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Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Türk: «Es necesario que exista una Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en todos los lugares.»

24 mayo 2023

AC Volker Türk en la conferencia de prensa en la sede de Naciones Unidas en Ginebra, 24 de mayo de 2023

Declaración de apertura por parte del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Volker Türk en su conferencia de prensa en la sede de las Naciones Unidas en Ginebra

En diciembre del año pasado, presenté nuestra conmemoración de un año de duración del 75º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Desde ese momento hemos lanzado una serie de iniciativas en las que hacemos un llamamiento a los Estados y otros involucrados a asumir compromisos, y a adoptar pasos claros para hacer realidad las promesas incluidas en la Declaración Universal. El programa de Derechos Humanos 75 culminará con una reunión de alto nivel que tendrá lugar el 11 y 12 de diciembre, que organizará mi Oficina aquí en Ginebra, al mismo tiempo que se celebra en Bangkok, Nairobi y Ciudad de Panamá.

Este año, también celebramos 30 años desde que la Conferencia Mundial de Derechos Humanos en Viena creara la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Este supuso un momento histórico para todos nosotros y nosotras. Fue en junio de 1993 durante esa conferencia que, tras un complicado proceso plagado de divisiones geopolíticas, se aprobaron la Declaración y Programa de Acción de Viena. La Declaración supuso una aprobación firme y clara, por consenso de todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas, de todos los derechos consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Durante los últimos 30 años, el trabajo desempeñado por esta Oficina ha contribuido a un mayor reconocimiento de la importancia fundamental de los derechos humanos para conseguir y consolidar la paz, para prevenir y poner fin a las violaciones, para promover la rendición de cuentas, para el desarrollo sostenible, para la respuesta de ayuda humanitaria, y, últimamente, para las políticas económicas y la labor de las instituciones financieras internacionales. Nos hemos situado a la vanguardia a la hora de abordar cuestiones de importancia global al tiempo que estas iban emergiendo, incluyendo las repercusiones para los derechos humanos que tienen el cambio climático, la inteligencia artificial y la tecnología digital.

Mi Oficina está presente ahora en más lugares que nunca. Hemos pasado de dos presencias sobre el terreno cuando empezamos a las 94 presencias que tenemos actualmente en todo el mundo.

Ojalá que podamos ver este número crecer en el futuro, es necesario que exista una Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en todos los lugares. Todos los Estados pueden y deben hacer mayores esfuerzos en pro de los derechos humanos. Este es el punto que he venido defendiendo en mis reuniones con todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas, así como en las misiones que he realizado.

También he hablado de nuestro problema de financiación y escasez de recursos que sigue sufriendo nuestra Oficina.

Hemos de duplicar nuestro presupuesto.

Hago un llamamiento a los donantes (Estados, empresas y privados) a ayudarnos a hacer realidad este objetivo.

Una Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que sea sólida y un ecosistema de derechos humanos en buen estado y que cuente con recursos suficientes son de interés general.

Nuestro trabajo y los mecanismos de derechos humanos a los que prestamos apoyo han ayudado a promocionar la causa de los derechos humanos, identificar a los causantes de conflictos y crisis, así como los obstáculos para el desarrollo, además de ofrecer soluciones y hojas de ruta para facilitar las reparaciones y la rendición de cuentas.

Nosotros colaboramos con instituciones estatales, órganos nacionales de derechos humanos y con la sociedad civil sobre el terreno, con el fin de ayudar a reformar legislaciones y formar a funcionarios. También ayudamos a ampliar el espacio para que las organizaciones de la sociedad civil y los y las periodistas puedan llevar a cabo su trabajo, a la vez que también solemos servir como puente entre la sociedad civil y las instituciones del Estado.

Denunciamos violaciones y hacemos sonar las alarmas cuando ataques, la desatención o el desprecio por los derechos humanos pueden desatar crisis.

Nuestra labor en rendición de cuentas y justicia de transición ha ayudado a asegurar que autores de violaciones graves de derechos humanos acaben en prisión, y además nuestro trabajo en la protección del espacio cívico y de los defensores y las defensoras de derechos humanos ha posibilitado la puesta en libertad de personas detenidas bajo una violación de sus derechos.

Ofrecemos una verificación de la realidad.

Ayudamos a aclarar los hechos, basamos nuestro análisis en legislaciones y normas de derechos humanos, profundizamos en las causas originarias del sufrimiento humano, y ofrecemos soluciones sistémicas y sostenibles.

En ningún otro escenario se percibe más el efecto devastador de las violaciones de derechos humanos como en mitad de un conflicto armado y en los períodos posteriores a desastres naturales. El ciclón Mocha, el cual extendió su ola de destrucción por los estados de Rakhine, Chin y Kachin, así como en Sagaing y Magway, en Myanmar, durante el 14 de mayo, viene a significar la última manifestación, con repercusiones profundamente dolorosas, de un desastre provocado por el hombre pero resultante de un fenómeno climático.

Durante décadas, las autoridades de Myanmar han despojado a los Rohingya de sus derechos y libertades, además de atacar de forma implacable a otros grupos étnicos, mermando su capacidad para poder sobrevivir. Comunidades desplazadas se han visto obligadas a subsistir en estructurales temporales hechas de bambú, algunas de ellas desde 2012, a la vez que las autoridades militares de Myanmar rechazan de forma repetida solicitudes de agencias de ayuda humanitaria para construir alojamientos con condiciones de vida más sostenibles en áreas menos propensas a sufrir inundaciones. Yo mismo he sido testigo de estos hechos en mis frecuentes viajes a Myanmar, en especial a la zona oriental del país. Las autoridades han impedido de forma recurrente a los Rohingya moverse libremente, incluso en los días previos al ciclón.

Los daños y la pérdida de vidas era algo previsible y evitable, y está claramente relacionado con la negación sistemática de los derechos humanos de esta minoría. Es imperativo que los militares eliminen los bloqueos a los desplazamientos, permitan que se lleven a cabo evaluaciones de necesidades y aseguren el acceso y la entrega de ayuda humanitaria y servicios vitales.

La situación desesperada de la población de Sudán, quienes lucharon tan valientemente contra la represión de sus derechos, es desgarradora. A pesar de las sucesivas cesaciones del fuego, los y las civiles continúan estando expuestos a graves riesgos de muerte y heridas, la pasada noche hemos recibido informes de aviones de combate sobre Jartum y de enfrentamientos en algunas zonas de la ciudad, así como de disparos que se han escuchado en el norte de Jartum y en Omdurman.

Mi Experto Designado en Sudán, Radhouane Nouicer, ha estado manteniendo reuniones en remoto con la sociedad civil que permanece en el país y con aquellos y aquellas que han huido del país, y los testimonios que cuentan son aterradores. Muchos y muchas civiles viven prácticamente sitiados en zonas donde los combates han sido constantes. Al no funcionar las instituciones estatales en Jartum, actores de la sociedad civil arriesgan sus vidas para llenar ese hueco. Muchos defensores y defensoras de los derechos humanos, en especial mujeres, han denunciado haber sido víctimas de amenazas, pero esto no les ha disuadido de continuar realizando su labor vital.

Están apareciendo varios informes de violencia sexual en Jartum y Darfur, conocemos al menos 25 casos, pero este tipo de violaciones suelen ser las más difíciles de documentar, por lo que me temo que el número real de casos puede ser mucho mayor.

General al-Burhan, General Dagalo, ustedes deben indicar instrucciones claras, sin usar términos ambiguos, a todos los combatientes que estén bajo su control, de que existe una tolerancia cero hacia la violencia sexual, y de que se exigirán responsabilidades a los autores de cualquier violación. Los civiles deben ser excluidos de los ataques. Y ustedes deben detener esta violencia sin sentido de inmediato.

Es la casi total impunidad ante violaciones graves la que se encuentra en el origen de este nuevo intento descarado de toma del poder en Sudán. Las iniciativas que se pongan en marcha para acabar con este conflicto deben tener como base los derechos humanos y la rendición de cuentas, para que se pueda consolidar cualquier tipo de paz.

En cuanto a otros países, estoy profundamente preocupado por el fenómeno en aumento de los movimientos en contra de los derechos, los cuales han sido particularmente activos contra migrantes y refugiados, contra las mujeres, contra personas que pertenecen a ciertos credos, grupos religiosos y raciales, así como contra personas LGBTIQ, entre otros.

Tenemos que repeler estos movimientos contra derechos los cuales se alimentan y son avivados por vendedores de mentiras y desinformación, incluso por denominados líderes e «influencers» políticos y religiosos. Estas son personas que usan el populismo, la represión e incluso la difamación de varios sectores de la sociedad, en detrimento del conjunto de la sociedad, como un atajo para conseguir poder e influencia.

A la zaga de estas narrativas de odio y desprestigio, estamos siendo testigos de un empeoramiento aun mayor de leyes que criminalizan a las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero, incluyendo el caso de Uganda. Estas leyes vulneran un sinfín de derechos humanos, conducen a la violencia, y empujan a las personas a atacarse unas a otras. Dejan a las personas atrás y socavan el desarrollo. Muchas de estas leyes son en realidad reliquias coloniales las cuales han importado el estigma y discriminación que existían hace 200 años para incorporarlos al siglo 21.

El discurso de odio y las narrativas dañinas contra migrantes y refugiados continúan también proliferando, estos son acompañados, de manera preocupante, por leyes y políticas que atentan contra los y las migrantes, y corren peligro de debilitar los cimientos básicos de la legislación internacional de derechos humanos y del derecho sobre refugiados. Algunos de los pasos que se están produciendo en varios países, incluyendo el Reino Unido, los EE.UU., Italia, Grecia, y el Líbano, son especialmente preocupantes ya que algunos de ellos parecen haber sido diseñados para limitar la capacidad de las personas de solicitar asilo y otras formas de protección, para penalizar a aquellas personas que intentan ayudar a estos colectivos, o para devolverlos a sus países de un modo ilegal, indigno, e insostenible. El Artículo 14 de la Declaración Universal es claro en lo que respecta a que, en caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él. Necesitamos mostrar solidaridad, para garantizar que todas las personas en situación de vulnerabilidad son tratadas con humanidad y respeto por sus derechos.

En una variedad de situaciones, hemos visto las consecuencias derivadas de cuando grupos diferentes incitan y avivan el odio y la división entre comunidades. La reciente violencia vista en Manipur, en el noreste de India, reveló las tensiones subyacentes entre diferentes grupos étnicos e indígenas. Yo insto a las autoridades a responder de inmediato a esta situación, y que incluya investigar y abordar las causas originarias de la violencia en consonancia con sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos.

Mañana se cumplirán tres años desde el día que George Floyd fuera asesinado por un agente de policía en los EE.UU. El cierto grado de justicia que se consiguió en este caso en particular sigue siendo una excepción, en los EE.UU. y en todo el planeta. Sigo estando seriamente preocupado por los informes recurrentes de muertes y lesiones de afrodescendientes ocurridas durante o tras interacciones con agentes encargados de hacer cumplir la ley en una serie de países. Es necesario que se apliquen medidas contundentes e inmediatas por parte de las autoridades para garantizar justicia en cada uno de los casos.

Es evidente que no resolveremos el problema de la brutalidad policial contra personas afrodescendientes hasta que no atendamos a las manifestaciones más generalizadas de racismo sistémico que calan en todos los aspectos de nuestras vidas. Los insultos raciales a los que se tuvo que enfrentar, una vez más, el futbolista del Real Madrid Vinícius Júnior en España este pasado domingo supone un triste recordatorio de la prevalencia del racismo en el deporte. Hago un llamamiento a los organizadores de eventos deportivos a que dispongan de estrategias para evitar y combatir el racismo.

Es necesario un esfuerzo mucho mayor para erradicar la discriminación racial, y este ha de comenzar por escuchar a los afrodescendientes, haciéndoles partícipes de forma significativa y adoptando pasos reales para tomar medidas sobre los problemas a los que han de enfrentarse.

También me sigue preocupando la reducción del espacio cívico, incluyendo en China, donde se ha producido una avalancha de condenas contra defensores y defensoras de derechos humanos basadas en leyes que son contrarias a la normativa internacional de derechos humanos.
También resulta profundamente inquietante la represión contra los derechos de las mujeres, una herramienta que usan los hombres que ostentan el poder para ejercer su dominio y para debilitar a sociedades enteras.

La misoginia es una enfermedad. Cuando se suma a la violencia, se convierte en un cáncer.

En Afganistán, los talibanes continúan intentando, de forma agresiva, borrar a la mitad de la población de la vida diaria. Un sistema tal de apartheid de género arruina el potencial de desarrollo del país. Nunca entenderé cómo alguien puede pisotear de forma tan cruel el espíritu de niñas y mujeres, anulando poco a poco su potencial y conduciendo a su país a una pobreza extrema y una desesperación cada vez más profundas. Es crucial, por el bien del pueblo de Afganistán, el futuro del país y por toda la región, que las políticas represivas contra mujeres y niñas sean revocadas de forma inmediata.

En Irán, a la vez que han disminuido las protestas callejeras, el acoso a las mujeres, incluyendo en razón de la ropa que llevan o no puesta, parece haberse intensificado. Las mujeres y las niñas se enfrentan a medidas cada vez más rigurosas de tipo legal, social y económico en la aplicación por parte de las autoridades de leyes discriminatorias sobre la obligación de llevar velo. Insto al Gobierno a escuchar las demandas de reformas del pueblo iraní, y a empezar esto derogando las normativas que penalizan el incumplimiento de los códigos de vestimenta obligatoria. Es responsabilidad del Estado el incorporar leyes y políticas destinadas a proteger los derechos humanos de las mujeres y las niñas, incluyendo su derecho a participar en la vida pública sin miedo a represalias o a discriminación. Estoy también consternado por el uso continuado de la pena de muerte, con unas cifras muy significativas. Les apelo a detener las ejecuciones de forma inmediata.

Otra situación que me suscita una profunda inquietud es la de Pakistán, donde avances logrados con mucho sacrificio y el estado de derecho están en serio peligro. Estoy alarmado por la reciente escalada de la violencia, además de por los informes de detenciones en masa efectuadas en virtud de leyes que suscitan muchas dudas, detenciones que podrían constituir detenciones arbitrarias. Especialmente preocupantes son los informes que señalan que Pakistán tiene intención de reactivar el uso de tribunales militares para juzgar a civiles, lo que contravendría sus obligaciones que imponen las normas internacionales de derechos humanos.

Hago un llamamiento a las autoridades a que garanticen investigaciones inmediatas, imparciales y transparentes sobre las muertes y lesiones que se produjeron durante las protestas del 9 de mayo. La única ruta posible hacia un Pakistán seguro y próspero es una ruta anclada en el respeto por los derechos humanos, los procesos democráticos, y el estado de derecho, con la participación libre y significativa de todos los sectores de la sociedad.

Más allá de las situaciones individuales de cada país, me preocupan de manera más general los rápidos y recientes avances en el desarrollo de la inteligencia artificial, en particular de la IA generativa. Las oportunidades son inmensas, pero también los riesgos. Es necesario que la IA integre los derechos humanos durante todo su ciclo de vida y que tanto gobiernos como empresas realicen un mayor esfuerzo para asegurar que existen protecciones y redes de seguridad. Mi Oficina está siguiendo y estudiando detenidamente estas cuestiones.

Permítanme que acabe con una súplica dirigida a todos ustedes para que nos ayuden a luchar contra la desinformación y la manipulación que sustenta a los movimientos contra los derechos, y para que nos ayuden a proteger el espacio para que las personas defiendan sus derechos. Los derechos humanos son universales. La dignidad y valor de todo ser humano no debe de ser, y no puede ser, un concepto que se ponga en duda o sea susceptible.

Es mi deseo más ferviente que este 75º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos proporcione el espacio e inspiración para que todos nosotros y todas nosotras podamos volver a lo fundamental, para encontrar las raíces de los valores de derechos humanos en cada una de nuestras culturas, historias, y creencias, que nos una contra la instrumentalización y politización de los derechos humanos dentro de los países y entre unos países con otros.

FIN

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