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Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Red 20/20 : El Futuro de los Derechos Humanos Estado de los derechos humanos en el mundo tras la COVID-19 Declaración de Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

29 octubre 2020

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29 de octubre de 2020

Saludos. Gracias por invitarme a hablar con este público en este momento tan crítico para todos los países.  

Nos enfrentamos a una pandemia global, a catástrofes climáticas y, relacionado con estos dos factores, a una recesión global de gran magnitud.  

Con la COVID-19, una crisis sanitaria global que avanza rápidamente ha venido a sumarse a numerosas crisis más lentas, y más arraigadas, de tipo político, social y económico que ya existen en todo el planeta. Estas múltiples fracturas subyacentes, las cuales nos han hecho más vulnerables a este virus, además de agravar las consecuencias del mismo, son resultado de lagunas en la protección de los derechos humanos.  

La discriminación y las desigualdades causan un enorme sufrimiento para las comunidades que las soportan, además de aumentar la vulnerabilidad de todo el conjunto de la sociedad.  

La represión contra las personas que expresan críticas, o que manifiestan su opinión sobre políticas, nos privan a los demás de las aportaciones positivas de las experiencias, contribuciones y opiniones de todos. 

La COVID-19, la cual se aprovecha de estas vulnerabilidades y fallos en la protección, está haciendo tambalear los cimientos de nuestro mundo, creando caos e inseguridad en todos los países. No obstante, la COVID-19 también nos está enseñando varias lecciones.  Ustedes me han pedido mis reflexiones actuales sobre cuál será el escenario mundial para los derechos humanos una vez que acabe la pandemia. Pero yo creo que eso dependerá en gran parte en cómo y a qué velocidad comprendamos y apliquemos las lecciones aprendidas. 

Para mí, la primera lección que deja la COVID-19 es la demostración del profundo valor que tienen las estrategias basadas en los derechos humanos.  

La COVID-19 funciona al igual que un detector de calor el cual busca las brechas en la protección de los derechos humanos, a la vez que se alimenta de estas lagunas, haciéndolas más grandes y amenazando a las sociedades.

Las desigualdades y la discriminación no solamente perjudican a las personas que sufren su impacto directo e injusto. También crean ondas expansivas que dañan a toda la sociedad, como hemos podido ver claramente con la aparición de la COVID-19.  

Políticas que defiendan nuestra igualdad, y que ofrezcan un acceso universal e igualitario a protecciones sociales y a la sanidad. Instituciones que fomenten el respeto por las opiniones y derechos de todos los miembros de la sociedad. Leyes que demanden políticas responsables y acceso a la justicia, las cuales ayuden a conseguir una mayor resiliencia social y económica: estos principios, puestos en práctica, son la base para la prosperidad y la estabilidad política.  

Estas leyes protegen a las personas vulnerables, además de a todos nosotros, de los peores efectos de las crisis, lo que significa que también nos ayudan a evitar una escalada de las tensiones y el descontento que ocasionan violencia y conflictos.  

En otras palabras, para poder atravesar esta pandemia en condiciones de seguridad, necesitamos más empoderamiento, además de una mayor participación por parte de la sociedad civil.  Es preciso construir sistemas basados en los derechos humanos, para proteger y valorar a las personas, que son el mayor recurso de cualquier país y lo único realmente esencial. Tenemos que diseñar políticas basadas en los derechos humanos, la democracia y el estado de derecho, de modo que podamos reducir al mínimo las devastadoras consecuencias sociales, económicas y humanitarias de la COVID-19 y logremos reconstruir nuestras sociedades y hacerlas más resilientes y más justas.

Hay una segunda enseñanza que me gustaría destacar, una lección del pasado, aunque sigue siendo tan relevante y capaz de cambiar vidas como lo fue en 1963, y es cuando Martin Luther King escribió en su carta desde una prisión en Birmingham, Alabama, que todos nosotros "estamos atrapados en una red ineludible de reciprocidad, unidos en un único tejido del destino. Lo que afecta a uno directamente, afecta a todos indirectamente."

Para protegernos de forma efectiva ante las crisis, todos necesitamos de políticas que no sean exclusivamente nacionales, sino también regionales y globales, y que den prioridad a los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.  

Debemos reunir apoyos globales en pro de un crecimiento sostenible, inclusivo y sensible con el clima, tanto en nuestros países como en todo el mundo.  

Porque nadie está seguro si no está seguro todo el mundo. Y debe quedar claro para todo el mundo que si todos hubiéramos hecho un mayor esfuerzo por cumplir con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, se habría conseguido mitigar una gran parte del sufrimiento que vemos hoy en día. Necesitamos urgentemente seguir avanzando en esa agenda durante la próxima década. 

Porque sí, el mundo se recuperará de la COVID-19. La pregunta es si nos recuperaremos mejor. Este será uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo. 

Podemos reconstruir de tal forma que defendamos los derechos humanos, sabiendo que estos principios crearán sociedades más resilientes, inclusivas, sostenibles y ecológicas. En ese caso, no podremos prevenir o evitar todas las crisis, pero sí sobreviviremos a esas crisis en mejores condiciones. Ya que son estos principios los que construyen sociedades más estables, más pacíficas y más adaptables, con diálogo, cooperación y respeto.

Espero con interés nuestro debate.  

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