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Discursos Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

“Nuestra principal prioridad es encontrar soluciones,» afirma Türk a estudiantes

21 noviembre 2023

Pronunciado por

Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

En

Université de Genève

Estimados colegas, amigos, estudiantes,

Es un placer estar hoy con ustedes, y espero con impaciencia escuchar sus ideas acerca de cómo podemos dar con soluciones para los innumerables desafíos para los derechos humanos que observamos por todo el mundo.

En primer lugar: la guerra. Una cuarta parte de la humanidad vive en la actualidad en lugares afectados por conflictos. Al acabar el año pasado, el Instituto para la Paz de Oslo, el cual trabaja de forma estrecha con mi Oficina, concluyó que la intensidad, duración y el número de conflictos por todo el mundo se encuentran en sus niveles más altos desde la Guerra Fría: 55 conflictos, los cuales tienen una duración media de entre 8 y 11 años.

En Ucrania, en Sudán, en Etiopía, en Myanmar y por todo el Sahel, por nombrar tan solo unos ejemplos, el nivel de atrocidades y de sufrimiento es desolador. El conflicto armado en el Territorio Palestino Ocupado y en Israel, tras solamente cinco semanas, ha ocasionado la muerte de más de 11.500 personas, incluyendo a más de 4.500 niños y niñas, y además me gustaría subrayar que el Ministerio de Salud de Gaza no ha conseguido actualizar estas cifras desde el 15 de noviembre. Esta guerra ha generado una tormenta de discurso de odio por todo Oriente Medio y por todo el planeta. La escala de ataques antisemitas e islamófobos, tanto en la vida real como en línea, es profundamente alarmante.

Este callejón sin salida brutal de destrucción y sufrimiento es insoportable. Debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para detener esta carnicería. Y más allá de este conflicto actual, debemos alentar a todas las partes a que acaben con el cíclico y continuo alud de violencia.

Una y otra vez, echamos la vista atrás y vemos cómo el conflicto podía haberse evitado.

En el Territorio Palestino Ocupado, por ejemplo, mi Oficina ha publicado de forma repetida informes recomendando pasos prácticos y factibles hacia una desescalada de las tensiones y para superar las violaciones de derechos humanos. La injusticia; la discriminación; la opresión; las desigualdades extremas; la falta de rendición de cuentas por violaciones de los derechos humanos: estos son algunos de los factores que desgraciadamente propiciarán nuevos actos de violencia.

La buena noticia es que si contamos con los líderes adecuados, podremos abordar todas estas cuestiones. La justicia y el respeto de los derechos humanos de todos los miembros de la sociedad son las llaves que pueden abrir la puerta a una paz real y duradera.

Antes de asumir mi mandato como Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, trabajé durante 30 años en situaciones de iniciativas de prevención que terminaron fracasando. Estuve trabajando con y para refugiados y refugiadas en lugares donde había estallado un conflicto, con consecuencias dramáticas para los y las civiles; o donde largos años de discriminación se habían materializado en depuración étnica; o donde las privaciones habían sido tan acuciantes que las personas se habían visto obligadas a huir en masa.

Ahora, siento que mi prioridad principal ha de ser la prevención, y encontrar soluciones. Porque estos elementos son lo que los derechos humanos pueden aportar. Los derechos humanos establecen de forma clara cuáles son los derechos otorgados a todos los seres humanos, una vida sin miedo ni privación de determinados recursos esenciales, y para promocionar todos estos derechos, los derechos aportan soluciones para las causas originarias del sufrimiento evitable.

Ellos aportan justicia, rendición de cuentas, además de un estado de derecho imparcial, accesible e independiente. La normativa internacional de derechos humanos, y las leyes de la guerra, o el Derecho Internacional Humanitario (DIH), han sido creados precisamente para disminuir el horror y las consecuencias inmensamente perjudiciales que conllevan crisis como las que he descrito, por lo que insto a todas las partes a garantizar el respeto por estas normas. La rendición de cuentas por violaciones pasadas y por abusos de derechos humanos, ya hayan sido perpetrados por agentes del Estado o por grupos armados u otras partes no estatales, proporciona no solamente justicia para las víctimas individuales: hace que el efecto disuasorio sea tenido en cuenta.

Los derechos humanos también ponen fin a la discriminación – así como a las humillaciones diarias tan dañinas y que obstaculizan la plena realización de una persona, además de sus posibilidades de elegir y del potencial de la comunidad donde vive. El alcance y magnitud de la discriminación contra las mujeres y las niñas la convierten en una de las violaciones de derechos humanos más acuciantes en todo el planeta en la actualidad. En Afganistán, por ejemplo, la represión de las mujeres no tiene precedente alguno, y contraviene cualquier sistema de creencias consolidado. Esta represión y persecución de las mujeres constituye una pinza que atenaza la economía de Afganistán, así como todo su futuro, por lo que tenemos la labor urgente de acabar con esta situación. La violencia que se ejerce de forma tan desproporcionada contra afrodescendientes por parte de agentes encargados de hacer cumplir la ley en tantos países supone otro ejemplo urgente del profundo daño estructural que está arraigado en la discriminación racial.

La pobreza extrema y el incremento disparado de las desigualdades constituyen otro fracaso generalizado en materia de derechos humanos. Hemos de construir economías que promocionen los derechos y el bienestar de las personas, con el fin de asegurar no solamente el desarrollo sostenible, sino también la armonía social, la confianza y una paz duradera. Una economía de derechos humanos es aquella cuyo objetivo de promover los derechos humanos conforma todas las decisiones nacionales en materia económica, fiscal, monetaria, de inversión y empresarial.  Estas son medidas a nivel nacional las cuales aportarán grandes beneficios a millones de personas.

Asimismo, la crisis de deuda global actual que ha afectado a países en desarrollo provoca enormes repercusiones para los derechos humanos de las personas, destruyendo sus ilusiones y sus vidas, y conduciendo a crear amargos agravios e injusticias. Se necesita urgentemente un aumento radical de la financiación y reformas de las instituciones financieras internacionales para responder a estos desafíos, y mi Oficina, así como el conjunto de las Naciones Unidas, aboga firmemente por reformas con base en los derechos humanos de la arquitectura financiera global. Una medida clave debe consistir en permitir a los Estados blindar inversiones cruciales en derechos humanos de la necesidad de tener que pagar la deuda internacional.

Un último punto, dentro de una lista (la cual podría extenderse mucho más) de medidas con base en los derechos humanos y que puede arrojar enormes ventajas para las personas, sus sociedades, y para las perspectivas de lograr la paz en el mundo.

La restricción severa del espacio cívico es el punto débil —y fallo garrafal— de la gobernanza. Si existe un mensaje que no me canso de transmitir a los Embajadores, Jefes de Estado o Gobiernos, es el siguiente: asegurar que las personas puedan hablar con plena libertad, e incluso criticar, y que puedan participar de manera plena y significativa en las decisiones, supondrá la creación de políticas más eficaces.

Construirá sociedades más fuertes y resilientes. Permitirá a todos los miembros de la sociedad contribuir con sus fortalezas y sus talentos a la tarea de encontrar la mejor solución posible para afrontar los problemas económicos, sociales y políticos. Y además garantizará una mayor confianza en las autoridades. Escuchemos a las personas, y en concreto, a las víctimas y defensores y defensoras de derechos humanos, ya que son ellos y ellas los que han experimentado de forma profunda estos problemas, y son los que nos pueden ofrecer los mejores consejos para encontrar soluciones.

Estas son todas medidas que ayudan a prevenir los conflictos. Estas medidas forman parte también de los pasos que pueden servir para apaciguar los conflictos, resolviendo algunas de sus causas originarias; y contribuyen también a consolidar una paz que sea real y duradera, con un desarrollo que sea sostenible porque es inclusivo.

Son también orientaciones clave para hacer frente a desafíos tan fundamentales y complejos como el cambio climático, la contaminación desbocada y la destrucción de biodiversidad. Actuar para limitar la triple crisis planetaria, y defender nuestro derecho a un medioambiente limpio, saludable y sostenible, son las batallas que definen a nuestra generación Actuar ahora para hacer frente a estas cuestiones evitará sin duda alguna daños de gran alcance en el futuro. Evitará el sufrimiento, empobrecimiento y desplazamiento forzado de millones de personas. Evitará la degradación y erosión de millones de hectáreas de tierra fértil, así como la intensificación de períodos de calor a niveles letales para la vida humana.

En agosto de este año, tuve oportunidad de visitar Iraq, y en esa cuna de tantas civilizaciones, fui testigo de una pequeña parte del horror medioambiental que nuestro planeta ya está padeciendo. En Basra, donde hace 30 años, según me contaron, las palmeras datileras bordeaban canales exuberantes, la sequía, el calor abrasador, la contaminación extrema y el rápido agotamiento de los recursos de agua dulce están creando paisajes desolados de escombros y polvo.

Esta espiral de daños supone una emergencia de derechos humanos.

Por todo el planeta, el cambio climático está arrojando a millones de personas a la hambruna. Está destruyendo ilusiones, oportunidades, hogares y vidas enteras. En la región del Sahel, un informe reciente de mi Oficina analiza las grandes repercusiones que tienen la degradación del suelo relacionada con el cambio climático y la disminución de la producción de alimentos en los ingresos, la salud, la competencia por los recursos, los conflictos y los desplazamientos, un círculo vicioso que se agrava con cada temporada de siembra. La temperatura en el Sahel está aumentando mucho más rápidamente que la media mundial; incluso si logramos mantener el incremento de la temperatura terrestre en unos 1,5 grados (algo improbable), el impacto sobre la población del Sahel será permanente y devastador.

Por toda la región del Sahel, podemos observar de manera muy evidente cómo el cambio climático, los conflictos, la pobreza, la discriminación y la ausencia de rendición de cuentas conforman problemas que se retroalimentan entre sí, lo que crea un nudo enorme de problemas que puede llegar a ahogar las vidas y derechos de las personas. Pero esta situación es la que vemos en todo el mundo, a la vez que la crisis climática continúa generando amenazas profundas y en aumento para los derechos humanos. La dignidad y la propia supervivencia de las comunidades, de las naciones, y en última instancia, de toda la humanidad, está en juego.

Por tanto, una vez más, ¿cómo podemos prevenir esto?

¿Dónde podemos encontrar soluciones? Necesitamos ante todo, por supuesto, soluciones globales. Los gobiernos y pueblos del Sahel, y de muchas otras regiones que padecen graves daños, no han contribuido de forma significativa al cambio climático.

Dentro de unos pocos días, las negociaciones sobre el clima a nivel global se reanudarán en Dubai. Es fundamental que estas negociaciones conduzcan a adoptar medidas decisivas y equitativas con el fin de prevenir los peores efectos que conlleva el cambio climático, además de para remediar aquellos efectos que ya no puedan ser evitados. Hemos de asegurar que gobiernos, empresas y personas individuales dan prioridad a los intereses de la humanidad sobre sus propios intereses a corto plazo y de una visión estrecha.

El hecho es que los debates celebrados hasta la fecha en las COP se han quedado cortos respecto a cuáles son los pasos que se necesitan para detener el cambio climático y remediar sus efectos más nocivos. El mundo se encuentra peligrosamente alejado del rumbo correcto para poder cumplir las promesas alcanzadas en el Acuerdo de París. Los recientes debates mantenidos acerca del fondo de compensación para las pérdidas y daños son un ejemplo de esto. El movimiento en pro de la justicia climática, así como muchos de los países más vulnerables al cambio climático, lucharon durante años por conseguir un acuerdo para crear un nuevo fondo destinado a compensar pérdidas y daños, un objetivo que terminaron consiguiendo en la COP27. No obstante, las recomendaciones que se han remitido a la COP28 para poder poner en marcha este fondo no satisfacen las demandas que piden los países más afectados por el cambio climático.

Un marco gubernamental sólido y anclado en los derechos humanos. Salvaguardias medioambientales y sociales. Un consejo de administración inclusivo y participativo. Así como un mecanismo de financiación justo. Todos estos puntos deben ser considerados como esenciales, no como puntos de controversia, o como concesiones a discutir en una negociación.

Necesitamos mejorar en muchos campos.

Punto primero: Debemos proteger el espacio cívico.

Cuando se trata de las cuestiones climáticas y medioambientales que nos afectan a todos, las decisiones más relevantes se siguen adoptando a puerta cerrada, y en donde además se puede constatar a menudo la influencia que ejercen los grupos de presión ligados a los combustibles fósiles. Los defensores y defensoras de derechos humanos medioambientales que trabajan protegiendo a las comunidades y las tierras de los daños medioambientales suelen ser desacreditados, atacados e incluso asesinados. Es necesario garantizar sus derechos a la participación, a la libertad de expresión y al acceso a la información y a la justicia. Debemos asegurar la participación libre, significativa y segura en todos los debates sobre el clima de aquellos que han resultado más afectados por el cambio climático, incluyendo a las mujeres y los Pueblos Indígenas.

Punto segundo: las medidas contra el cambio climático deben promocionar la igualdad y la equidad.

Las estrategias de adaptación y todas las demás medidas han de dar prioridad a la situación de las personas que resultan más afectadas por el cambio climático. Los fondos deben destinarse en primer lugar a aquellas personas que más los necesitan.

Punto tercero: Hemos de garantizar el acceso a recursos efectivos, así como rendición de cuentas, por los daños ocasionados por el cambio climático.

Punto cuarto: necesitamos contar con recursos para una transición rápida y justa que promocione los derechos humanos, incluyendo el derecho a un medioambiente saludable.

Debemos asegurar una eliminación gradual pero a la vez rápida y equitativa de todos los combustibles fósiles. Hemos de poner en marcha una regulación efectiva de las empresas, además de rendición de cuentas por los daños medioambientales que puedan causarse. Debemos denunciar también las soluciones climáticas falsas. Lamento los intentos por parte de la industria de combustibles fósiles de dar una imagen de su reputación como si se preocuparan por el medioambiente y por entorpecer nuestro objetivo de descarbonización en las negociaciones climáticas mundiales y en otros espacios de diálogo.

La gobernanza transparente, nacional y responsable resulta fundamental para reparar los daños y aumentar la resiliencia. La corrupción es también una cuestión relacionada con el cambio climático. Es vital asegurar que los fondos destinados a financiar la lucha contra el cambio climático llegan a aquellos más afectados y más vulnerables a los daños.

En todos los países, hemos también de desarrollar una plena participación y procesos de consulta sobre leyes y medidas medioambientales, en especial destinados a aquellas personas más vulnerables, además de una mayor protección de las personas que plantean sus inquietudes sobre daños medioambientales y las políticas que los ocasionan.

Los ataques contra las protestas por el cambio climático; el diseño de leyes que restringen injustamente las actividades que señalan los daños climáticos a la atención del público; y permitir la impunidad de los ataques a activistas: estas son tácticas que perjudican a todos los Estados y a todos los seres humanos en última instancia. Tenemos que solucionar todos estos problemas de forma urgente.

Por lo tanto: Conflicto. Discriminación. Pobreza. La represión del espacio cívico. La triple crisis planetaria. Estos son cinco desafíos de gran magnitud los cuales amenazan nuestros derechos y nuestro planeta, y que además se retroalimentan entre sí. Nos enfrentamos a los efectos combinados de todas estas crisis, al mismo tiempo que afrontamos una oleada de nuevos retos en materia de derechos humanos, especialmente en el ámbito digital y en relación con la inteligencia artificial y la vigilancia.

Sí, se trata de un escenario sombrío. Pero aún queda esperanza. Permítanme que finalice este debate contándoles una historia.

Una historia que trata sobre la sabiduría que mostraron nuestros antepasados, en un pasado donde la oscuridad y la incertidumbre tiene resonancias con los tiempos actuales.

Hace setenta y cinco años, la Segunda Guerra Mundial acababa de terminar. En el espacio de apenas 20 años, se habían librado dos guerras mundiales con un coste de millones de vidas y que supuso la destrucción de muchos países. El Holocausto había puesto en práctica el sistema más abominable de horror y muerte que se podía concebir, con el fin de asesinar a millones de personas. La bomba atómica trajo consigo un tipo y escala masiva de muertes nunca antes vistos en el planeta. Millones de personas fueron obligadas a abandonar sus hogares y echar raíces en lugares que les resultaban completamente desconocidos y complejos.

Fue entonces cuando países de todas las regiones del mundo se reunieron para crear las Naciones Unidas y establecer una declaración destinada a poner fin a estos ciclos de generación de horror, destrucción y pobreza.

A continuación, diseñaron un mapa. Un texto que trazaba, para esas mismas generaciones y para las futuras, una ruta que evitara las guerras. Una ruta hacia la reconciliación entre los bandos enfrentados. Estos países planificaron y trazaron los pasos que servirían para construir sociedades más justas, más equitativas, y por lo tanto más resilientes.

Establecieron derechos civiles y políticos; derechos económicos, sociales y culturales.

El derecho a vivir sin ningún tipo de discriminación, detención arbitraria o tortura; y el derecho a un juicio imparcial y a una protección igual por la ley. Los derechos a la educación y a una alimentación adecuada; a asistencia sanitaria; a vivienda; a protecciones sociales y a condiciones justas y adecuadas de trabajo. Libertad de expresión, opinión, y el derecho a la vida privada. Libertad de asociación y de reunión pacífica, además de libertad para participar, de manera libre y decisiva, en los asuntos públicos. Libertad de religión o creencias.

Estos y otros derechos, que son inherentes a cada uno de nosotros y nosotras, quedaron expuestos en un texto que se ha convertido en un referente en la búsqueda de una mayor dignidad humana.

Durante los últimos 75 años, la Declaración Universal de los Derechos Humanos ha ido orientando a los enormes avances conseguidos en países de todo el mundo.

La Declaración ha inspirado un activismo y una solidaridad vibrantes, imaginativos, y poderosos, todo lo cual dio poder a las personas para exigir sus derechos y participar activamente en sus comunidades y sociedades.

¿Cómo pudo un texto tan sencillo provocar una transformación tan profunda?

Porque "el reconocimiento de la dignidad inherente y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana es la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo." Un mayor respeto por los derechos humanos (todos los derechos humanos, los cuales se refuerzan unos con otros), construye un desarrollo más sostenible.Una paz más duradera. Un futuro más seguro.

Esta es una verdad con un poder enorme.

Las sociedades que están arraigadas en los derechos humanos están mejor equipadas para soportar las conmociones, ya se deriven estas de desastres naturales, conflictos, una pandemia o una recesión global.

Ofrecen a sus pueblos una vida mejor, independientemente de su género, origen étnico, o cualquier otra característica. Una vida más libre de miseria y de miedo.

Economías y sociedades que sean inclusivas y participativas; en las cuales se compartan de forma equitativa las oportunidades, los recursos y los servicios, y donde se pueda exigir responsabilidades a los gobiernos, donde se haga justicia, y donde existan oportunidades y esperanza.

En el núcleo de las Naciones Unidas, y de todo el trabajo realizado para consolidar la protección ante la guerra y la pobreza, está la convicción compartida de que todos los seres humanos son iguales en dignidad y en derechos. Las mujeres, las personas con discapacidades, las personas de cualquier religión u origen étnico u orientación sexual o nacionalidad, todos nosotros y nosotras nacemos iguales.

Y es precisamente en nuestra era de conmociones continuas cuando el 75º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos puede ayudarnos a conducirnos hacia la seguridad. Sus valores fundamentales, los cuales conectan al conjunto de la humanidad, se establecieron para protegernos del horror y la destrucción, y además su eficacia ha sido probada. Estos valores encarnan el poder de la unidad de propósito y el potencial para llevar a cabo medidas transformadoras, tanto dentro de las propias sociedades, como a nivel global.

Es absolutamente imprescindible ahora, precisamente en esta época de crisis profunda, que revitalicemos el espíritu, impulso y energía que nos condujeron a la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, para que de ese modo podamos restaurar la confianza entre nosotros, y podamos seguir avanzando, unidos y unidas.

Gracias.