Declaraciones Múltiples mecanismos
Jornada anual de debates sobre los derechos humanos de las mujeres
Mesa redonda 1: Examinar el vínculo entre el cambio climático y la violencia contra las mujeres y las niñas desde una perspectiva de derechos humanos
27 junio 2022
Pronunciado por
Michelle Bachelet, Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos
En
50º período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos
Distinguido Vicepresidente,
Excelencias,
Colegas y amigos:
Me complace que el Consejo nos haya convocado para debatir acerca de este asunto tan importante.
El cambio climático nos amenaza a todos, pero las niñas y las mujeres sufren sus efectos más severos y violentos.
Los órganos de las Naciones Unidas que trabajan en cuestiones medioambientales informan de que el 80 por ciento de las personas desplazadas por el cambio climático son mujeres.
Y cuando las mujeres se encuentran en esa situación de desplazamiento -cuando las estructuras sociales y de seguridad se desmoronan en su entorno- quedan expuestas a un riesgo mayor de sufrir actos violentos, incluso de violencia sexual.
Cuando las mujeres duermen, lavan, se bañan o se visten en albergues de emergencia, tiendas de campaña o campamentos, el riesgo de padecer violencia sexual es una trágica realidad en sus vidas de migrantes o refugiadas. Esta situación se complica con un mayor peligro de que caigan víctimas de la trata de personas o el matrimonio infantil o precoz, que suelen amenazar a las mujeres y las niñas desplazadas.
Las mujeres del colectivo LGBTIQ+ que están desplazadas también corren un riesgo mayor de tener que afrontar abusos y violencia.
Permítanme presentar aquí algunos ejemplos de países en los que he presenciado la concreción de estos peligros.
Tras el paso del huracán Katrina, que azotó a Estados Unidos en 2005, el índice de violaciones entre las mujeres desplazadas que se albergaban provisionalmente en casas rodantes en el Estado de Misisipi aumentó en 53,6 veces, en comparación las cifras de referencia de ese año Las mujeres del colectivo LGBTIQ+ también experimentaron violencia y lesiones físicas mientras se alojaban en albergues provisionales. Tras el paso de dos ciclones tropicales que azotaron Vanuatu en 2011, se produjo un aumento del 300 por ciento en el número de casos de violencia doméstica denunciados. Cuando en 2015 un terremoto sacudió a Nepal, los casos de trata de personas se cuadruplicaron en ese país asiático. También en Bangladesh se registró un aumento exponencial de matrimonios precoces tras las inundaciones de 1998 y 2004.
En el mundo entero comprobamos esas repercusiones también en el ámbito de la agricultura. Cuando el cambio climático afecta a las cosechas, la tierra y los medios de subsistencia, las niñas y las mujeres se enfrentan a las desigualdades y la inseguridad socioeconómica y son mucho más vulnerables a toda una gama de consecuencias, desde la violencia doméstica al matrimonio infantil, precoz o forzado, hasta la trata y la prostitución forzosa.
En la actualidad, miles de mujeres en el mundo entero han decidio oponerse a estas situaciones y luchar contra el cambio climático. Pero las defensoras de los derechos medioambientales, en su esfuerzo por proteger la tierra, el agua, la naturaleza y sus comunidades, corren graves peligros. Se les criminaliza y se les silencia. Y muchas de ellas son incluso víctimas de asesinatos.
En México y América Central, por ejemplo, de 2016 a 2019 se registraron unos 1.698 actos de violencia contra defensoras de los derechos humanos relativos al medio ambiente.
Estimados colegas:
Aunque aplaudo la atención que la comunidad internacional ha brindado a las repercusiones del cambio climático sobre las niñas y las mujeres durante el último decenio, es urgente que centremos nuestra atención sobre el grave problema de la violencia contra ellas, que se ha exacerbado debido a la crisis del clima.
Al tiempo que tratamos ahora de examinar el asunto a través del prisma de los derechos humanos, debemos velar por que las políticas y estrategias relativas al cambio climático otorguen prioridad a las niñas y las mujeres.
¿Cómo podemos velar por que nadie quede rezagado?
Lo primero es el reconocimiento. Reconocer que existe un vínculo entre el cambio climático y la violencia contra la mujer. Reconocer que no debemos dejar que nadie quede rezagado. Y en ese “nadie” están comprendidas las mujeres indígenas, las afrodescendientes, las gitanas, las integrantes de minorías religiosas, las que viven con discapacidad y las del colectivo LGBTIQ+.
Lo segundo es la participación igualitaria, plena y efectiva de la mujer y su ligerazgo en los asuntos relativos al clima. Este aspecto es fundamental. Las mujeres han de participar plenamente en el proceso de toma de decisiones, planificación y aplicación de las estrategias relativas a la acción climática. Sus ideas, experiencias y orientaciones en los asuntos que les afectan más directamente facilitarán la protección de sus derechos y propiciarán acciones más enérgicas y eficaces en la lucha contra el cambio climático. Necesitamos sus opiniones y su liderazgo para situarnos en el camino correcto.
En tercer lugar, los Estados deben mejorar la elaboración y aplicación efectiva de las medidas, los programas y los presupuestos medioambientales con perspectiva de género y las políticas de reducción de riesgos. Lo anterior debería abarcar los esfuerzos por garantizar el liderazgo femenino en la gestión del riesgo de desastres, proporcionar suficientes recursos económicos e implantar mecanismos de supervisión eficaces. Todo esto se traduciría en el empoderamiento de la mujer en lo tocante a la prevención de desastres y el fomento de sus capacidades para velar por la búsqueda de medios alternativos de subsistencia, si fuera necesario. Para aplicar esta estrategia, habría que velar por que, en momentos de desastres, las mujeres tuvieran acceso a los cuidados sanitarios, la salud sexual y reproductiva, y los servicios de apoyo, acogida y seguridad.
En cuarto lugar, los Estados han de mejorar los marcos de rendición de cuentas: no debe haber impunidad alguna para los responsables de actos de violencia de género, tanto si son cónyuges como si son familiares, dirigentes religiosos, empleados de organizaciones humanitarias o funcionarios del gobierno.
Y, en quinto lugar, los Estados deben adoptar medidas urgentes para respetar, proteger y cumplir sus obligaciones de derechos humanos con las niñas y las mujeres, en particular con los derechos humanos de las defensoras del medio ambiente. Esto abarca la defensa de sus derechos a la libertad de expresión, de reunión pacífica, de asociación y de participación en la toma de decisiones en todos los niveles. Y deben asimismo proporcionar a esas mujeres los mecanismos de transparencia y reparación para que puedan hacer frente a las amenazas y los daños que puedan padecer.
Estimados colegas:
Estamos enzarzados en una carrera contra reloj antes de que el planeta reciba el impacto de la onda de choque de la crisis climática. No olvidemos los derechos humanos de las personas más marginadas y en situaciones de mayor vulnerabilidad que se encuentran expuestas a esa colisión.
Reconozco la necesidad de debatir, evaluar y analizar más profundamente estos asuntos. Pero a menos que pasemos inmediatemente de la retórica a la acción específica, las vidas, la seguridad y la dignidad de millones de niñas y mujeres seguirán en peligro.
Confío en que los miembros de este Consejo concedan urgente prioridad a esta cuestión.
Muchas gracias por su atención.
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