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Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Jornada anual sobre los derechos del niño

04 marzo 2019

Declaración inaugural de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Michelle Bachelet
en el 40º período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos

Sr. Presidente,
Excelencias,
Colegas y amigos:

Me complace darles la bienvenida a esta reunión, que nos ofrece una oportunidad crucial para centrar la atención en el empoderamiento de los niños con discapacidades y hacer realidad sus derechos, en particular mediante la educación inclusiva. 

Hemos logrado grandes avances desde que en 1989 se aprobó la Convención sobre los Derechos del Niño. Ese instrumento ha llegado a ser el tratado de derechos humanos que más ratificaciones ha recibido, con las que los Estados se han comprometido a hacer realidad los derechos de los niños. Pero incluso al celebrar este trigésimo aniversario, hemos de reconocer que persisten algunas verdades incómodas: millones de niños en el mundo entero padecen todavía una denegación cotidiana de derechos y un número más que proporcional de esos menores tiene alguna discapacidad.

De hecho, los niños con discapacidad, cuyo número se calcula en 93 millones, tienen más probabilidades de que sus derechos sean vulnerados desde el momento en que nacen. Es probable que su nacimiento no se inscriba en el registro civil. Pueden ser internados en instituciones que les privan del derecho al hogar y la familia, no apoyan su derecho a la educación y donde corren el riesgo de sufrir violencia, abuso y desatención. Sus opiniones no se tienen en cuenta, ni siquiera en aspectos decisivos, tales como el lugar donde van a residir, las personas con las que van a compartir su vida o cuáles son sus mejores intereses. Esos menores afrontan peligros especiales en situaciones de conflicto o en crisis humanitarias.

Excelencias:

Ante estas realidades inaceptables, solo podemos dar una respuesta: redoblar nuestro compromiso de empoderar a todos los niños, incluso a los que tienen discapacidades, de manera que podamos hacer realidad los derechos de los que son titulares. El empoderamiento es a la vez el medio y el resultado final del respeto y la aplicación de los derechos humanos. Ese proceso permite que los niños se integren plenamente en sus familias, comunidades y sociedades, y les asegura protección contra la violencia y el abuso. Y, un aspecto decisivo: garantiza que se presta atención a sus puntos de vista.

En el núcleo de este empoderamiento está la educación inclusiva. Este tipo de enseñanza es más que una simple transmisión de conocimientos a los niños. El derecho a la educación es un factor multiplicador que puede usarse para hacer realidad los derechos humanos. No es posible exagerar su importancia. Se trata de empoderar a los niños mediante el fortalecimiento de sus opiniones para que participen en sus comunidades, salgan de la pobreza por su propio esfuerzo y se protejan de la explotación. Como ha explicado reiteradamente el Comité sobre los derechos de las personas con discapacidad, ese empoderamiento entraña una transformación de la cultura, las políticas y las prácticas necesarias para acomodar la diversidad e identidad de todos los alumnos –de modo que la educación inclusiva es un derecho de todos los estudiantes y beneficia a la sociedad en su conjunto.

La educación inclusiva es una vía específica para crear sociedades integradoras. Pero hay obstáculos que es preciso reconocer y comprender, para poder desmantelarlos. 

Algunas de estas barreras son de índole práctica. Por ejemplo, cuando las escuelas no cuentan con los equipos adecuados o adaptados. La educación inclusiva no se ocupa únicamente de ingresar a los niños con discapacidad en las escuelas normalizadas y esperar a que se adapten a los requisitos habituales.

Se trata de adaptar los sistemas, los métodos pedagógicos y las instalaciones para garantizar que los estudiantes pueden incorporarse y acomodarse plenamente.

La estigmatización y la discriminación, la falta de conciencia o las creencias infundadas de que los niños con discapacidad no pueden aprender constituyen otro tipo de barreras. (Hoy, algo más tarde, escucharemos los relatos de algunas de estas experiencias, a fin de mejorar nuestra comprensión). 

Los datos –o más bien la falta de datos- es otro obstáculo importante. Millones de niños con discapacidad quedan al margen de la enseñanza porque nadie está midiendo adecuadamente su número y sus necesidades.

Y sabemos que las niñas pueden perder su autonomía por motivos de género o discapacidad, así como por otras razones. Estas formas múltiples que discriminación que se solapan exigen nuestra urgente atención.

Señor Presidente:

Aunque estos retos son considerables, las oportunidades de superarlos son aún mayores. En el último informe sobre la materia que mi Oficina presentó al Consejo, hice hincapié en recomendaciones concretas sobre cómo es posible empoderar a los niños con discapacidad para que puedan decidir por sí mismos y colocarlos en plano de igualdad con los demás menores. Este proceso exige la defensa de sus derechos en las leyes, políticas y estrategias nacionales en todos los ámbitos, y la erradicación de los estereotipos nocivos y la discriminación, de manera que puedan vivir con sus propias familias y sus comunidades. Asimismo, requiere la urgente generación de las estadísticas necesarias para poner de manifiesto las lagunas existentes y aprovechar los logros.

Al poner en práctica estas recomendaciones, Estado por Estado, estaremos en condiciones de cumplir con los compromisos contraídos en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, con la plena participación de todos, incluso de las niñas y los niños con discapacidad. La única manera de alcanzar el ODS 4, relativo a garantizar la educación equitativa e inclusiva para todos de aquí a 2030, es velar por que los niños con discapacidad reciban especial atención en los planes y las medidas de cada país.

Muchas gracias.


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