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Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Celebrar la contribución de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo a la realización de los derechos de las mujeres

08 marzo 2019

Día Internacional de la Mujer

Consolidar los logros acumulados durante 25 años para acelerar el cumplimiento de la promesa de El Cairo
Declaración de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet
Viernes 8 de marzo, 12:00 horas, Palacio de las Naciones, Sala XXIV

Excelencias,
Colegas y amigos:

Me honra poder acompañarles en este Día Internacional de la Mujer. Hoy reconocemos la contribución al cambio social realizada por las mujeres y las niñas y exhortamos a todos a que colaboren en la consecución de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. Es preciso que alentemos a cambiar, no sólo a las mujeres sino también a los hombres. Tanto las mujeres como los hombres deben recibir apoyo para que asuman funciones de liderazgo y, al mismo tiempo, para que puedan gestionar mejor el trabajo y las responsabilidades domésticas. Necesitamos cambiar normas y actividades, tanto el plano individual como en el comunitario, tanto en las leyes como en las políticas, y también en la cultura institucional del sector privado.

Hoy nos congregamos en torno a una verdad muy sencilla: Cada persona debe ser libre para decidir acerca de su vida, su cuerpo y su sexualidad. Estos son derechos fundamentales y universales, que constituyen el núcleo de los debates de esta jornada, el núcleo de la igualdad y la dignidad, el núcleo de la Agenda 2030 y del Programa de Acción aprobado en El Cairo hace 25 años. La agenda de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo proporcionó al mundo una estrategia ambiciosa en materia de población y desarrollo, en la que se reconoció la importancia fundamental de la igualdad de género, el empoderamiento de las mujeres y los derechos humanos. 

Fue un logro verdaderamente notable, el resultado de décadas de promoción para cambiar actitudes y normas sociales; de tenaces argumentos racionales, que defendieron la causa del cambio en sucesivas reuniones internacionales y ganaron el debate con hechos y experiencias de la vida real, y de los esfuerzos para proteger y promover los derechos humanos. 

Esta evolución hubiera sido inconcebible sin la imparable energía, el compromiso y las exigencias de valientes movimientos feministas y activistas de derechos de la mujer de todas las edades y extracciones sociales. 

Desde entonces, el progreso de ámbito mundial se ha reflejado en cambios positivos en la vida de la mujer y la infancia. 

La mortalidad materna se ha reducido a la mitad, ha aumentado considerablemente la disponibilidad y el uso de anticonceptivos, se ha introducido paulatinamente la educación sexual de amplio espectro en diversos países del mundo y se han registrado progresos en lo relativo al rechazo de las leyes discriminatorias que penalizan las relaciones consensuadas entre personas del mismo sexo y los servicios de interrupción segura del embarazo. 

Pero todavía persisten agudas desigualdades entre los países y dentro de estos. En múltiples ocasiones, las mujeres y las niñas pertenecientes a grupos tradicionalmente marginados, tales como las más pobres, las personas con discapacidad y las adolescentes,  tienen menos probabilidades de ejercer sus derechos a la salud sexual y reproductiva, y son quienes más probabilidades tienen de padecer o incluso morir como consecuencia de lo anterior. 

Cada día, unas 830 mujeres y niñas mueren en el mundo por causas relacionadas con el embarazo y el parto. Cada año, se realizan 25 millones de abortos en condiciones precarias y muchos de ellos provocan el fallecimiento de las pacientes; la gran mayoría de estas operaciones ocurren en países donde el aborto está severamente limitado. Unos 120 millones de mujeres tienen necesidades de planificación familiar que no han sido atendidas. Cada año se producen alrededor de 80 millones de embarazos indeseados o no previstos. Mientras que a escala mundial disminuye la incidencia del VIH y el SIDA, entre los jóvenes sigue aumentando.

Colegas y amigos:

Estos hechos no son inevitables. Son el resultado de acciones y omisiones de las que el Estado es responsable. Son la consecuencia final de la desigualdad y la discriminación. Reflejan el rechazo tenaz a aceptar la autonomía de las mujeres y las adolescentes sobre sus cuerpos y en todo lo relativo a su salud sexual y reproductiva.

Los cambios de políticas son importantes. Medidas tales como rechazar leyes y políticas discriminatorias, garantizar la educación sexual de amplio espectro, facilitar el acceso a métodos anticonceptivos modernos y velar por el acceso a servicios de aborto seguros, tienen la capacidad de transformar muchas vidas.

Colegas y amigos:

Transcurridos 25 años de la conferencia de El Cairo, estamos en una época distinta, con nuevos problemas y una nueva dinámica de cambio. 

La Agenda 2030 nos proporciona una oportunidad importante de avanzar en materia de derechos humanos para todas las mujeres. En realidad, no podemos esperar avances en la consecución de los ODS si no logramos garantizar a todos el disfrute de los derechos y la salud sexual y reproductiva. 

Pero esos derechos no se harán realidad mientras se expulse a las jóvenes de la escuela porque han quedado embarazadas o ellas abandonen los estudios cuando contraen matrimonio; mientras a los jóvenes de ambos sexos se les niegue el acceso a la información y los servicios que necesitan para practicar sexo seguro; mientras jóvenes y mujeres sean esterilizadas de manera forzosa simplemente porque pertenecen a un grupo minoritario o viven con una discapacidad. 

Tampoco se harán realidad mientras el aborto inseguro sea una de las causas principales de mortalidad y morbilidad maternas en el mundo entero, o mientras se deniegue a mujeres y jóvenes inmigrantes el acceso a los servicios de salud sexual o reproductiva a causa de su condición migratoria. 

Esos derechos no se harán realidad mientras los activistas y proveedores de servicios de salud sexual y reproductiva sean amenazados, agredidos, silenciados o privados de financiación, o mientras una de cada tres mujeres o jóvenes tengan que afrontar la violencia de su pareja en el curso de su existencia.

Esos derechos no se harán realidad mientras no aceptemos que la igualdad de género y los derechos de la mujer exigen un cambio fundamental y una dosis adicional de coraje, o mientras no superemos estereotipos y actitudes patriarcales hondamente arraigados.

Colegas y amigos:

El respeto de la salud y los derechos sexuales y reproductivos se traduce en menos lesiones y muertes maternas, tratos más respetuosos en las salas de obstetricia, mejor acceso a la contracepción, adolescentes más autónomos e informados, y más niñas matriculadas en las escuelas. Se traduce en que nadie quede rezagado. 

Está claro: cuando las mujeres pueden ejercer su derecho a decidir sobre sus propios cuerpos, el mundo es mejor, más sólido y más seguro. El respeto hacia los derechos de la mujer mejora la salud, la vida y el futuro. Beneficia a familias, comunidades y sociedades. Ese respeto opera en el núcleo mismo de las sociedades más justas y equitativas, que crecen y prosperan. 

La conferencia de El Cairo nos ha enseñado que podemos lograr cambios concretos en la toma de decisiones a escala mundial y que podemos usar esas decisiones para transformar la vida de todos. En el ‘espíritu de El Cairo’, debemos promover y proteger la autonomía, las iniciativas y las opciones de las mujeres y las niñas para que puedan decidir sobre sus propios cuerpos, libres de violencia y de coerción. Para lograrlo, es preciso que las empoderemos para que exijan sus derechos, debemos velar por que sean libres para escuchar las opiniones de otras mujeres y jóvenes, y debemos garantizar la rendición de cuentas en todos los niveles.

Muchas gracias.


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