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Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Los desafíos de nuestro tiempo, crecientes e interrelacionados, pueden solucionarse con la aplicación de los derechos humanos

15 julio 2023

Pronunciado por

Volker Türk , Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

En

Campus Global de Derechos Humanos, Venecia

Desde

Conferencia de alto nivel sobre la situación de los derechos humanos en el mundo

Lugar

Venecia, Italia

Les agradezco mucho esta invitación, que me brinda la ocasión de acompañar a tan distinguido grupo de ponentes e invitados en el marco de esta antigua y hermosa ciudad.

Este fin de semana estamos examinando el futuro y la situación de los derechos humanos en el mundo. Nos enfrentamos a un enorme conjunto de desafíos.

Las amenazas a la paz y la seguridad están alejando al mundo de la búsqueda conjunta de soluciones y llevándolo de vuelta hacia la confrontación entre bloques hostiles. Desde la invasión de Ucrania, perpetrada por la Federación de Rusia, hasta los graves actos de violencia cometidos en Sudán, Myanmar y otros lugares, los civiles están pagando el precio que les exige la ambición de sus líderes, que proceden con una impunidad cada vez mayor.

El cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad amenazan ya a todo el planeta con repercusiones masivas en materia de derechos humanos. Y esta situación no hará más que empeorar.

Los derechos de las mujeres, de numerosas minorías étnicas y del colectivo LGBTIQ+ se ponen en tela de juicio. La sociedad civil y el espacio cívico están cada vez más restringidos.

Y nuestros derechos humanos y la seguridad personal están amenazados por los retos digitales. Incluso si las nuevas tecnologías ofrecen un enorme potencial para la humanidad, la inteligencia artificial y las falsificaciones digitales (deep fakes) fomentan la polarización y, junto con la bioingeniería, avanzan tan rápido que las regulaciones gubernamentales no consiguen mantener el paso.

Nuestra confianza mutua y la que depositamos en las instituciones se deteriora cuando ya no podemos distinguir lo cierto de lo falso y ni siquiera sabemos exactamente qué es real y qué es imaginario.  Nuestra capacidad de aunar esfuerzos para hallar soluciones globales queda socavada cuando las redes sociales delimitan campos hostiles y nítidamente definidos, formados por personas que no ven ni leen los mismos medios de comunicación ni son capaces de trascender sus límites para entablar un diálogo con quienes piensan de otro modo.

Todos estos retos se intersectan y combinan. Al erosionar los derechos humanos, también socavan la justicia, el desarrollo sólido e integrador, y la paz.

Pero aún si los derechos humanos están amenazados, siguen siendo la solución y nos orientan para superar los conflictos actuales.

Este año celebramos tres aniversarios muy importantes, el primero y más destacado, por supuesto, el 75º aniversario de uno de los documentos esenciales de la historia contemporánea, la Declaración Universal de Derechos Humanos.

La Declaración es un documento inspirador, que estipula los derechos universales que cada persona puede disfrutar, simplemente por su condición de ser humano.

Las otras dos conmemoraciones a las que aludí son:

El 30º aniversario de la aprobación de la Declaración y el Programa de Acción de Viena, que sirvió de base a la creación de la Oficina del ACNUDH.

En la Declaración y el Programa de Acción de Viena también se abordó la cuestión de si los valores nacionales y regionales podrían colisionar de algún modo con las normas internacionales de derechos humanos y si dichos valores deberían prevalecer sobre esta normativa. Pero los derechos humanos constituyen criterios universales y están concebidos para todos. Son indivisibles, interdependientes y están interrelacionados: el derecho a la alimentación adecuada, por ejemplo, se ejerce mejor cuando hay libertad de expresión y existe un espacio cívico y democrático de amplio espectro. Todos estos elementos colaboran entre sí para crear una urdimbre social más resiliente: esta fue otra de las lecciones confirmadas en Viena hace ahora 30 años.

Y el tercer aniversario: en diciembre próximo, vamos a conmemorar el 25º aniversario de la aprobación de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los defensores de derechos humanos.En este documento se reconoció por primera vez el derecho específico a defender los derechos humanos y se estipularon las responsabilidades de los gobiernos y las empresas de proteger a esos activistas.

Ante los desafíos que ahora afrontamos, la coincidencia de estos aniversarios nos aporta un poco de claridad y esperanza. Estas efemérides nos indican el camino a seguir. Una estrategia fundamentada en los derechos humanos aplicada a cualquier problema conduce a resultados más sostenibles y centra los esfuerzos en lo más importante: la repercusión sobre las personas.

Un buen punto de partida es la participación. Mientras más personas participen en la adopción de decisiones -personas empoderadas para expresar sus propias opiniones-, más eficaces y legítimas serán las soluciones adoptadas, desde el plano local hasta el internacional.

Por ejemplo, la paz duradera no puede construirse únicamente con el esfuerzo de los hombres. Es preciso que en la mesa de negociaciones se expresen diversas opiniones.  ¿Dónde están las mujeres? ¿Y los jóvenes?  ¿Y la sociedad civil? Las sociedades que se fundamentan en la participación y que disponen de sistemas judiciales idóneos, no están exentas de polémicas. Pero son capaces de solucionar esas polémicas. La participación contribuye a evitar que esas disputas se agraven hasta desembocar en conflictos y actos de violencia.

La participación amplia también es esencial para abordar las cuestiones medioambientales y los retos que plantean las nuevas tecnologías. Debemos recabar y escuchar las opiniones de quienes no han participado en la adopción de esas decisiones, pero que más sufren sus efectos: los pueblos indígenas, las personas que, obligadas por la pobreza, viven en zonas más vulnerables o las mujeres que asumen la responsabilidad de los cultivos de subsistencia.

Estimados colegas:

Hace 75 años, los Estados se comprometieron a defender la igualdad inherente de cada ser humano y a promover los derechos humanos que todos compartimos.

Esos Estados habían sido quebrantados y devastados por dos guerras mundiales, un terrible genocidio, la amenaza nuclear y la mayor recesión que el mundo jamás había experimentado. Y, sin embargo, esos mismos Estados redactaron y aprobaron una promesa que hubiera podido considerarse un acto de idealismo.

Pero, en realidad, ese acto tuvo poco que ver con el idealismo. Su decisión se centró resueltamente en el aspecto práctico de la cuestión. Los Estados que en 1948 aprobaron la Declaración Universal de Derechos Humanos sabían que, al reforzar los derechos humanos, podrían ralentizar y tal vez frenar la espiral de caos que estaba destruyendo vidas y anulando cualquier posibilidad de estabilización.

El derecho a vivir libre de cualquier forma de discriminación, detención arbitraria y tortura.

Los derechos a la educación, la alimentación adecuada, la atención sanitaria, el agua potable, los saneamientos, la protección social y la vivienda.

La libertad de expresión y opinión y el derecho a la privacidad. La libertad de asociación y reunión pacífica, incluso el derecho a manifestarse pacíficamente.

El derecho a condiciones laborales justas y equitativas.

El derecho a un juicio justo y a la protección de la ley.

El derecho a participar de manera libre y significativa en la vida pública.

Así es como podemos construir sociedades pacíficas y armoniosas. Así es como podemos construir países capaces de colaborar entre sí en los foros multilaterales para afrontar los retos comunes. Así es como podemos fomentar el desarrollo sostenible y duradero, en un contexto de seguridad.

Albergo grandes esperanzas de que, por ejemplo, los litigios relativos a la crisis climática que se dirimen en las cortes nacionales y los tribunales internacionales fomentarán la rendición de cuentas y, en última instancia, aportarán soluciones en lo tocante a la triple crisis planetaria.

En cuanto a los retos que se plantean en el ámbito digital, ya es hora de incorporar el lenguaje común de los derechos humanos a la forma en que regulamos, gestionamos, diseñamos y usamos las nuevas tecnologías. Desde la fase de la concepción y a lo largo de todo el ciclo vital de esas tecnologías, es preciso que apliquemos salvaguardas para proteger los derechos humanos.

Mi Oficina puede contribuir en esta tarea facilitando y orientando los arduos debates necesarios para avanzar en todos estos asuntos. Nuestra organización es un puente entre los pueblos y sus instituciones estatales; también somos un puente entre agentes que operan en la esfera internacional y los ayudamos a eliminar los obstáculos que impiden la plena realización de todos los derechos humanos.

Pero en modo alguno podríamos hacerlo nosotros solos.

La Declaración Universal ha inspirado décadas de solidaridad y de activismo dinámico y creativo y ha empoderado a mucha gente para que puedan exigir sus derechos y participar activamente en sus comunidades y sociedades respectivas.

Sus promesas aportaron esperanza a millones de personas y les dieron la certeza de que las cosas podrían ser diferentes.

Ese es el mismo espíritu que necesitamos ahora.

Las lecciones de la historia son múltiples, pero ahora quisiera centrarme únicamente en esta: sin justicia, no puede haber paz duradera. Sin inclusión, no puede haber cohesión social ni sentido de comunidad social. Sin un Estado de Derecho y sin un espacio cívico amplio, no puede haber una gobernanza sólida.

El progreso de los derechos humanos es la manera de luchar contra la desesperanza y es la vía para hallar soluciones a nuestros desafíos actuales y a los de las generaciones venideras.

La desesperanza a menudo nace de la impresión de que tu vida y la vida de tus seres queridos carecen de importancia; que cuando trates de alzar la voz, harán caso omiso de lo que digas o te callarán.

Por eso, al exhortar hoy a los Estados a que renueven su compromiso con las poderosas palabras de la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Declaración de Viena y la Declaración de las Naciones Unidas sobre los defensores de derechos humanos, también pido a todos los que puedan hacerlo que se alcen y exijan libertad del miedo. Libertad del sufrimiento y las privaciones. Y justicia -incluida la justicia climática- para todos.

Muchas gracias

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