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Child Rights Connect - Asamblea General de 2020

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25 junio 2020

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Discurso de Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

25 de junio de 2020

Saludos,

Me complace dirigirme a ustedes hoy. La pandemia ha cambiado muchas cosas en nuestra forma de trabajar, aunque no ha debilitado nuestra determinación común de avanzar en la protección y el fomento de los derechos de los niños.

La relación entre Child Rights Connect y mi Oficina se remonta a varias décadas. Incluye la colaboración con el Comité de los Derechos del Niño, así como en foros internacionales, tales como el Consejo de Derechos Humanos, la Asamblea General y el Foro político de alto nivel. Se trata, ante todo, de generar un impacto sobre el terreno, de forma que todos los niños puedan disfrutar de los derechos humanos y que ninguno de ellos se quede atrás.

Es una suerte contar con esta asociación sólida y fundamental, a medida que los niños del mundo afrontan retos nuevos, y muy peligrosos.

La pandemia de la COVID-19 tiene consecuencias devastadoras a corto, medio y largo plazo para los niños y sus derechos. Amenaza con retrasar la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los cuales constituyen aspectos fundamentales de los derechos de los niños, de su bienestar y de su desarrollo.

Según ha informado UNICEF, a menos que no se adopten medidas urgentes para proteger a las familias ante las repercusiones económicas de la pandemia, el número de niños que vive por debajo del umbral de pobreza nacional* en los países de ingresos bajos y medios podría aumentar en un 15 por ciento en 2020, y alcanzar los 672 millones.

El Programa Mundial de Alimentos estima que el número de niños de corta edad que sufre malnutrición aguda* podría incrementarse en 10 millones este año, lo que supone un aumento del 20 por ciento de las tasas mundiales.

La pandemia también ha afectado al derecho a la educación. El mes pasado, se informó de que cerca de 1,6 mil millones de niños no pudieron asistir a las escuelas. Muchos Estados han establecido un cambio a la educación a distancia en línea, decisión que aumenta el riesgo de que numerosos niños se queden atrás, al haber casi un tercio de jóvenes en el mundo sin acceso a Internet . El cierre de los colegios, junto con el impacto socioeconómico más amplio de la epidemia, también aumenta la exposición de los niños a la amenaza de la violencia doméstica, del trabajo infantil*, del matrimonio infantil, y de la mutilación genital femenina*.

Asimismo, la COVID-19 constituye una amenaza considerable para los derechos de los niños a la supervivencia y al desarrollo, así como al disfrute del más alto nivel posible de salud. El acceso a servicios básicos se ha visto interrumpido, incluso la asistencia sanitaria y las vacunas, así como servicios clave para los niños con discapacidades*. Los efectos de la pandemia sobre el desarrollo de la primera infancia* también exponen a los niños de corta edad al riesgo de consecuencias físicas, socioemocionales y cognitivas devastadoras durante sus vidas.

Además, las muertes infantiles podrían aumentar debido a las dificultades financieras y al declive económico mundial provocado por la pandemia. Hay algunos niños que carecen de acceso regular a alimentos nutritivos durante el confinamiento o debido a las dificultades financieras relacionadas con la COVID-19. Por ejemplo, 368,5 millones de niños de 143 países generalmente dependen de la alimentación escolar para recibir comidas nutritivas diarias.

Los niños de comunidades que son especialmente vulnerables a la pandemia ya se han visto muy afectados. Entre ellos, se encuentran los miembros de poblaciones indígenas, las minorías raciales o religiosas, los migrantes, las personas en zonas de conflicto, además de las personas que viven en la pobreza, que posiblemente vivan en condiciones de alojamiento precarias y superpobladas.

Este panorama desolador —que solo he esbozado— muestra claramente cómo la COVID se interrelaciona con las desigualdades socioeconómicas y la discriminación, las cuales repercuten gravemente en los niños en la actualidad.

También afectará a su futuro. En una encuesta amplia de la OIT,* alrededor de la mitad de los jóvenes alumnos han manifestado que probablemente concluirán sus estudios con retraso, y el 10 por ciento prevé que no podrán terminarlos. Con arreglo a un baremo normalizado para la evaluación del bienestar mental, más de la mitad han pasado a encontrarse en situación de vulnerabilidad frente a episodios de ansiedad o depresión desde que comenzó la pandemia.

El argumento de reconstruir sociedades mucho más resilientes no puede ser más claro. Los Estados necesitan adoptar medidas inmediatas para proteger mejor a los niños en este momento, así como en los próximos meses y años. Tenemos que reconstruir mejor a fin de estar más preparados para futuras crisis.

El llamamiento que realizó el Secretario General el mes pasado sobre la protección de los derechos de los niños antes y después de la COVID-19 pedía la ampliación de programas de protección social para llegar a los niños más vulnerables, y esfuerzos por garantizar la continuidad y el acceso justo a los servicios centrados en la infancia, desde la escolarización, los programas de nutrición, la vacunación y otras atenciones materno-infantiles, hasta programas comunitarios de protección infantil. Promovía el apoyo práctico a los padres y los cuidadores, incluidos la comunicación con los niños, la gestión de la salud mental de todos los miembros de la familia y herramientas que apoyen el aprendizaje.

Mi Oficina colabora con otros socios de las Naciones Unidas para hacer avanzar una respuesta multisectorial y basada en los derechos de los niños ante la pandemia, por parte de las Naciones Unidas y de los Estados miembro. Tenemos que disponer de información más desglosada y transparente, y de una mayor solidaridad, con un apoyo reforzado para los países en desarrollo, sobre todo para los sistemas sociales y de protección infantil. Necesitamos fomentar políticas sociales que reduzcan mejor las desigualdades y ayuden más a las autoridades a elaborar una planificación en aras de mejores servicios sociales y protección infantil en el futuro.

El Comité de los Derechos del Niño también ha publicado una declaración importante sobre la repercusión de la COVID-19 en los niños, y ha pedido a los Estados que protejan los derechos de estos con la priorización de la protección infantil, la asistencia sanitaria, el agua, el saneamiento y los servicios de registro de nacimientos, así como con la liberación de los niños de todas las formas de detención, siempre que sea posible.

La pandemia y la recesión concomitante repercuten en la disponibilidad de los recursos. Sin embargo, no nos podemos permitir eliminar de nuestras prioridades los derechos de los niños.  La prioridad debe seguir siendo los intereses de los niños en todas las decisiones que se tomen con respecto a ellos. La asistencia sanitaria para ellos, su educación y el fomento de sus derechos económicos y sociales son fundamentales en sí, pero también impulsan sociedades más sostenibles y exitosas.

Las respuestas de los Estados a la COVID-19 tienen que adoptar un enfoque eficaz y basado en los derechos de los niños que antepongan a aquellos en condiciones más vulnerables, al mismo tiempo que se avanza en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

La sociedad civil tiene un papel fundamental en este contexto. Necesitamos el compromiso total de la sociedad civil para detectar las deficiencias en la protección del niño, defender mejores soluciones sobre el terreno, apoyar a los niños, además de proteger y fomentar sus derechos.

También necesitamos escucharlos. Deben ser informados en un lenguaje apropiado para ellos, y deben ser partícipes en los debates sobre las políticas relativas a la COVID-19. La participación de los niños también es un elemento indispensable en reconstruir mejor. Esto supone consultarles, escucharlos e incorporar sus opiniones en las respuestas. La sociedad civil desempeña un papel importante a la hora de apoyar a los niños mediante estos procesos.

Asimismo, es importante que las enseñanzas adquiridas sobre la protección de los derechos de los niños en esta pandemia se apliquen en otras crisis, incluida la crisis climática. Se trata de un tema de gran preocupación para los niños y los jóvenes, y un ámbito en el que los defensores de los niños y los jóvenes han liderado el camino en los últimos años. Nos encantará escuchar a los defensores de los niños —incluso, de ser posible, a la red de Child Rights Connect— en el próximo debate del Consejo de Derechos Humanos sobre los derechos de los niños respecto a un entorno sano.

Finalmente, me gustaría agradecerles a todos las contribuciones valiosas que han aportado a los derechos de los niños del mundo. Mientras realizan su labor en contextos muy distintos, y a menudo muy complicados, siguen ampliando nuestro conocimiento sobre los derechos de los niños en el terreno, y las soluciones a esos problemas. Todos nosotros podemos aunar fuerzas en pro de los derechos humanos, y ustedes lo están haciendo.

Defender los derechos humanos de otras personas significa retroceder al presenciar la discriminación o el abuso, y avanzar cuando el derecho al acceso a los servicios esenciales se ignora.

Supone resistir la tentación de odiar, lo cual parece estar en aumento en muchas sociedades, y defender la justicia.
Las acciones de ustedes ayudan a cambiar sus sociedades, y nuestro mundo. Vinculan nuestras sociedades con los valores fundamentales de la decencia, la equidad y la comprensión, y fluyen en una confianza mutua y un respeto más profundos.

Espero con interés sus preguntas.

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