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Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Foro Social 2017

Proteger los derechos humanos durante las epidemias

02 octubre 2017

Promoción y protección de los derechos humanos en el contexto de la epidemia del VIH y otras epidemias y enfermedades transmisibles

Discurso del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad Al Hussein

2 de octubre de 2017

Excelencias,
Colegas y amigos:

Los brotes de enfermedad son inevitables, pero las pandemias son obra del ser humano, según reza el célebre proverbio.

Las epidemias pueden gestionarse, limitarse e incluso prevenirse. Pero esta tarea requiere un esfuerzo que va más allá de los aspectos meramente técnicos, científicos, médicos o incluso económicos. El lento trabajo necesario para construir sistemas de salud pública equitativos y accesibles; para inspirar confianza en la información médica; la transparencia y confianza que la epidemiología requiere; el largo proceso de formar a excelentes profesionales de la medicina y de constituir comunidades empoderadas – todos estos factores son esenciales para fortalecer a la población contra las epidemias y todos se basan en el respeto de los derechos humanos.

Un importante conjunto de pruebas confirma que, en cualquier contexto, los programas y las políticas de salud que se basan en los derechos humanos producen mejores resultados que otras opciones. La tragedia de la pandemia del VIH nos ha proporcionado muchas enseñanzas fundamentales, gracias a la labor de una amplia gama de agentes y activistas, algunos de los cuales nos honran con su compañía en esta sala. Entre esas lecciones figuran la necesidad urgente y esencial de integrar el principio de no discriminación a todas las políticas relativas a la salud; la obligación fundamental de velar por la participación de los pacientes y las exigencias de transparencia y rendición de cuentas por los errores. Estos son algunos de los componentes esenciales para forjar sistemas de atención sanitaria que no sólo sean sostenibles e integradores, sino también más eficaces.   

Tenemos la responsabilidad de aprender de cada brote epidémico, a fin de prevenir mejor las pandemias futuras. Pocas crisis recientes han ilustrado mejor la indivisibilidad e interconexión de los derechos humanos que la epidemia de ébola ocurrida en el África Occidental entre diciembre de 2013 y abril de 2016. La carencia de infraestructuras adecuadas para desarrollar una vida digna –entre otras la escasez de hospitales y saneamientos- y las condiciones propicias a la desconfianza y la desconexión de la población civil con respecto a las autoridades, se combinaron para potenciar los efectos de esta terrible epidemia, que puso en peligro muchas vidas humanas, tuvo consecuencias devastadoras para el desarrollo y socavó la paz y la seguridad.

Estas repercusiones masivas eran evitables. Un brote que podía haberse contenido rápidamente se propagó por toda la región a causa de la deficiencia estructural de los sistemas nacionales, lo que refleja no sólo la pobreza existente, sino la incapacidad de dar prioridad a los sistemas públicos de atención sanitaria y a la salud de la población pobre y marginada.
El brote de zika también ha puesto de relieve la urgente necesidad de defender el derecho a disponer de servicios de salud sexual y reproductiva de amplio espectro, que apoyen a los usuarios, y el derecho a acceder a cuidados sanitarios menos costosos y de buena calidad, sin discriminación.

El horror que suscita la actual epidemia de cólera en Yemen pone de manifiesto con toda crudeza hasta qué punto el derecho a la salud resulta vulnerable cuando los derechos humanos quedan aplastados por un conflicto. Los centros médicos y otras instalaciones protegidas de manera explícita en virtud del derecho internacional humanitario han sido objeto de ataques reiterados y, al parecer, deliberados en todo el país. Los asedios, bloqueos y restricciones de movimiento ilícitos han debilitado aún más la capacidad de subsistencia de la población y el acceso a los cuidados sanitarios básicos. En consecuencia, una epidemia de cólera que hubiera podido prevenirse devasta ahora el país: la peor epidemia de cólera jamás registrada en ningún lugar en un solo año.

Sabemos lo que hay que hacer y por qué hay que hacerlo, y sabemos también que esas medidas son lógicas desde el punto de vista económico. Las epidemias y las pandemias demuestran que la salud de todos está interconectada –no sólo en el sentido literal del contagio, sino también en términos de repercusión económica y social-. Un corpus extenso y detallado de leyes nacionales e internacionales estipula el alcance del derecho a la salud. El acceso a la atención sanitaria de calidad no es un privilegio de unas pocas personas acaudaladas, sino un derecho universal, y allí donde ese derecho recibe prioridad, todos se benefician.  

Hoy en día, cuando el mundo cuenta con la más nutrida generación de adolescentes jamás conocida en la historia, resulta fundamental que los responsables políticos de cada país presten especial atención a la salud de ese grupo de población, que lleva en sí el potencial de contribuir al desarrollo de múltiples maneras, a medida que la Agenda 2030 permita consolidar sociedades más sostenibles. El estado de salud en la adolescencia influye considerablemente en el resto de la vida adulta y es fundamental que consagremos nuestros mejores esfuerzos a proteger hoy la salud de nuestros adolescentes.

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible ofrece una oportunidad sin precedentes para redoblar esfuerzos con miras a integrar los derechos humanos y la salud pública en las políticas públicas, en todas las esferas de gobierno. Para lograrlo, tenemos que aprovechar y proteger mejor muchos otros derechos de carácter cívico, político, económico, social y cultural, así como el derecho al desarrollo. Cuando la dignidad y la igualdad humanas se colocan sólidamente en el centro de la política, suelen generar mejores resultados. Los profesionales de la salud desempeñan una función esencial en este empeño, sobre todo por su condición de defensores de derechos humanos. Tenemos el deber de apoyarles y protegerlos.   

La manera en que los países defiendan la salud y los derechos humanos en los próximos 15 años tendrá una repercusión decisiva sobre la consecución de sociedades más sostenibles. El examen minucioso de los métodos para afrontar este reto constituye el propósito de los debates que hoy vamos a sostener aquí.

FIN