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Artículo de opinión Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

La Vergonzosa Realidad de la Violación Homofóbica Por: Navi Pillay (NACIONES UNIDAS CINUP - 23 de Junio de 2011).-

14 junio 2011

Sudáfrica ha dado al mundo unas poderosas ideas, entre las cuales se destaca el concepto de la nación arco iris donde la diversidad es una fuente de fuerza y cada uno tiene derecho a la igualdad y el respeto.  Por lo tanto, es realmente triste ver que el país que volvió a nacer bajo la mirada de Nelson Mandela está ahora preparándose para un  fenómeno siniestro que socava todo lo que la nación arco iris representa: la violación denominada “correctiva” o “punitiva”.

Toda violación es repugnante y constituye un crimen serio que nunca se puede condonar o perdonar.  En el caso de la violación “correctiva” o “punitiva”, se escogen mujeres, y ocasionalmente hombres, que son brutalmente violadas porque resultan ser, o se percibe que son, lesbianas o gay.  Parte de un patrón más amplio de la violencia sexual, los ataques de este tipo comúnmente combinan una falta de respeto fundamental hacia las mujeres, que frecuentemente alcanza  la misoginia, con una homofobia muy arraigada.

Mientras que la violación “correctiva” o “punitiva” se relaciona principalmente con Sudáfrica, donde la mayoría de los casos documentados han ocurrido, el problema no se limita a algún país en particular.  Casos de violación “correctiva” han sido reportados en Uganda, Zimbabwe y Jamaica.  En general, violentos crímenes de odio contra personas lesbianas, gay, bisexuales y transgéneros prevalecen en todas partes del mundo, con algunos casos particularmente horrendos que fueron reportados en los Estados Unidos, el Reino Unido, Brasil y Honduras.

Un informe del 2009 de la organización Action Aid incluye las declaraciones de 15 sobrevivientes femeninos de violaciones “correctivas”o “punitivas” en Sudáfrica.  En cada caso, las víctimas entrevistadas creyeron que fueron señaladas específicamente por su sexualidad.  Los atacantes dijeron a sus víctimas que solamente se les estaban dando una “lección”, haciéndoles “un favor”, y “castigando” o “tratándoles” por su homosexualidad.

En el último ataque reportado, el 4 de mayo, una joven de 13 años fue violada en Atteridgeville, cerca a Pretoria.  Durante la agresión, se dijo que su atacante se jactaba de que iba a “curarla” del lesbianismo.  A finales de abril, el cuerpo desfigurado de la activista lesbiana, Noxolo Nogwaza, fue encontrado en un callejón en KwaThema, cerca de Johannesburgo.  Había sido violada y asesinada, aparentemente después de una discusión con hombres que trataron de abordar a su amiga.

El asesinato de Nogwaza ocurrió en el mismo poblado donde Eudy Simelane fue violada por una pandilla y acuchillada hasta morir en 2008.  Simelane era una lesbiana y miembro estrella del equipo nacional del fútbol femenino, Banyana Banyana.  Eventualmente, cuatro hombres fueron acusados de violación y asesinato, dos de los cuales fueron condenados. Lastimosamente, tales condenas son la excepción.  Muy pocos son los otros casos del denominado violación “correctiva” que han llegado a la corte.

Estadísticas confiables sobre las violaciones “correctivas” o “punitivas” son difíciles de encontrar. En la ausencia de un enfoque sistemático de controlar, documentar e investigar tales crímenes, es imposible conocer cuán grande es el problema, mucho menos detener a los culpables para que respondan por los hechos.  Mucho casos no se reportan, y aquellos que sí se reportan quizás no pueden ser debidamente señalados como crímenes de odio homofóbico.

Recientemente, el gobierno de Sudáfrica ha reconocido que la situación es seria.  Después del último ataque en Atteridgeville, un vocero del Departamento de Justicia y Desarrollo Constitucional prometió una rápida y minuciosa investigación, y acertadamente refirió a los derechos de los gay y lesbianas como derechos humanos y constitucionales. El mismo departamento recientemente creó un equipo de tareas sobre los crímenes de odio contra lesbianas, gay y bisexuales, como también personas transgéneros e intersexuales.  Todos son pasos en la dirección correcta.

Reconocer que las lesbianas, gay y bisexuales, y personas  transgéneros e intersexuales son vulnerables a la violencia y discriminación es un paso importante hacia el reconocimiento de los derechos básicos de todas las personas.  Yo comprendo que, en algunos países, la homosexualidad es algo que va en contra de las costumbres sexuales mayoritarias.  Como Alta Comisionada, debo mantenerme fiel a las normas universales de los derechos humanos y la dignidad humana que prevalecen.  Y que no haya confusión alguna: al defender los derechos de personas que son lesbianas, gay, bisexuales, transgéneros o intersexuales, no estamos haciendo un llamado para el reconocimiento de nuevos derechos o tratando de extender los derechos humanos en territorio nuevo.  Simplemente estamos señalando que las leyes internacionales existentes protegen a todos de la violencia y discriminación, inclusive con base a su sexualidad o identidad de género.  Los estados son responsables de asegurar que todos pueden disfrutar de los mismos derechos – no importa quiénes son, de dónde provienen, cómo se ven, o a quiénes aman.

Los sudafricanos no deberían necesitar convencerse de esto.  Fue, después de todo, la idea sobre la cual el país fue renovado, y que hoy día está en la constitución.  El reto para Sudáfrica es ser fiel a sus conceptos, y realizar la promesa de la era post-apartheid: una nación arco iris donde cada uno es libre e igual, y que puede vivir cómodamente con aquellos que son distintos.  Es un reto que el resto del mundo debería aceptar.

*Navi Pillay es la Alta Comisionada de las Naciones Unidas  para los Derechos Humanos

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