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Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

La Plataforma de Dublín para defensores de derechos humanos de 2019 2 de octubre de 2019Castillo de DublínDeclaración de las Naciones Unidas Alta Comisionada para los Derechos Humanos Michelle Bachelet

02 octubre 2019

Amigos y colegas,
Compañeros defensores de derechos humanos:

Estoy encantada de reunirme hoy aquí con tantos defensores de derechos humanos del mundo entero. Más que ningún otro colectivo, ustedes marcan la diferencia sobre el terreno y realizan aportes positivos a la vida de las personas. Ustedes cuentan con mi respeto, apoyo y gratitud por los sacrificios individuales que llevan a cabo.

Tal como nos recuerda este acto, nosotros constituimos algo más que un simple agregado de personas. Somos una fuerza colectiva que actúa en defensa y promoción de los derechos humanos en una era de retos mundiales sin precedentes: cambio climático, deforestación, populismo, seguridad del agua y los alimentos, mundialización y automatización crecientes de la industria, movimientos demográficos sin precedentes y muchos otros factores. Nunca antes había sido tan importante la defensa y promoción de los derechos humanos.

En los últimos meses hemos visto cómo la población de diversas regiones del mundo –entre otras las de Hong Kong, Rusia, Papúa Indonesia, la zona de Cachemira bajo administración india, Honduras y Zimbabwe—ha salido a las calles para exigir algo esencialmente humano: el derecho a participar en la toma de decisiones que afectan a su vida y su futuro. A pedir que se respeten sus derechos humanos.

En nuestra condición de activistas de derechos humanos, nuestra función en estos procesos consiste en servir como una especie de intermediarios: difundir las opiniones de quienes corren el riesgo de no hallar una audiencia atenta, plantear a veces asuntos difíciles o defender a quienes otros tratan de silenciar.  

Esta función es crucial pero no siempre es bien recibida. Tanto los Estados como otros agentes tratan de obstaculizarla. A los grupos de la sociedad civil se les aplican límites en materia de financiación y complicadas reglas de inscripción. Los defensores de derechos humanos se enfrentan cada vez más al abuso y el acoso en las redes informáticas, a la desinformación y las calumnias. Se hace un uso indebido de los sistemas de justicia penal para atacar a grupos y personas.

Quienes matan, agreden y acosan, tanto si lo hacen por encargo de los Estados como si están auspiciados por otros grupos, tienen posibilidades de salir impunes de sus delitos.

Las expresiones públicas en contra de los derechos humanos van en aumento. Incluso algunos Estados están adoptando un argumentario hostil a los derechos humanos y a quienes los defienden. Se injuria y agrede a las minorías. Los derechos de la mujer sufren retrocesos y hay resistencia al progreso.

Amigos y colegas:

En ocasiones la escala de los problemas individuales y mundiales que afrontamos puede parecer abrumadora. Sabemos que en los asuntos internacionales las mareas suben y bajan. ¿Cómo podemos, entonces, anclarnos a las rocas del derecho humanitario internacional y el derecho internacional de los derechos humanos, ahora que sube la marea del populismo y crecen los problemas en el mundo entero? 

En primer lugar, es fundamental que logremos reconstruir el consenso mundial en torno a la Declaración Universal de Derechos Humanos –y yo estoy totalmente comprometida a utilizar mi mandato para contribuir a la consecución de este objetivo--. No debemos permitir que arraigue el argumento de que la participación de la sociedad civil es inútil o, lo que sería aún peor, que es peligrosa.

La participación de la sociedad civil es indispensable para toda democracia y para cualquier colectividad. Cada uno de ustedes conoce sin duda ejemplos de sus efectos, desde las comunidades indígenas hasta las grandes ciudades. Ningún lugar del planeta es lo suficientemente remoto como para que los derechos humanos no se vean amenazados allí y ninguna ciudad es lo suficientemente vasta como para que las personas dejen de tener significado o dejen de ser titulares autónomos de derechos humanos.

En todos esos lugares, la gente siempre tratará de mejorar su vida y su futuro. Es un deseo humano básico. Por consiguiente, es indispensable que presionemos a los Estados para que cumplan con su obligación de proteger a todos los activistas de derechos humanos y al espacio cívico, que insistamos en que se tomen en serio su deber en tanto que Estados y que podamos denunciar sus incumplimientos en este ámbito.

Cuando los conductos de la sociedad civil operan con fluidez, hay debates dinámicos, libertad de pensamiento y expresión, y participación en los asuntos públicos. Eso se traduce en democracias más sanas, beneficios para la economía y mejor protección social. También significa mejores servicios en sanidad, educación, vivienda, y seguridad en lo tocante al agua y los alimentos. Cuando se acalla el debate y se silencian las voces opositoras, aumenta la represión, las tensiones y el riesgo de que la ira estalle. En esas situaciones la verdad perece y medra el populismo.

Los principios fundamentales de las Naciones Unidas exponen claramente que la sociedad civil no es un ornamento opcional para los Estados. La DUDH estipula que la gente tiene derecho a hacer no solo lo que el Estado quiere, sino también otras cosas que tal vez desagraden al Estado. Las personas tienen derecho a sostener opiniones diferentes de las de sus gobiernos, a movilizar a otros con fines legítimos y a protestar contra las decisiones políticas. Nada de eso es delito ni equivale a un acto terrorista. Son derechos humanos fundamentales.

Amigos y colegas:

Junto con esta labor esencial de reconstruir el consenso, quisiera en segundo lugar destacar otras dos maneras en las que podemos fomentar los derechos humanos y promover el trabajo de sus defensores: la conexión y la comunicación.

Nuestra generación de activistas de derechos humanos dispone de medios extraordinarios de conexión y comunicación, mediante el uso del espacio cibernético. Las redes sociales han democratizado el intercambio de información. Podemos establecer redes de defensores de derechos humanos en los países y las regiones, y suscitar apoyo internacional para causas específicas. Podemos interpelar más directamente a nuestros dirigentes políticos. Podemos destacar los problemas y celebrar los éxitos.

Podemos apoyarnos mutuamente con más eficacia en caso de agresión. Podemos contar nuestras historias a un público más numeroso. Allí donde el espacio cibernético esté disponible y los gobiernos no lo restrinjan deliberadamente, no dependeremos de los medios de prensa tradicionales ni de las campañas de comunicación para denunciar públicamente los abusos y las vulneraciones de derechos humanos.

Nuestra capacidad de generar consenso está directamente vinculada a nuestra capacidad de conectarnos y comunicarnos, tanto entre nosotros mismos como con el público en general. Como parte de lo anterior, debemos redoblar nuestros esfuerzos en el plano de las ideas. Podemos crear una visión que muestre a la gente el mundo que quisiéramos construir, un mundo en el que los defensores de derechos humanos puedan trabajar con seguridad y llegar a las personas, para instarlas a defenderse de las violaciones. Un mundo en el que la gente comprenda que los derechos humanos atañen a todos y donde todos estén dispuestos a defenderlos.

Amigos y colegas:

Espero que todos podamos participar en esta labor común orientada a generar consenso, conectar y comunicar. A medida que desglosemos esta tarea, país por país y tema por tema, podremos evaluar la “salud” de cada Estado en materia de derechos humanos, con dos conjuntos de preguntas esenciales:

El primero atañe al espacio colectivo. ¿Reconoce el Estado como derechos la participación y las libertades de expresión y asociación? ¿Genera el Estado ámbitos donde la gente puede expresar sus ideas e influir en las decisiones que afectan a su vida y su futuro? ¿Existen conductos mediante los cuales las personas pueden contribuir a la sociedad, formarse una opinión y expresar sus ideas de manera pacífica? ¿Garantizan las autoridades la existencia de una Internet libre y de fácil acceso, que propicie el debate crítico y la “batalla de ideas”?

El segundo conjunto tiene que ver con el respeto a las personas que operan en ese espacio colectivo. ¿Reconoce y respeta el Estado la función decisiva de los defensores de derechos humanos? ¿Elogia su trabajo y sus contribuciones? ¿Les brinda protección? ¿Monitorea la situación y aborda los problemas que aparecen?

El desempeño de los Estados en estos dos ámbitos es muy revelador, porque los derechos humanos existen en sociedades dinámicas, no en espacios estáticos. A cada ley o mecanismo de protección que se promulga, corresponde un nuevo retroceso. Junto con los ataques habituales contra los activistas de derechos humanos, vemos ahora el uso de dispositivos de vigilancia, las campañas de desinformación en línea, el bloqueo de cuentas y sitios web, e incluso la desconexión total del acceso a Internet. Estas dificultades se agravan cuando se trata de mujeres, minorías religiosas o étnicas, migrantes o defensores de los derechos del colectivo LGBTI.

Es fundamental que aprovechemos la capacidad de generar consenso, la conexión y la comunicación para reestablecer el círculo virtuoso en el que el disfrute de los derechos humanos produce sociedades mejores, lo que a su vez permite un disfrute más pleno de los derechos humanos, que inducen una mejora aun mayor de esas mismas sociedades. Esta labor tiene que llevarse a cabo simultáneamente en el plano internacional y en el plano local. Ambos son complementarios entre sí. 

Amigos y colegas:

Todavía no sabemos cómo quedará el mundo al concluir el periodo actual, marcado por problemas sin precedentes. Como expresó la escritora estadounidense Toni Morrison en 2015: “Sé que el mundo está herido y sangra, pero, si bien es importante que no hagamos caso omiso de su dolor, también es esencial que nos neguemos a perecer por su malevolencia”.   

Algunos de nosotros tal vez estemos heridos y sangremos en nombre de los derechos humanos, otros hemos atendido y consolado a activistas heridos y ensangrentados, y aun otros habrán contado sus historias. Lo que no debemos hacer es rendirnos y guardar silencio.

Muchas gracias. Espero con interés las preguntas que deseen formular.

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