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Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Rectificar la situación mundial: Declaración del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein

Rectificar la situación mundial

17 mayo 2016

Excelencias, amigos:

El mundo avanza a trompicones de una crisis a la siguiente. La generación que vivió los horrores de la Segunda Guerra Mundial y que, en la estela del conflicto, forjó un marco jurídico e institucional para preservar la paz, va desapareciendo. Ahora vemos políticas y actitudes que nos retrotraen a una etapa anterior. Anexiones inescrupulosas y bombardeos y ametrallamientos de ciudades indefensas. Matones nacionalistas y brutales, que usan a los más vulnerables como chivos expiatorios. Demagogos vanidosos, dispuestos a atizar la violencia, si ésta puede facilitar sus designios.

No obstante, sabemos cómo consolidar la seguridad, la prosperidad y la paz. Esta tarea puede lograrse, y a menudo se logra, mediante la aplicación de simples medidas prácticas.

Fomentamos la confianza.

Promovemos las instituciones del Estado de Derecho, que garantizan una justicia imparcial. La igualdad: todas las personas deben tener muy clara la idea de que, cualesquiera que sean su sexo, raza, etnia, opiniones, creencias, casta u orientación sexual, sus derechos humanos obtienen igual reconocimiento. La confianza únicamente puede consolidarse cuando el gobierno es transparente, permite la participación y rinde cuentas de sus actos. Es preciso garantizar los derechos económicos y sociales fundamentales, como el derecho al agua potable, la educación y la atención médica adecuada. Las libertades de expresión, asociación y creencia deben prevalecer, junto con medios de comunicación sólidos e independientes, a fin de que la población esté plenamente informada y tenga libertad para contribuir con ideas y experiencias, sin miedo a ser atacada.

Paso a paso, esos elementos de justicia, participación, resolución de conflictos y repartición del poder fomentan la confianza y el respeto mutuo. Las querellas y disputas encuentran solución. Esta la manera más eficaz de gobernar, porque los derechos humanos no son conceptos edulcoradas, sino opciones políticas fiables, que propician la construcción de sociedades sólidas y con buena salud económica, en las que prevalece la paz.

En lugares donde esta estructura no se mantiene o la deshacen, trozo a trozo, quienes se aprovechan de ella, nos vemos confrontados a situaciones de pesadilla. Un puño de hierro aplasta toda crítica. La violencia y la discriminación arbitrarias usurpan el sitial del derecho. Lugares donde el odio hierve y la represión lo obliga a  ocultarse, de modo que se encona y genera metástasis que adquieren formas inhumanas y espantosas. Los conflictos, la discriminación, la pobreza, la desigualdad y el terrorismo son desastres creados por el hombre que se refuerzan mutuamente y que devastan actualmente a demasiadas comunidades y personas. Son obras humanas. Y son contagiosas.

La labor de deshacer esta estructura de conflicto y sufrimiento, para instalar en su lugar los procesos que conducen a la dignidad humana, la seguridad y la paz, es la preocupación más urgente del ACNUDH.

Nuestro valor excepcional radica en nuestra función dual: supervisamos –para definir y analizar los problemas- y ayudamos a que esos problemas cambien. Mediante la presentación de informes, evaluaciones e investigaciones exhaustivas, nuestras unidades sobre el terreno definen y otorgan prioridad a las carencias del derecho y las instituciones que causan sufrimientos indebidos a las personas, ya se trate de torturas, ocupación de territorios, opresión de la mujer o discriminación por motivo de etnia o casta. Entonces, sobre la base de nuestra labor de determinación de los hechos, tratamos de ayudar a los Estados para que cambien esos factores.   

Proporcionamos formación a policías y guardianes de prisión sobre cómo interrogar a los reos sin usar la tortura.

Ayudamos a los jueces a aplicar los principios de justicia y derecho respaldados por normas vinculantes de Derecho Internacional y a mantener las garantías relativas a un juicio imparcial con el debido proceso. Fortalecemos a los agentes de base y amplificamos sus voces, lo que incluye a las minorías y los grupos indígenas. Ayudamos en el entrenamiento de las fuerzas armadas, en particular cuando asumen su deber de proteger a los civiles. Elaboramos programas de educación en materia de derechos humanos. Preparamos programas de cooperación técnica, directrices y otras herramientas para asistir a los funcionarios gubernamentales y la sociedad civil en la construcción de instituciones democráticas legítimas y transparentes, y un ecosistema diversificado compuesto por sólidos agentes de la sociedad civil y medios de comunicación independientes.

Esta es la historia de cientos de éxitos discretos, algunos pequeños, pero todos significativos y, en su mayoría, objeto de profunda estimación. Mi oficina no puede responder a las numerosas peticiones de asistencia que recibe, porque nuestros recursos son minúsculos. Para mí es una fuente permanente de sorpresa y desaliento comprobar la extraordinaria pequeñez de los presupuestos de los que disponemos y vuestra ayuda para cambiar esa situación sería un paso significativo para las muchas personas que confían en nuestro trabajo.
           
Mi mensaje de hoy es que podemos situar a nuestro mundo en un rumbo que lo oriente hacia una mayor inclusión, una prosperidad más constante, más justicia, más dignidad, más libertad y más paz. Podemos integrar los derechos humanos. Podemos instar a los dirigentes a que acepten las opiniones de sus pueblos, en vez de aislarse de su recurso más valioso. Es posible prevenir los conflictos. Es posible consolidar la paz, la seguridad y el desarrollo. Piedra a piedra. Igualdad. Dignidad. Participación. Respeto.

El respeto de los derechos humanos ofrece a los Estados una vía para aumentar la estabilidad, no para reducirla. Los derechos humanos fomentan la confianza y la lealtad, y propician las instituciones políticas y económicas. Los derechos humanos no son costosos: no tienen precio. No son lujos de tiempos de paz: son el caballo de batalla, los pilares que sostienen la reciedumbre y la capacidad de recuperación, así como los factores que incrementan la seguridad en las naciones y entre ellas.   

Esa es la esencia de nuestra labor. Pero esta tarea necesita apoyo: dinero, respaldo político y esfuerzos de diversa índole. Muchos de los que están aquí esta noche se cuentan entre quienes nos apoyan: Mi agradecimiento va hacia ustedes. Otros están todavía indecisos: Les aseguro que su ayuda será bienvenida.

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