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Declaraciones y discursos Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Odio religioso: Türk apela a elaborar un nuevo contrato social basado en la confianza y el respeto

05 octubre 2023

Pronunciado por

Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

En

Contrarrestar el odio religioso que constituya incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia (resolución 53/1 del Consejo de Derechos Humanos)

Lugar

Ginebra

Sr. Vicepresidente,
Excelencias,
Distinguidos delegados y delegadas,

Como bien sabe este Consejo, el diálogo es clave para el mutuo entendimiento.

Promueve la tolerancia. Fomenta la confianza y el respeto por los demás seres humanos.

A pesar de esto, el diálogo pacífico, y la coexistencia pacífica, se encuentra cada vez más fracturado en todo el planeta por culpa de los discursos y las acciones que buscan dividir, exarcerbar y difundir el odio.

Desde que el Consejo celebrara su debate urgente sobre esta cuestión en julio pasado, la quema en público del Corán ha continuado produciéndose en algunos países.

Quiero destacar una vez más que rechazo con contundencia estos actos irrespetuosos y ofensivos, de forma especial aquellos que tienen el objetivo manifiesto de provocar la violencia y promover la división. Son actos que han tenido un profundo impacto personal para millones de personas y comunidades, y que afecta al corazón de su identidad y valores.

La resolución 53/1 del Consejo de Derechos Humanos subrayaba con gran preocupación los incidentes en aumento de profanación de lugares de culto y de símbolos religiosos en todo el mundo, a la vez que demandaba acciones inmediatas para hacerles frente.

Como respuesta, mi Oficina se encuentra trazando una hoja de ruta para su seguimiento.

El diálogo de hoy supone solo el primer paso.

Hemos realizado un llamamiento a todos los Estados y otros interesados para que aporten sus comentarios sobre esta resolución, y además en los próximos meses facilitaremos un amplio proceso de consulta con vistas a elaborar recomendaciones sobre los siguientes pasos a adoptar. Espero con interés recibir sus puntos de vista y sus medidas propuestas, en especial las que tengan base en las experiencias vividas y en su comprensión del asunto. Ya hemos recibido varias respuestas de Estados Miembros, y sabemos de la llegada inminente de otras.

Espero que este proceso proporcione en última instancia un plan para que los países adopten marcos legales y de aplicación de la ley además de políticas firmes destinadas a contrarrestar el azote del odio religioso, en consonancia con la normativa internacional de derechos humanos, y para actuar con rapidez con el fin de garantizar la rendición de cuentas. Espero además poder debatir estas cuestiones con mayor profundidad en los próximos dos períodos de sesiones del Consejo, incluyendo la presentación del informe de mi Oficina en junio del año que viene.

Sr. Vicepresidente,

La resolución 53/1 demanda que yo actualice al Consejo hoy acerca de los diversos motivos, causas originarias y repercusiones para los derechos humanos del odio religioso que constituye incitación a la discriminación, hostilidad o violencia, y a que ponga de relevancia las lagunas que hay en los marcos existentes sobre aplicación de la ley, así como en los marcos nacionales, legales y de políticas.

Durante siglos, el odio religioso al igual que todas las demás formas de odio, ha estado enraizado en los prejuicios, la ignorancia, o el miedo arraigado a el otro.

En los legados más profundos y dolorosos de conflictos pasados, cuando la religión fue utilizada como arma y manipulada para obtener ganancias políticas.

En la falta de comunicación, en los malentendidos, en las mentalidades etnocéntricas las cuales alimentan la creencia de que un grupo es superior al otro.

Cuando se riegan las raíces, estas se arraigan al terreno, y crecen con mayor profundidad y fuerza.

El odio religioso se ve impulsado hoy día por múltiples factores.

Políticos y líderes que promueven políticas que dividen, polarizan y suprimen las voces discrepantes.

Una marea creciente de populismo caracterizada por políticas identitarias peligrosas que se nutren del nacionalismo y de sembrar el miedo.

O por sistemas educativos que fallan a la hora de enseñar a sus alumnos y alumnas respeto, tolerancia y comprensión.

El discurso de odio religioso, un fenómeno que dista mucho de ser algo nuevo, se despliega ahora sin que se le pongan límites. Los algoritmos en línea de las redes sociales amplían los discursos de odio y multiplican la ignorancia.

Vemos como se repiten los casos de islamofobia que se derivan de prejuicios irracionales similares a los que se produjeron tras los ataques del 11 de septiembre. De forma especial en Europa, Asia y Norteamérica, los estereotipos dañinos están cada vez más arraigados. Comunidades enteras son deshumanizadas, donde las mujeres y niñas musulmanes suelen ser las que padecen los insultos verbales, la intimidación física y las amenazas de muerte, o, incluso peor, actos reales de violencia.

Pero el discurso religioso, y el discurso de odio que lo amplifica, no entiende de fronteras, y su ámbito de aplicación no atiende a fronteras. Por todo el planeta, este discurso se dirige también contra ahmadíes, Baháʼís, budistas, cristianos, hindúes, judíos, sijs, yazidíes, además de ateos y muchos otros más.

Las consecuencias para los derechos humanos del odio religioso y la discriminación son más que evidentes.

Estos elementos frustran los avances sociales, excluyen y polarizan.

Perpetúan la desconfianza y los estereotipos que socavan la dignidad humana.

Humillan, y pueden además conducir a la incitación al odio, o a la propia violencia.

Pueden erosionar la cohesión social.

Tiene un impacto real en las vidas de las personas. En su seguridad física. En su capacidad para disfrutar sus derechos a participar, a asociarse libremente, a opinar, a vivir sin violencia ni discriminación. En su capacidad para expresar su fe de forma libre y sin miedo.

Sr. Vicepresidente,

Ante estas consecuencias que se sienten en el mundo real, las lagunas que existen en los marcos legales, de políticas nacionales y de aplicación de la ley están permitiendo que el odio y la discriminación se vayan colando poco a poco en el sistema.

Los Estados Miembros pueden y deben hacer más.

Las iniciativas de formación dirigidas a agentes encargados de hacer cumplir la ley y al poder judicial, a actores religiosos, profesores y profesionales de los medios de comunicación, para combatir el odio religioso, han de formar parte de un enfoque más exhaustivo que integre un mayor entendimiento de las religiones, una mejor comprensión y sensibilidad, además de medidas claras para hacer frente a la discriminación.

En algunos países, las minorías religiosas se enfrentan a discriminación grave en el trabajo, a la hora de buscar vivienda, en sus interacciones con los sistemas de justicia penal, entre muchas otras situaciones.

Continúan existiendo perfiles religiosos en las medidas de seguridad nacional.

Además, las políticas migratorias y sobre refugiados que parecen favorecer a personas de algunas tradiciones religiosas sobre otras pueden tener consecuencias dramáticas sobre el derecho a solicitar y obtener asilo, así como para la protección y ayuda que se destina a los y las migrantes. Son las que impregnan ideas de doble rasero a la hora de ponderar el valor del ser humano.

También vemos como muchos Estados no cumplen con sus obligaciones internacionales para promulgar y aplicar leyes integrales contra la discriminación, y además no se les conceden reparaciones a las comunidades cuando sus derechos son violados.

La denegación a personas y comunidades afectadas por el odio religioso a participar en los procesos de toma de decisiones sobre políticas que afectan directamente a sus vidas, cierra la puerta a la posibilidad de diseñar soluciones que puedan funcionar realmente.

Con esto no podemos decir que los gobiernos no están empleando esfuerzos para combatir el odio religioso en sus leyes y políticas. Muchos de ellos sí lo están haciendo. No obstante, estas leyes y políticas deben ser concebidas con sumo cuidado, empleando para ello medidas proporcionadas que se puedan aplicar de forma equitativa. Cuando leyes de este tipo se basan en la censura, la supresión y la discriminación, estas pueden llegar a silenciar la crítica y el debate legítimos, e impedir en lugar de proteger el ejercicio de la libertad de religión o creencia, así como otros derechos fundamentales.

Sr. Vicepresidente,

El hacer frente a estas cuestiones tan sumamente complejas va más allá de los marcos legislativo y de aplicación de la ley.

Estas exigen de enfoques diferenciados y personalizados para los cuales las Naciones Unidas ha desarrollado una serie de instrumentos pertinentes. El Plan de Acción de Rabat, creado por mi Oficina, puede ayudar a discernir la fina línea que separa la libertad de expresión y la incitación, haciendo una evaluación del contexto, hablante, intención, contenido, alcance y probabilidad del daño en cada caso particular. La Estrategia y Plan de Acción de las Naciones Unidas para la lucha contra el Discurso de Odio tiene el objetivo de respaldar a los gobiernos, el sector privado y las sociedades para luchar contra el discurso de odio, de forma conjunta. En un informe, reciente, el Secretario General destaca el poder transformador del aprendizaje entre pares con el fin de fomentar el respeto y el entendimiento entre religiones y creencias. Y además el marco «Fe Religiosa para los Derechos Humanos» facilita la reflexión interdisciplinar y la toma de medidas contra la incitación al odio religioso.

No obstante, tal como ha demostrado claramente la quema de Coranes, así como otros muchos incidentes de odio religioso en todo el mundo, se necesita hacer mucho más para combatir las causas originarias y los factores que conducen al odio.

Necesitamos acabar de forma activa con los estereotipos dañinos.

Campañas de información pública que celebren la diversidad.

Sistemas educativos inclusivos y no discriminatorios.

Que todas las plataformas de redes sociales asuman sus responsabilidades, escuchando a las personas afectadas, y actuando sin demora aplicando políticas de moderación de contenidos que respeten los derechos humanos.

Medios de comunicación influyentes, independientes y diversos que puedan informar de forma crítica.

Rendición de cuentas, justicia y reparaciones para las personas que padezcan discriminación.

Y datos y estudios que ayuden a formular políticas basadas en pruebas, no en percepciones.

El diálogo que estamos manteniendo hoy supone el primer paso en este proceso, un proceso que yo confío que identifique y promueva soluciones imaginativas basadas en la tolerancia, el respeto y la diversidad.

Un punto clave para mi Oficina consistirá en seguir desarrollando nuestra labor fijándonos en las principales empresas de redes sociales y en cómo están implementando los Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Tenemos la intención de llevar a cabo investigaciones y análisis en profundidad para analizar la adecuación de las políticas existentes y para poner al descubierto los planteamientos descoordinados que existen en el sector.

Sr. Presidente,

Para superar el odio religioso se necesita de un contrato social renovado, que tenga la confianza y el respecto como pilares.

Donde todo el mundo, sin importar en quién o en qué crean, pueda participar en un diálogo seguro y sano.

Porque sabemos que los discursos provocativos o los ardides publicitarios premeditados tienen muchas menos probabilidades de tener éxito a la hora de incitar al odio y la violencia en aquellas sociedades que fomenten la tolerancia, la igualdad, la transparencia y la diversidad.

Donde las instituciones del Estado funcionen con eficacia y den prioridad a la causa de los derechos humanos.

Y donde prosperen los valores fundamentales de la confianza, la compasión y el respeto, los cuales son comunes a todas las religiones.

Sé que podemos trabajar todos juntos y juntas para lograr este objetivo común.

Gracias