Skip to main content

Declaraciones y discursos Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Alto Comisionado Türk: mesa redonda sobre el desmantelamiento de las estructuras de poder patriarcal en la Cumbre del Futuro

21 septiembre 2024

Pronunciado por

Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

En

Nueva York - Cumbre del Futuro

Distinguidos y distinguidas participantes,

Colegas,

Es imposible observar el estado del mundo actual y no preguntarse cómo hemos llegado hasta aquí: conflictos, que aumentan de forma aterradora; la intensificación de las desigualdades, con niveles casi obscenos de riqueza concentrados en las manos de unos pocos; y la destrucción incesante de nuestro planeta.

Todo esto es obra y alma de sistemas opresivos.

En todas las regiones, me alarma el dominio continuo de dinámicas de poder muy arraigadas o los intentos cada vez más manifiestos de hacerse con el poder o aferrarse a él.

Habría que preguntarse cómo se puede crear un mañana más pacífico cuando el presente es tan violento y está tan lleno de caos.

Por tanto, el debate de hoy es crucial.

El sistema patriarcal opresivo y obsoleto que desde hace mucho ha intentado subyugar a la mitad de la humanidad se encuentra en el centro de muchos de los problemas que seguimos afrontando —como individuos, a nivel familiar y local, y como comunidad internacional. El poder de reprimir y silenciar, de desatar guerras y sembrar el caos, muy a menudo a manos de hombres enfadados, egoístas y cortos de miras. Esta realidad supone un punto de inflexión esencial para cualquier debate sobre cómo construir un futuro más pacífico.

Un análisis integral del conflicto —que se centre en la experiencia de las mujeres y niñas—contiene lecciones fundamentales para comprender mejor el patriarcado y tratar de contrarrestarlo.

¿Qué les sucede a las mujeres y niñas antes y durante el estallido de un conflicto? Una vez comienza, ¿cómo actúan las mujeres y niñas para mantener a las familias y a las comunidades seguras y funcionales? ¿Quién y de qué manera trata de socavar sus esfuerzos? Se trata de preguntas clave. Sin embargo, las historias de las mujeres apenas se oyen y rara vez se escuchan, salvo más tarde, como víctimas o cifras.

Inevitablemente, las estructuras de poder patriarcal permanecen después de que finalice un conflicto; incluso cuando todo a su alrededor ha quedado destruido. Las necesidades de las mujeres cabeza de familia en comunidades afectadas por conflictos rara vez se atienden con programas de reconstrucción y rehabilitación eficaces y personalizados, con lo cual se favorece la feminización de la pobreza y se perpetúa la brecha de pobreza entre géneros.

Las mujeres crean paz: en los hogares y las comunidades de todo el mundo. Su participación plena ayuda a evitar conflictos y dan mayor efectividad a la consolidación de la paz. La historia está llena de relatos muy inspiradores.

Leymah Gbowee y las damas de blanco de Liberia fueron las impulsoras de las conversaciones de paz que pusieron fin a la guerra civil del país.

Las mujeres desempeñaron un papel fundamental en las conversaciones de paz en Colombia: negociaron altos el fuego locales, garantizaron la liberación de rehenes, destacaron las inquietudes de las víctimas de la guerra y contribuyeron a los mecanismos de reconciliación y rendición de cuentas del acuerdo final.

En Irlanda del Norte, la dedicación valiente de Mo Mowlam a la paz es muy conocida. El Acuerdo del Viernes Santo es la prueba viviente de lo que es posible cuando las mujeres disponen de un sitio en la mesa de negociaciones.

Los estudios muestran que la participación de las mujeres aumenta la probabilidad de un acuerdo de paz con una duración de al menos dos años en un 20%, y con una duración de 15 años en un 35%. Sin embargo, las mujeres han constituido de media menos del 15% de los negociadores de paz entre 1992 y 2019.

Ha llegado el momento de que las mujeres ocupen el lugar que les corresponde, con sitios relevantes en todas las mesas importantes. Antes de que estalle un conflicto, para explicar de qué forma se manifiestan las desigualdades, para destacar los detonantes de la guerra, o para contribuir a las decisiones políticas importantes. Y posteriormente, cuando se negocia la paz.

La influencia del patriarcado se extiende evidentemente más allá del conflicto.

Los antiguos prejuicios regresan para atormentarnos a todos. Me alarma observar cómo se limitan cada vez más los derechos de las mujeres y niñas, a menudo en las esferas más privadas e íntimas.

Los responsables de la adopción de decisiones, muchos de ellos hombres, están cuestionando la sexualidad de la mujer y negándoles el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos. Les indican a las mujeres a quién amar y qué llevar puesto.  Restringen la opción de si van a trabajar y dónde. Crean plataformas de misoginia y odio detestables en la red. Y diseñan sistemas tecnológicos que perpetúan los prejuicios machistas y la discriminación de género.

Colegas,

Las dinámicas de poder patriarcal, antiguas y nuevas, obstaculizan la adopción de medidas importantes para atajar la violencia de género. Los datos de la OMS señalan que 1 de cada 3 mujeres sufrirá violencia de género al menos una vez en su vida. Una de cada tres. Si se dieran los mismos niveles de violencia contra los hombres, ya se hubieran declarado emergencias internacionales en varias ocasiones.

Un cambio transformador y sistémico es necesario y el marco de los derechos humanos nos ofrece una vía para lograr precisamente eso.

Debemos escuchar y respetar la perspectiva de las mujeres y niñas. Incluyendo a las mujeres indígenas, personas con discapacidad, personas de edad, mujeres de minorías raciales, religiosas o étnicas y personas LGBTQI+.

Debemos redoblar los esfuerzos a la hora de garantizar la representación igualitaria e inclusiva de las mujeres en la toma de decisiones. Una sugerencia específica es que los Estados enmienden sus marcos constitucionales y jurídicos para garantizar una paridad de 50/50 entre mujeres y hombres en todas las esferas de la toma de decisiones como principio fundamental.

Debemos entablar diálogos francos y abiertos sobre las posibles tensiones entre las interpretaciones de la religión y la tradición, por un lado, y la igualdad y la elección, por otro.

Debemos garantizar la rendición de cuentas por las violaciones que se cometan, desde la violencia de género al sexismo y la misoginia.

Y debemos invertir en educación basada en los valores universales que todos compartimos; para dotar a los niños y jóvenes de la capacidad de desmontar ideologías patriarcales y desmantelar problemas de poder generalizados, como el racismo estructural.

Distinguidos y distinguidas participantes,

No podemos dejar de presionar, defender, prosperar e invertir hasta que hayamos alcanzado la igualdad.

De lo contrario, la paz seguirá siendo efímera o quedará totalmente fuera de nuestro alcance.

Les aseguro que yo, y mi Oficina, nos solidarizamos con las mujeres de todo el mundo.

Gracias.

VER ESTA PÁGINA EN: