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Comunicados de prensa Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

20º Simposio SwissFoundations Declaración principal por la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet

02 junio 2021

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2 de junio de 2021

Dr. Richard Brogle,
Dr. Lukas von Orelli,
Sra. Katharina Guggi,
Estimados miembros de Swiss Foundations,
Colegas,
Amigos, 

Agradezco la invitación para intervenir en este importante foro, el cual se considera el mayor evento filantrópico de Suiza.

Durante más de un año, nos hemos enfrentado a desafíos que aun estamos esforzándonos por entender en su totalidad. 

Un virus devastador que se ha cobrado más de 3,5 millones de vidas en todo el mundo y que ha mantenido separados a familias y amigos durante meses o más tiempo.  Una crisis socio-económica que no se había visto durante generaciones.  Una emergencia sanitaria que no puede ser respondida con negación y desinformación.  La revelación definitiva de una pandemia inaceptable de desigualdad y discriminación. 

En medio de tanta incertidumbre, una cosa está clara: en pocas ocasiones hemos sido testigos antes de una demostración tan poderosa del valor de los derechos humanos. 

La COVID-19 y sus repercusiones han venido alimentándose de y agravando las deficiencias en la protección de los derechos humanos.  Aquellos que ya se encontraban en situaciones de gran vulnerabilidad, cuyas voces han sido histórica y sistemáticamente silenciadas, han sido los que han sufrido las peores consecuencias. 

Estas personas incluyen mujeres y niñas, poblaciones indígenas, personas afrodescendientes, personas LGBTI, migrantes y refugiados, personas con discapacidades, y las personas privadas de libertad, entre otros grupos.

De hecho, la pandemia corre el peligro de revertir los logros arduamente obtenidos en desarrollo e igualdad de género y además nos ha desviado aun más de nuestra trayectoria para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible. 

Nos obliga a volver a valorar la situación de las injusticias, las desigualdades y la discriminación arraigada de todo tipo, así como la degradación medioambiental y otros desafíos. 

Estas son cuestiones que necesitamos resolver urgentemente. 

Toda crisis importante puede suponer una puerta a cambios y transformación.  En mi opinión, la COVID-19 ha revelado qué cambios han de llevarse a cabo y cuáles tienen que ser esos cambios. 

Estamos ahora ante una encrucijada. 

Con tantos sectores de la economía y sociedad de todos los países en un estado ruinoso debido a las múltiples y superpuestas repercusiones de la pandemia, volver a construir es algo urgente.  Esto exige enormes inversiones y ofrece a cada sociedad el tener que elegir: 

Esforzarse para volver a la denominada normalidad que fue la que en realidad nos trajo a esta situación en primer lugar. 
Emprender esfuerzos desorganizados y parciales que puede que den como resultado sistemas incluso peores que los del pasado. 

O, aprender de las lecciones de esta crisis para recupernos mejor, corrigiendo sistemas y normas disfuncionales, y dirigiéndonos hacia mejores políticas y sociedades más cohesionadas y más resilientes. 

Colegas, 

Para mí, no hay ninguna duda en este punto.  Nos enfrentamos a una obligación. 

Recuperarnos mejor es un deber.  Un deber que, de hecho, es muy posible de llevar a cabo. 

Ya contamos con una vacuna contra la injusticia, pobreza, desigualdad, conflictos, subdesarrollo, y catástrofes medioambientales.  Es una vacuna formada por medidas que desarrollamos después de otras crisis globales anteriores, incluidas dos guerras mundiales, una pandemia y crisis financieras. 

Esta vacuna tiene el nombre de derechos humanos. 

Tenemos que afianzar nuestros esfuerzos en los derechos humanos, construyendo un nuevo contrato social con oportunidades para todos, tal como alentó el Secretario General en su «Llamamiento a la Acción por los Derechos Humanos». 

Permítanme que les esboce tres lecciones principales que mi Oficina ha aprendido a través de nuestra labor en el contexto de la pandemia.

En primer lugar, tal como mencioné hoy anteriormente, la COVID-19 se ha cebado en las fracturas sociales y económicas que han creado las deficiencias en la protección de derechos humanos.  Esta incapacidad de larga data para erradicar la discriminación, abordar las desigualdades y dar prioridad a la realización progresiva de derechos económicos, sociales y culturales es la que ha hecho que las sociedades sean tan vulnerables. 

La segunda lección extraida de la pandemia es el poder de las políticas y medidas con base en los derechos humanos. Para dejarlo claro: debemos sustentar los esfuerzos de la respuesta ante la COVID-19 en los derechos humanos, ya que las soluciones con base en los derechos humanos son eficaces.

En algunos países, hemos visto el socorro de asistencia práctico que proporcionan las inversiones en atención sanitaria y protecciones sociales accesibles, las cuales protegen a las personas de los peores impactos de las crisis económicas y sociales. 

El Nuevo Contrato Social que reclama el Secretario General debe abordar las causas de la desigualdad.

Y puede conseguirlo combatiendo la discriminación, creando servicios de acceso universal, incluyendo educación de calidad, y ofreciendo igualdad de oportunidades para todos. 

Dando prioridad a los sistemas que hacen realidad el derecho a protección social y salud para todos, incluyendo la cobertura sanitaria universal.  Sistemas que nos harán más resilientes a los desafíos que sin dudan aun tenemos que enfrentar, incluyendo la emergencia climática. 

Animando a una participación pública de gran alcance en el desarrollo de políticas que serán más efectivas ya que se basarán en las realidades y necesidades de la población. 

Y voy a resaltar esto una vez más: las vacunas contra la COVID-19 deben ser distribuidas como un bien público global. 

Me inquieta ver cómo las desigualdades históricas, tanto dentro como entre países, vuelven a repetirse en la distribución de las vacunas. 

Las vacunas deben llegar a todo el mundo; deben ser asequibles y accesibles. 

Es evidente que solamente estaremos seguros cuando todo el mundo esté seguro.

No obstante, como pudimos ver, las profundas desigualdades, incluyendo el acceso a asistencia sanitaria, han sido un problema grave incluso antes de la pandemia. 

Para reparar el daño ocasionado, debemos recuperarnos construyendo sociedades justas, sostenibles y respetuosas con el medioambiente y respetando los derechos humanos de todos los miembros de la sociedad. 

Este es el significado general de recuperarse mejor.

Y, finalmente, la tercera lección es que nuestro mundo será más fuerte y resiliente con solidaridad y cooperación mutua.    Sin estas asociaciones entre sectores y entre naciones, los pobres quedarán aun más relegados y todo el mundo, en distinto grado, seguirá sufriendo.  

Es cada vez más evidente que una crisis sin precedentes exige de una cooperación sin precedentes.

Necesitamos de la participación activa de todos los sectores de la sociedad.

Solidaridad es la palabra a la que debemos acudir constantemente; es el motor básico detrás de todas las acciones de respuesta y recuperación. 

A ese respecto, estimados amigos, no puedo dejar de destacar la importancia de la filantropía en estos tiempos que corren.

En efecto, las fundaciones pueden desempeñar un papel clave en los esfuerzos del todo el mundo por recuperarnos mejor. 

Centrándonos en las transformaciones que son necesarias para crear cambios positivos en derechos humanos a largo plazo. 

Y apoyando a las organizaciones de la sociedad civil y los defensores de derechos humanos en un contexto preocupante de reducción del espacio cívico. 

En verdad, la comunidad filantrópica ha demostrado una gran flexibilidad y agilidad, tanto en términos de respuesta sanitaria global, así como a la hora de respaldar a las organizaciones con base en la comunidad, manteniéndolas operativas en un momento crítico.  Vuestra contribución a mantener el espacio cívico ha sido sumamente valiosa.

Por último, les invito a usar un enfoque basado en los derechos humanos a la hora de conceder sus subvenciones.  Esto es algo que la Human Rights Funders Network, juntamente con otras asociaciones de donantes, lleva esforzándose por implementar.  Ahora, más que nunca, las organizaciones de la sociedad civil, activistas, así como las comunidades más afectadas por la pandemia deben participar en el establecimiento de prioridades de aquellas necesidades que han de ser atendidas y la asignación de recursos de concensión de subvenciones. 

Queridos amigos, 

Con sus enfoques innovadores, las fundaciones pueden ser también actores clave para cumplir con la agenda global 2030. 

El Llamamiento a la Acción por los Derechos Humanos del Secretario General, así como su llamamiento anterior para una mayor cooperación entre las Naciones Unidas y el sector privado, ofrecen nuevas bases para las alianzas entre el sector público y el privado. 

Les voy a ofrecer un ejemplo: el pasado septiembre de 2020, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Pacto Mundial de las Naciones Unidas y la Cámara de Comercio Internacional crearon el Mecanismo Mundial de Colaboración con el Sector Privado frente a la COVID-19, que aglutinó a socios de los sectores público y privado con el fin de ayudar a las comunidades locales a recuperarse mejor de la pandemia, funcionando inicialmente en Colombia, Ghana, Filipinas y Turquía. 

Colegas, 

Los derechos económicos, sociales y culturales son esenciales para la dignidad humana. 

La COVID-19 también nos ha demostrado lo imprescindible que es la Agenda 2030, la cual se sustenta en los derechos humanos. 

Los efectos de décadas de inversiones insuficientes en servicios públicos son ahora todavía más evidentes. 

La pandemia explotó las deficiencias en asistencia sanitaria, protección social, vivienda, saneamiento, condiciones de trabajo decentes y sistemas educativos.  La pandemia ha empeorado mucho más estas deficiencias, destruyendo sectores enteros de la economía global; arrojando a millones de personas a la pobreza, empujando a los sistemas de asistencia sanitaria hacia su colapso; y privando de educación a millones de niños.  Y demostró hasta qué punto estas deficiencias en la protección de derechos humanos terminan perjudicando no solamente a las personas directamente afectadas, sino que también, de forma más amplia, al conjunto de la sociedad. 

La Agenda 2030 es nuestro proyecto para hacer frente a estos desafíos tan apremiantes. 

Para hacerlo realidad, en especial a la vez que nos recuperamos de la COVID-19, se necesitan transformaciones sociales y económicas que vayan en la dirección de una mayor inclusión e igualdad, en particular en igualdad de género. 

En este sentido, las inversiones públicas en estos sectores son fundamentales en pro del interés colectivo y para la buena gobernanza. 

Son las que sientan las bases para una recuperación sólida sustentada en los derechos y que sitúe a las personas en su centro. 

Además, son básicas en la transición hacia el desarrollo sostenible y la neutralidad en emisiones de carbono, en línea con la Agenda 2030 y el Acuerdo de París. 

Queridos amigos, 

Este ha sido un período de tragedia humana, con grandes trastornos económicos y sociales. 

Para recuperarnos mejor, como es nuestro deber, se requiere una intensificación de las alianzas entre sectores. 

Estas incluyen a nosotros en las Naciones Unidas y ustedes, la comunidad filantrópica. 

Trabajemos juntos para avanzar en el programa de derechos humanos y conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible. 
Así es como podemos garantizar que nadie se queda atrás. 

Confío en que ustedes se unan a nosotros. 

Gracias.