«Las escenas que se pudieron contemplar el 8 de enero en Brasil, cuando miles de partidarios y partidarias del anterior presidente entraron por la fuerza y causaron destrozos en las sedes de los tres poderes del Estado de Brasil: el Congreso, el Tribunal Supremo Federal y el Palacio Presidencial, resultan alarmantes. 

Condeno este ataque contra el corazón de la democracia brasileña.

La violencia vista el domingo supone la culminación de la tergiversación constante de los hechos y la incitación a la violencia y el odio por parte de actores políticos, sociales y económicos quienes han estado alimentando una atmósfera de desconfianza, división y destrucción desde que rechazaron el resultado de las elecciones democráticas.

La aceptación del resultado de elecciones desarrolladas de forma libre, justa y transparente supone la base de los principios fundamentales de la democracia.  Las acusaciones sin base alguna de fraude electoral socavan el derecho a la participación política.

La desinformación y la manipulación han de terminar.  Insto a los líderes pertenecientes a todo el espectro político de Brasil a cooperar juntos para trabajar para restaurar la confianza en las instituciones democráticas, y para promover el diálogo y la participación públicos.

Al menos ocho periodistas resultaron atacados o vieron cómo su equipo era destruido, lo que supuso que no pudieran cumplir con su función esencial de informar a los brasileños y brasileñas, además de al mundo entero, sobre lo que estaba sucediendo.  Estos últimos ataques confirman una tendencia de incremento de las agresiones físicas contra periodistas en un contexto de niveles elevados de violencia política.

Apelo a las autoridades a llevar a cabo investigaciones con prontitud, que sean imparciales, efectivas y transparentes sobre la violencia acontecida el domingo y para exigir responsabilidades a sus autores. 

Mi Oficina está dispuesta a apoyar el nuevo Gobierno para lidiar con los problemas en materia de derechos humanos a los que se enfrenta Brasil.»

FIN