, la inclusión, el bienestar y la equidad.

Las medidas en materia de derechos humanos son la única forma de hacer que el desarrollo sea integrador, participativo y, por tanto, sostenible. Son la única manera de elaborar leyes justas en las que se pueda confiar para resolver conflictos. Son la única manera de garantizar que las sociedades sean equitativas y que se beneficien plenamente de las contribuciones de cada individuo, sin discriminación ni represión.

La única manera de forjar una paz duradera.

Para crear naciones más seguras, más estables, más respetuosas y más prósperas, capaces de cooperar dentro de un orden internacional justo, independientemente de sus diferentes sistemas políticos.

Afianzar la resiliencia a escala nacional, regional y mundial.

Evitar la desesperación y garantizar que los jóvenes tengan voz y voto en la configuración del futuro de sus sociedades.

Todos los Estados miembros tienen interés en promover un núcleo sólido de derechos humanos en el centro de la política y la gobernanza.
Y cada individuo puede elegir configurar su vida en consonancia con estos valores, entre los que destaca la verdad sencilla y resonante de que todos nacemos iguales en dignidad y derechos.

Independientemente del sexo, la raza, las creencias, la orientación sexual, la discapacidad, la condición de migrante o cualquier otra característica, todos tenemos el mismo valor. Ese es el núcleo de la brújula que hace 75 años guió al mundo para alejarlo de los ciclos de guerra, y es la verdad profunda que hoy puede guiarnos fuera del peligro.

Espero que 2023 sea recordado como el punto de inflexión que renovó nuestro compromiso de resolver los retos a través de los derechos humanos. Este 75 aniversario de la Declaración Universal es una oportunidad para recuperar el espíritu que llevó a su adopción y proyectarla hacia el futuro, como una brújula de navegación y un conjunto de soluciones coherentes y probadas en el tiempo.

La Iniciativa Derechos Humanos 75 que dirige mi Oficina pide a los Estados, las empresas, la sociedad civil y otros individuos y grupos que se comprometan a actuar en favor de los derechos humanos. Estos compromisos se harán públicos en la Reunión de Alto Nivel de Derechos Humanos 75 que organizaremos en Ginebra los días 11 y 12 de diciembre y que, en un espíritu de universalidad, estará conectada con los centros de Bangkok, Nairobi y Panamá.

Espero ver compromisos importantes y catalizadores por parte de España y de otros Estados miembros de la UE.

La política exterior feminista de España está dando lugar a un aumento de la defensa y la acción humanitaria para promover los derechos de las mujeres y las niñas en todo el mundo, incluidas las iniciativas de paz y seguridad, el cambio climático y la protección de las defensoras de los derechos humanos.

Muchas personas de todo el mundo también se han sentido inspiradas por las posiciones decididas y de principios adoptadas recientemente por la selección española femenina de fútbol.

No debe haber lugar en ninguna parte para la discriminación, la humillación y la dominación opresiva y patriarcal de las mujeres, ni dentro ni fuera del campo de fútbol. Ni en las escuelas, ni en la calle, ni en el trabajo, ni en el hogar.

De hecho, no debería haber lugar para ningún tipo de discriminación. Contamos con que España adopte todas las medidas necesarias para erradicar el racismo y defienda una gobernanza de fronteras basada en los derechos humanos y los derechos humanos de las personas migrantes y refugiados.

El legado de la dictadura pesa sobre la historia moderna de este país. Muchas víctimas siguen luchando por hacer efectivo su derecho a la justicia, la reparación y la verdad. Aunque lamento los términos de la Ley de Amnistía de 1977, elogio la gran atención que la exhaustiva Ley de Memoria Democrática del año pasado presta a los derechos de las víctimas, y a las experiencias y derechos específicos de las mujeres y las niñas.

También animo a España y a todos los demás países a capacitar a los jóvenes para que participen de forma significativa en la toma de decisiones a escala nacional que configurarán su futuro. Confío en que los jóvenes de este país tendrán la creatividad y la determinación necesarias para superar nuestros retos globales. 

Este trabajo no es fácil, lo sé. A escala local, nacional y mundial, la tarea de defender los derechos humanos es ardua. El mundo es hoy más complicado y más peligroso de lo que lo ha sido durante décadas.

Pero ese es exactamente el momento adecuado para buscar y encontrar soluciones que reconozcan nuestros intereses comunes y nos unan.
Defender los derechos de las personas y mantener su bienestar es para lo que sirve la gobernanza.

Sí, la Declaración Universal de los Derechos Humanos se escribió en una época anterior al cambio climático. Una época que puede parecer muy lejana. Pero ha sido probada y demostrada. Sus principios son especialmente vitales en tiempos de crisis, cuando el futuro es incierto y parece que las opciones se reducen. Es entonces cuando los valores fundamentales, las lecciones de la historia, pueden guiarnos profundamente hacia el rumbo correcto.    

Gracias, y espero escuchar a mis distinguidas predecesoras.