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Declaraciones Múltiples mecanismos

Alto Comisionado Türk insta al Consejo de Derechos Humanos a «revitalizar el espíritu, impulso y vitalidad» de la Declaración Universal

27 febrero 2023

Discurso de apertura del Alto Comisionado Türk en el 52 Consejo de Derechos Humanos en la Sala 20 del Palacio de las Naciones, Ginebra, Suiza. © ONU Volaine Martin

Pronunciado por

Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

En

52º período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos

Lugar

Ginebra

Secretario General,
Presidente de la Asamblea General,
Presidente del Consejo,
Excelencias,
Distinguidos y distinguidas delegados y delegadas,

Los derechos humanos es el idioma común de nuestra humanidad compartida. 

Tiene que ver con cómo interactuamos unos con otros: cómo personas, dentro de una sociedad, entre países, así como con nuestro medioambiente y con el planeta. En su esencia reside el reconocimiento de la dignidad humana, la necesidad de que la dinámica del poder y las relaciones tengan su base en el respeto. 

Los derechos humanos nos unen a todos y todas y son capaces de superar la polarización, en especial en su cometido por conseguir la igualdad, una prosperidad compartida y la justicia.

Permítanme que comience por el principio.

Hace setenta y cinco años, en un mundo conmocionado por los horrores vividos, el movimiento moderno en pro de los derechos humanos se nutrió de numerosas corrientes, de muchas culturas y tradiciones en la historia interminable de la búsqueda de la libertad.

La gran oleada de movimientos de independencia, los cuales luchaban contra la dominación extranjera, la colonización y la explotación. Las luchas contra el racismo y el apartheid, y ahondando más en el pasado, la lucha por acabar con la esclavitud. El movimiento obrero. El feminismo. Y más recientemente, la lucha por nuestras propias vidas, por la justicia medioambiental y climática.

En un momento de amenaza a nuestra propia existencia, Estados de África, Asia, las Américas, Europa y Oriente Medio concibieron, de manera conjunta, un manual para la prevención de la pobreza, la guerra y el sufrimiento.

Durante los últimos 75 años ha habido enormes conquistas y muchos logros considerables, logros a los que hemos de rendir homenaje, conservar, y dotar de mayor financiación.

Contamos con un sistema basado en tratados, además de una arquitectura institucional para la promoción y protección de los derechos humanos, que incluyen a este Consejo y sus innovadores EPU y Procedimientos Especiales.

Hoy en día hay una mayor concienciación de los valores y compromisos que sustentan estos cimientos. 

También hemos visto el crecimiento de otros movimientos novedosos que se inspiran en los principios de derechos humanos.  Entre ellos, movimientos por los derechos de los pueblos indígenas; Black Lives Matter; #MeToo; y Fridays for Future – por nombrar solo unos pocos. Los y las jóvenes, de manera especial, usan de forma recurrente el lenguaje de los derechos humanos a la hora de expresar las cuestiones que les preocupan.  Rindo homenaje a todos los defensores y defensoras de derechos humanos del pasado y el presente.

Los derechos humanos son una fuerza con la que debemos contar, no porque sirvan a los intereses de los más poderosos, sino porque han inspirado los ideales de los desvalidos y las desvalidas.

Aun así, tal como sabemos muy bien en la actualidad, la opresión que existía en el pasado puede volver, disfrazada de distintas caras.

El antiguo autoritarismo, con sus límites brutales al conjunto de las libertades, así como la represión asfixiante del patriarcado.  Las viejas guerras destructivas de agresión comunes a una era pasada con consecuencias mundiales, tal como hemos visto de nuevo en Europa con la invasión sin sentido rusa de Ucrania.

La nueva y maleable inteligencia artificial, los límites difuminados entre los hechos y la ficción y el incremento de riesgos desconocidos, así como el tumultuoso mundo en línea donde los engaños virales amenazan nuestras elecciones, nuestra salud, nuestra seguridad, y otros muchos aspectos.

Confiemos en que 2023 sea el punto de inflexión donde finalmente inclinemos la balanza desde la explotación de la tecnología digital para generar beneficios y opresión, a una mayor inversión en innovación digital con el fin de resolver nuestros problemas más acuciantes: la pobreza, el cambio climático y la desigualdad.

Si alguna vez hubo un momento más propicio para revitalizar la esperanza de los derechos humanos para todas las personas, es ahora.

No obstante, muchos de los avances que habíamos logrado durante décadas han quedado limitados e incluso revertido en algunos lugares, de forma más visible para las mujeres y las niñas, y en lo que atañe al espacio cívico y las libertades que disfrutamos en tiempos de paz y gracias al desarrollo sostenible.  La lista es larga.

Con la mirada puesta tanto en el pasado como en el futuro; manteniendo el espíritu de «nunca más», y en interés de la justicia intergeneracional, es vital que revivamos el espíritu, el impulso y la vitalidad que culminaron con la aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos hace 75 años.

Tenemos que fraguar un nuevo consenso mundial sobre los derechos humanos, ampliando su base de apoyo y avanzando juntos reconociendo que nuestra supervivencia depende de encontrar un camino de retorno a ese lenguaje común.

Nuestras instituciones, las cuales existen para defender todos los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, en igualdad de condiciones, así como el derecho al desarrollo y el derecho a un medioambiente limpio, sano y sostenible, se encuentran en una posición inmejorable para volver a construir este respeto compartido por la dignidad de cada uno y cada una.

Nuestro objetivo debe consistir en promocionar y poner en práctica una visión de los derechos humanos en el siglo 21 que sea transformadora; que esté orientada a encontrar soluciones; que sea unificadora, y que responda directamente a la necesidad de todas las personas de justicia y de búsqueda de significado de la vida.

Y es en este contexto que nos hemos embarcado este año en la iniciativa Derechos Humanos 75, con el objetivo en primer lugar de volver a generar confianza.

Confianza entre los Estados: confianza en que actúen en consonancia con el derecho internacional y con los acuerdos que ellos mismos han diseñado, y para trabajar de manera conjunta para defender el bien común.

Confianza entre las personas y sus gobiernos, los cuales les han prometido representarlas y servirlas. 
Confianza entre comunidades.

Confianza con las futuras generaciones y el planeta.

Podemos hacer frente a todos los obstáculos que nos debilitan, y usar los derechos humanos, no como un arma en el contexto de los cambios geopolíticos, ni tampoco como una opción adecuada para ser usada en los períodos sin conflicto del futuro, sino como lo que son en realidad y lo que siempre han sido destinados a ser: una solución para ayudarnos a escapar del daño y sufrimiento que están destruyendo nuestro planeta.

Invito a todos los Estados Miembros, y a todos los actores relevantes, a asumir el liderazgo en la defensa de todos los derechos humanos en todo el mundo y en sus propios países.  A la vez que celebramos estos importantes aniversarios este año1, usemos esta oportunidad para dotar de nueva energía y poner al día nuestra labor.  Y para iniciar una desescalada.

Para superar nuestras diferencias, a través de la solidaridad y un diálogo verdadero, trabajando salvando las divisiones geopolíticas con una visión clara de defender las necesidades de cada país y los derechos de todos.

Y es por esta razón que les pido a todos y todas ustedes que profundicen en las relaciones que se crean entre regiones, para revitalizar el espíritu de universalidad que supone la base de nuestra labor, y para asegurar que los debates importantes sobre situaciones preocupantes, a las cuales ningún país es inmune, así como sobre el racismo y el derecho al desarrollo, siguen desarrollándose, en interés de todos y todas.

Les animo a garantizar que se solucionan las violaciones y abusos graves, allá donde quiera que ocurran, y que no caigan en la trampa de la negación o la confusión.

Les animo a atender los derechos de sus pueblos a vivir sin miseria y sin miedo en igualdad de condiciones y otorgándoles la misma importancia, para que de ese modo todos los derechos humanos puedan reforzarse entre ellos y ayudar a la renovación del tan necesario contrato social entre las instituciones del Estados y sus pueblos.

Les apelo a que comuniquen al público su compromiso sincero con los derechos humanos y de contrarrestar la marea creciente de odio y división.

Les insto a volver a situar al mundo en la dirección correcta para hacer realidad las promesas de una paz duradera, de un desarrollo sólido y de justicia.  Para esforzarnos por lograr una mayor solidaridad dentro y entre países en los imprescindibles debates sobre la reforma de la estructura financiera internacional, el legado del colonialismo, y las compensaciones por el cambio climático.

Y les pido a todos y todas ustedes que vuelvan a establecer el compromiso que acuñó nuestra generación con los derechos humanos compartiendo con nosotros promesas de cambio que les gustaría llevar a cabo, en la reunión de alto nivel que hemos planeado para diciembre.

Me comprometo a entablar una colaboración de principios y de carácter práctico con los Estados.  Es mi responsabilidad mostrarles la realidad que nosotros observamos, en nuestra labor cuidadosa y metódica de vigilancia, y de trabajar con ustedes para ayudarles a mejorar.  También tengo el deber de hablar sobre las tendencias que son perniciosas para los derechos humanos.  Como es práctica habitual, les proporcionaré una actualización mundial detallada sobre situaciones específicas de países y regiones el 7 de marzo que se sumará a las distintas declaraciones específicas sobre países que forman parte del orden del día de este período de sesiones del Consejo.

Estaré siempre disponible para escuchar sus problemas y dudas.  La disposición a iniciar un diálogo verdadero, un deseo de buscar denominadores comunes, incluso cuando estemos en total desacuerdo, es, tal como yo lo creo, clave para consolidar nuestro lenguaje común.  La colaboración no es no obstante un fin en sí mismo, sino que debe servirnos para dar pasos hacia adelante y en última instancia para concretar cambios positivos en las vidas de las personas.

Y es por ello que trataré de promover avances en todos los derechos humanos, sin distinción alguna, en todas las regiones del mundo, y en todas las actividades que emprendan las Naciones Unidas.

Haré todo lo que esté en mi mano para satisfacer las peticiones de los Estados de cooperación, buenos oficios y orientación, y para que mi Oficina y el ecosistema de derechos humanos sea inclusivo y sensible. 

Tenemos más cosas en común de las que creemos.  Y si echamos la vista atrás a nuestros orígenes, e intentamos hacernos una idea de lo que podría ser nuestro mundo en el futuro, observamos cómo la Declaración Universal de Derechos Humanos no solo pone voz a sabidurías ancestrales procedentes de todas las culturas, sino que también servirá para asegurar nuestra supervivencia.

Gracias, Sr Presidente.

Este discurso fue originalmente pronunciado con extractos en francés y en español. 

 



[1] 75º aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos; 30 años desde la Declaración de Viena la cual condujo a la creación del ACNUDH; 25 años desde la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Defensores de los Derechos Humanos; 75 años desde la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio..