Senegal: conocer sus derechos para evitar abusos
17 febrero 2016
Maïmouna Gaye* tenía apenas 15 años cuando empezó a trabajar como empleada del hogar en Dakar, la capital de Senegal.
“Yo vivo con mis padres y hermanos y nuestra situación siempre ha sido muy difícil. Quería ayudar a mis padres, porque yo soy la mayor de sus hijos”, dice Maïmouna.
Al principio, su patrona parecía una persona amable. Le ofreció un empleo como trabajadora doméstica interna, con un fin de semana de asueto cada 15 días para que pudiera visitar a su familia en Pikine, uno de los suburbios de la capital. Y accedió a pagarle 25.000 CFA (50 dólares estadounidenses) al mes, la mitad de lo que adolescente había pedido. “Pensé en la situación en la que mi familia y yo vivíamos e inmediatamente acepté la oferta, para ayudar a mis padres”.
Su primer día de trabajo comenzó a las 7 de la mañana. Fue a la hora de preparar el almuerzo cuando se enteró de que su patrona tenía siete hijos, seis de los cuales regresaban al hogar en periodos de vacaciones y el séptimo iba a almorzar a casa diariamente durante la pausa escolar.
“La patrona empezó a regañarme diciendo que yo trabajaba muy lentamente y que su hijo tenía que comer pronto para volver a la escuela. No se preocupó en lo más mínimo de si yo estaba hambrienta o no, porque no había comido nada en todo el día”, recuerda Maïmouna con angustia. “Cuando terminaron de comer, sólo quedaban unos restos de verduras y un pedacito de pescado. Al final, no comí nada; me acosté a las 10 de la noche, en la habitación del perro, junto a la cocina”.
El segundo día de trabajo de Maïmouna era el primer día del Ramadán, la principal celebración religiosa de Senegal, que exige que los musulmanes ayunen del amanecer a la puesta del sol durante un mes. Su patrona le dijo que se ocupara de la ropa de la familia.
“No podía lavarla toda sin ayuda. Y pensé: ‘no puedo vivir otro día como el de ayer’. Entonces me decidí a llamar a mi madre y explicarle la situación. Ella me dijo que regresara a nuestra casa”.
A diferencia de otros jóvenes empleados del hogar del mundo entero que son objeto de abuso similares, Maïmouna conoce ahora sus derechos. La joven se ha convertido en miembro activo del Club de Ciudadanía y Derechos Humanos, fundado en diciembre de 2014 en la escuela secundaria a la que asiste, la CEM Les Martyrs de Thiaroye.
Maïmouna se afilió al club porque “quería contribuir a la lucha contra los abusos que padecen las empleadas domésticas y las niñas sin escolarizar”.
El club de derechos humanos cuenta con 20 miembros, escogidos por su compromiso con esos derechos, que se reúnen todas las semanas. Los afiliados han mostrado un interés creciente en el activismo, lo que ha generado nuevas conductas. Muchas jóvenes han experimentado la realidad de la violencia en la escuela o el hogar, así como el alto riesgo de embarazo precoz. El club proporciona un importante espacio para hablar de estos temas, acceso a la información y la documentación que pueden ayudarles, y una red de apoyo entre coetáneos, factores que contribuyen a que las niñas conozcan mejor sus derechos y no abandonen los estudios.
“El club celebra sesiones de información y educación con dibujos, presentación de películas y debates temáticos. También organizamos reuniones en torno a tazas de ‘ataya’ (té en lengua wolof) con alumnos de nivel tres y cuatro”, relata Maïmouna. “Los maestros que desean participar en el club pueden actuar de moderadores en estas reuniones. Cada semana se explica y debate en clase un artículo de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que luego se exhibe en la escuela”.
El club sirve de ejemplo a otras escuelas que desean participar en la campaña. Este año se fundó en la escuela de Maïmouna otro club, dedicado al medio ambiente.
El ACNUDH ha apoyado al club desde su creación con ayuda económica e instrumentos para promover el empeño de sus miembros de educar a sus coetáneos en temas de derechos humanos. El ACNUDH trabaja además para sensibilizarlos hacia la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) y los tratados y órganos de derechos humanos de las Naciones Unidas, en particular los relacionados con el acceso a la educación para todos.
“Para nosotros es una prioridad difundir los derechos humanos consagrados en la Declaración Universal y hacerlos parte de nuestra vida y conducta cotidianas”, dijo Andrea Ori, Representante Regional de la Oficina del ACNUDH en África Occidental.
“La idea es lograr que los jóvenes cambien sus hábitos; que muestren más activismo en la vida cotidiana. Los estudiantes ya realizan campañas en sus asociaciones de barrio. Esto los impulsará a convertirse en ciudadanos modelos”, dice Maïmouna. “Su actividad recibe buena cobertura de prensa, lo que ha contribuido a fomentar el debate público. Los estudiantes tienen la suerte de conocer ahora sus derechos humanos y saben con qué autoridades locales y nacionales tienen que colaborar para promoverlos”.
*No es su nombre real
17 de febrero de 2016