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Declaraciones y discursos Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Erradicar el antisemitismo

Evento paralelo: Redoblar los esfuerzos mundiales en la lucha contra el antisemitismo: un imperativo de derechos humanos

13 septiembre 2023

Pronunciado por

Volker Türk , Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

En

54ª sesión del Consejo de Derechos Humanos

Lugar

Ginebra

Excelencias,
Colegas y amigos:

Para mí, este es un tema muy personal. Yo crecí en Austria, 20 años después de la Segunda Guerra Mundial, conmovido por los crímenes abominables que se habían cometido en mi propio país. Los pogromos contra los judíos. La confiscación de bienes, las deportaciones de familias enteras, los campos de concentración.

El Holocausto nazi, el exterminio sistemático de seis millones de judíos -un millón y medio de ellos menores de edad- junto con los asesinatos en masa de gitanos, eslavos, personas con discapacidades, homosexuales y miembros de los movimientos de resistencia es una mancha indeleble sobre la historia de la humanidad y, en particular, sobre la historia de Europa.

El antisemitismo ha sido una lacra durante muchas generaciones. Las cicatrices que ha dejado no pueden sanar. Pero sí podemos y debemos aprender de ellas. El movimiento contemporáneo de los derechos humanos, la Declaración Universal y la Carta de las Naciones Unidas se han configurado con este imperativo de aprender cómo superar el odio y la ignorancia que alimentan la discriminación y la violencia.

Hemos aprendido, primeramente, que todo genocidio comienza con discursos de odio y con actitudes que deshumanizan al prójimo.

Aprendimos que para contrarrestar de manera eficaz estas manifestaciones de odio, debemos actuar con premura y abordar sus raíces profundas. La reducción de buena parte de la población a un solo grupo definido por determinadas señas de identidad, sobre el cual se proyectan todas las quejas y frustraciones. El impulso hacia el dominio y el control. En el fondo, la creencia de que no somos iguales, que los seres humanos pueden clasificarse en categorías superiores e inferiores; que algunas personas valen menos y por eso merecen menos respeto. Es un esfuerzo por justificar la supremacía. 

Y esa es una zona peligrosa.

El lunes pasado me refería a la política de distracción, división y engaño. Se trata de un truco antiguo y perverso: suscitar el odio e incitarlo continuamente, cultivarlo para recabar apoyos, hasta que la violencia estalla y se descontrola.

El antisemitismo es una modalidad muy antigua y perniciosa de esta política y, sorprendentemente, se manifiesta una vez más. Pero no es un fenómeno aislado. Me preocupa también profundamente el continuo aumento de la islamofobia, del odio contra los migrantes, los refugiados y las minorías, comprendidos los gitanos; el racismo profundo contra los afrodescendientes y los pueblos indígenas, así como muchas otras formas de discriminación y xenofobia.

Las nuevas tecnologías y las redes sociales propician la circulación de caricaturas y teorías racistas a mucha mayor velocidad y salvando las distancias, lo que constituye una grave amenaza para nuestra urdimbre social.

Debemos redoblar los esfuerzos para frenar el vilipendio de las personas y la discriminación, los insultos y las agresiones físicas que suelen acompañarlo. Debemos rechazar con más energía el odio y las mentiras. Debemos velar por que el debate público refleje las verdades fundamentales acerca de la equidad y la igualdad de derechos a la dignidad de todos los seres humanos. Debemos hacerlo por el bien de todos.

La Estrategia y el Plan de Acción de las Naciones Unidas sobre el discurso de odio establece 13 compromisos esenciales para abordar las causas profundas, los vectores y los agentes del discurso de odio. Este documento resume las estrategias que, por nuestra experiencia en las Naciones Unidas, sabemos que funcionan.

Las señales tempranas, como el discurso de odio, requieren también reacciones tempranas.

Los gobiernos han acordado que tienen la responsabilidad de defender a todas personas contra el odio. Es preciso que tomen medidas al respecto.

Deben garantizar que las leyes prohíban la incitación a la violencia, la discriminación y la hostilidad, tanto si se expresan por motivo de raza, creencia, nacionalidad, sexo, género o cualquier otra característica.

Los delitos de odio son especialmente repugnantes y deben tratarse como tales. Las víctimas de esos delitos deben saber que la sociedad va a responder con el poder del liderazgo y toda la fuerza de la ley para deslegitimar a sus autores y llevarlos ante los tribunales.

Para ir más a fondo e intentar contrarrestar las tendencias a normalizar el odio en la sociedad, es preciso aplicar estrategias más dinámicas.

Es preciso reformar los sistemas educativos, para asegurar que puedan abordar todas las modalidades de discursos de odio y para que preparen a los alumnos para detectar e impugnar las teorías de la conspiración.

También se necesitan campañas para sensibilizar más a la población sobre la atroz repercusión del antisemitismo y todas las demás formas de prejuicio -incluido el dolor que causan el discurso de odio y los comentarios denigrantes.

Tenemos que celebrar activa y públicamente el valor de la diversidad humana.  Y la información sobre dónde las víctimas pueden hallar apoyo, justicia y reparación debe circular ampliamente.

Debemos asegurarnos de que estos esfuerzos se promueven enérgicamente en línea.  Las redes sociales han desempeñado una función terrible en la difusión del odio, al realzar su presencia hasta convertirlo en una importante corriente social.  Ahora deben contribuir a frenar la circulación del discurso de odio y la desinformación. Quienes no participen en estas medidas deberían responder de su inacción. No hay excusa para alimentar el veneno del odio.

Yo he criticado enérgicamente la campaña de troleo que se lleva a cabo en una plataforma de Internet contra la Liga Antidifamación, después de que esta organización pidiera medidas para limitar el volumen del discurso de odio.

Las empresas deberían ser más transparentes en relación con sus políticas sobre el discurso de odio y también deberían aplicar esas políticas de manera más eficaz. Deberían asegurarse de que las personas pueden denunciar con más facilidad esos discursos de odio y que esos informes se traducen en las acciones adecuadas. Todas las plataformas digitales deben mejorar mucho los esfuerzos que realizan para luchar contra ese discurso en idiomas distintos del inglés y conceder aún más atención a los ámbitos donde las alarmas tempranas apunten a un aumento del discurso de odio.

Los dirigentes políticos y religiosos tienen la responsabilidad particularmente importante de expresarse con claridad, firmeza y rapidez en contra de la intolerancia, la falta de respeto y el discurso de odio.

Dentro de poco, en este periodo de sesiones del CDH, hablaré sobre la necesidad de contrarrestar la incitación al odio religioso, que constituye una incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia.

La realidad es que, en tanto que personas, todos somos miembros de la misma familia humana. Las mayores amenazas que afrontamos nos afectan a todos. El cambio climático, la contaminación ambiental, el saqueo y la devastación de la diversidad y los recursos del planeta, las pandemias, la pobreza, la violencia y la injusticia de todo tipo.

Cada persona que resulta injuriada, rechazada o maltratada, o que se ve impedida, por una red de discriminación sistémica, de alcanzar sus objetivos vitales, representa una pérdida para todos nosotros y un rechazo terrible a esta verdad fundamental, proclamada nítidamente hace 75 años: todos somos iguales, en dignidad y derechos.

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