Declaraciones y discursos Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
Jefe de Derechos Humanos visita el paso fronterizo de Rafah con Gaza
08 noviembre 2023
Pronunciado por
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Volker Türk
En
El Cairo
Observaciones en la rueda de prensa del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Volker Türk tras su visita a Rafah, Egipto
Masa' alkhayr, buenas tardes,
Acabo de regresar del paso fronterizo de Rafah: el salvavidas simbólico durante el último mes para los 2,3 millones de habitantes de Gaza.
El salvavidas ha sido injusta y escandalosamente escaso.
En Rafah he sido testigo de las puertas que dan acceso a una pesadilla viviente.
Una pesadilla en la que la población se ha visto asfixiada con bombardeos continuos, llorando a sus familias y luchando por conseguir agua, alimentos, electricidad y combustible. Mis colegas se encuentran entre las personas atrapadas, y entre las que han perdido a familiares y sufrido noches en vela llenas de agonía, angustia y desesperación.
Ya antes del 7 de octubre, Gaza había sido descrita como la mayor prisión al aire libre del mundo, bajo una ocupación de 56 años y un bloqueo de 16 años por parte de Israel.
Las atrocidades cometidas por los grupos armados palestinos el 7 de octubre fueron horrendas, brutales y espantosas, fueron crímenes de guerra, al igual que la retención continuada de rehenes.
El castigo colectivo que Israel infringe a la población civil palestina también constituye un crimen de guerra, como también lo es la evacuación forzosa e ilegal de civiles. Los bombardeos masivos de Israel han matado, mutilado y herido en especial a mujeres y niños. El último balance de víctimas del Ministerio de Sanidad de Gaza supera las 10.500 personas, entre ellas más de 4.300 niños y niñas y 2.800 mujeres. Toda esta situación tiene un coste insoportable para la población civil.
Nos hemos despeñado por un precipicio. Esto no puede seguir así.
Incluso en el contexto de una ocupación de 56 años, la situación actual es la más peligrosa en décadas, y a la que está sometida la población de Gaza, Israel, Cisjordania y también la de la región.
Durante mi visita, escuché muchas inquietudes sobre el doble rasero ante este conflicto. Permítanme ser claro: el mundo no puede permitirse un doble rasero. Al contrario, tenemos que insistir en las normas universales con las que se debe evaluar esta situación: el derecho internacional humanitario y de derechos humanos.
Y esas normas son claras: las partes en conflicto tienen la obligación de tomar siempre precauciones para preservar a la población civil y los bienes de carácter civil, una obligación que sigue siendo aplicable durante todos los ataques. Las acciones de una parte no eximen a la otra de sus obligaciones en virtud del derecho internacional humanitario. Están prohibidos los ataques contra las instalaciones médicas, el personal médico y las personas heridas y enfermas.
Y la ayuda debe llegar a todos los necesitados. El papel de Egipto ha sido fundamental en muchos aspectos, e indispensable para la entrada de ayuda humanitaria a Gaza y la salida de heridos de Gaza. Pero la ayuda llega a cuentagotas y tiene un alcance geográfico muy escaso. Asimismo, las obligaciones de Israel como potencia ocupante siguen siendo plenamente aplicables y le exigen que garantice el máximo de necesidades básicas a todas las personas necesitadas.
La población sigue siendo muy vulnerable en todas las zonas de Gaza. Existe una necesidad humanitaria imperiosa y urgente de llegar a la población cada vez más aislada, como las zonas norte y central de Gaza, desconectadas de la ayuda limitadísima que entra en Gaza. En los últimos días, mis colegas han recibido información sobre un orfanato en la provincia del norte con 300 niños y niñas que necesitan ayuda urgente. Con las comunicaciones cortadas y las carreteras de acceso intransitables e inseguras, no podemos llegar hasta ellos.
En el último mes, Gaza también ha sufrido cortes completos de las comunicaciones al menos en tres ocasiones, lo cual ha dejado incomunicada a la población palestina de Gaza de sus familias dentro de la franja y del mundo exterior. Los cortes tienen consecuencias graves para los equipos de rescate que luchan por encontrar y rescatar a las víctimas de los ataques, para las familias que tratan de conocer la situación de sus seres queridos y acceder a la atención médica de urgencia, así como para poder supervisar y documentar la situación sobre el terreno.
Los periodistas que intentan documentar e informar sobre la situación en Gaza han pagado con sus vidas. Al menos 32 periodistas palestinos y palestinas han muerto en Gaza en el último mes.
Hoy he conocido a Ikram en el hospital de El Arish, al norte del Sinaí. Ikram estaba embarazada de ocho meses cuando su abdomen fue alcanzado por metralla. SPerdió al bebé y tuvo que someterse a una histerectomía. Está viva, pero sus ojos parecían apagados. También conocí a Mohammad, de 12 años y procedente de Jabaliya, quien sufrió lesiones en la columna y fracturas óseas. Mohammad llegó a Rafah solo. Nos cuenta que no recuerda lo que ocurrió, pero la conmoción de su rostro era evidente.
Lo que quieren los extremistas es que miremos el mundo en blanco y negro, sin la perspectiva del dolor que hay al otro lado. No podemos dejarnos llevar por esta visión monocromática del mundo.
En lo más profundo de mi corazón, siento el dolor, el enorme sufrimiento de cada persona que ha perdido a un ser querido —en un kibutz, en un campamento de refugiados palestinos, escondido en un edificio o mientras huía en busca de una seguridad esquiva—. Todos y todas debemos sentir este dolor común y poner fin a esta pesadilla.
Hago un llamamiento —con carácter urgente— para que las partes acuerden un alto el fuego sobre la base de tres imperativos fundamentales en materia de derechos humanos:
Necesitamos la entrega urgente de grandes volúmenes de ayuda humanitaria en toda Gaza.
Necesitamos la liberación inmediata y sin condiciones de todos los rehenes retenidos desde el 7 de octubre.
Y, fundamentalmente, necesitamos establecer el espacio político necesario para poner fin de forma duradera a la ocupación, con base en los derechos de palestinos e israelíes a la autodeterminación y en sus intereses legítimos de seguridad.
Ya no basta con decir que la ocupación de 56 años debe acabar. La comunidad internacional debe participar en la búsqueda de un futuro justo y equitativo para los pueblos palestino e israelí.
Son sus únicas esperanzas de paz.
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