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Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Semana de los Derechos Humanos en el Parlamento Europeo

Una Europa valiente

20 noviembre 2018

Mesa redonda sobre universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos en el mundo globalizado y digital de hoy en día

Discurso de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet

Distinguido Presidente del Subcomité de Derechos Humanos,
Miembros del Parlamento Europeo,
Miembros de los 28 Parlamentos Nacionales,
Excelencias, Comisionados,
Colegas y amigos:

Es para mí un gran honor estar presente hoy entre tantos distinguidos ponentes y hacer uso de la palabra en nombre del Secretario General, para hablar de cómo podemos promover los derechos de los pueblos de Europa y del mundo entero, para defender la Declaración Universal de Derechos Humanos.

En palabras de mi compatriota Hernán Santa Cruz, uno de los redactores de la Declaración Universal, la aprobación de este documento fue  “…un evento histórico verdaderamente significativo, donde se había alcanzado un consenso con respecto al valor supremo de la persona humana, un valor que no se originó en la decisión de un poder temporal, sino en el hecho mismo de existir – lo que dio origen al derecho inalienable de vivir sin privaciones ni opresión, y a desarrollar completamente la propia personalidad”.

El reconocimiento que la Declaración realizó de derechos específicos y universales ha impulsado un vasto aumento del bienestar humano en los últimos 70 años –en salud, educación, paz y desarrollo más sostenible, así como una reducción de la marginación y los abusos perpetrados contra numerosas minorías-.

Los pueblos han afirmado sus derechos a la igualdad, a vivir libres de la tiranía y la explotación, con un acceso equitativo a la justicia, los servicios fundamentales y las oportunidades económicas.

Podemos evaluar el poder y el valor de sus logros en esta región, que hace pocas décadas fue el epicentro de la devastación causada por la guerra, la depresión económica y el horror del Holocausto.

Numerosos diferendos se han resuelto gracias al funcionamiento imparcial de la justicia. Las democracias se han asentado en un sólido marco jurídico y se rigen por los principios del Estado de derecho. La solidez de las instituciones y el dinamismo de la prensa y la sociedad civil garantizan la existencia de un debate amplio y abierto en el mercado de las ideas. Las sociedades se han vuelto más integradoras y más respetuosas. En algunos casos, los responsables de vulneraciones han sido procesados. En un número cada vez mayor de países, se defienden los derechos de las personas a la verdad y la reparación jurídica. 

Y ahora los Gobiernos comprenden mejor que deben satisfacer las necesidades y respetar los derechos de la población.

Allí donde nuestros padres y abuelos conocieron una era en la que los tiranos podían infligir los peores sufrimientos sin que las víctimas obtuvieran amparo, ahora las Constituciones del mundo entero hacen referencia a la Declaración Universal de Derechos Humanos e incorporan muchas de sus cláusulas a la normativa y la práctica jurídica.

A lo largo de 70 años, el mundo ha creado un marco de tratados vinculantes, ha establecido instituciones internacionales e intergubernamentales y ha adoptado una red normativa para fomentar y apoyar compromisos específicos que los Estados han contraído voluntariamente.

Honorables ponentes:

Los valores consagrados en los derechos humanos son poderosos.

Esos valores han suscitado inmensos cambios de signo positivo –y los siguen suscitando.

Pero todos los aquí presentes estamos conscientes del contexto turbulento y cada vez más polarizado de este año en que conmemoramos el 70º aniversario de la DUDH.

Un vendaval de discordia socava los esfuerzos de paz y progreso que realizamos en la consecución de nuestros objetivos comunes de derechos humanos. 

Diversos conflictos causan actualmente sufrimientos intolerables y contribuyen a generar volúmenes de desplazamiento sin precedentes.

Incluso aquí, en la Unión Europea, con sus sólidas referencias en materia de derechos humanos y sus encomiables principios institucionales, la independencia de la judicatura, la libertad de prensa y el ámbito cívico están sujetos a erosión.

Se dirigen expresiones de odio hacia los migrantes y las minorías, a fin de obtener y reforzar apoyos políticos. 

Para que las políticas de la Unión Europea hacia terceros países sean creíbles, es indispensable que los derechos humanos progresen dentro de la misma UE y no que retrocedan. En numerosos países de la UE, queda mucho por hacer para lograr la plena integración social de los romaníes, las personas con discapacidad, los ancianos y los pobres.

Mi Oficina también está preocupada por las estrategias de control de la migración que consideran a los migrantes como una amenaza y no como una contribución, y que no logran centrarse en las experiencias y las necesidades de las personas interesadas.

En el mundo entero, desigualdades en una escala que no habíamos conocido durante nuestra vida amenazan las aspiraciones de hacer realidad la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que encierra un potencial de transformación basado en los derechos humanos para todos los pueblos del planeta. Y, al mismo tiempo, el cambio climático se recrudece, lo que acarrea consecuencias negativas para los derechos humanos.

Todos juntos afrontamos un momento crítico.

Tenemos la oportunidad de reafirmar la pertinencia decisiva de las estrategias multilaterales e intergubernamentales para responder a las turbulencias de estos retos transnacionales.

Una oportunidad para adoptar y aplicar decisiones, orientadas por la claridad y la objetividad del derecho internacional de los derechos humanos.

Tanto si hablamos de migración, nacionalismo, cambio climático y desigualdades económicas y sociales, como si lo hacemos de independencia judicial, libertad de expresión, vigilancia de masas e inteligencia artificial, o de la importancia fundamental de ampliar lo más posible el ámbito de la participación pública y sus manifestaciones –en el centro de todos estos desafíos están los derechos civiles, culturales, económicos, políticos y sociales.

Para prevenir o atenuar las repercusiones de esas tendencias negativas, es menester la colaboración de todos, en el marco del derecho internacional de los derechos humanos –un marco que ya está sólidamente establecido y que ha logrado éxitos verificables en la consecución de resultados beneficiosos.

Algunas partes de este marco de referencia están hoy sometidas a enormes presiones, pero resisten y siguen concitando un respeto muy amplio.

Un aspecto del reto que afrontamos consiste en lograr que las normas y los criterios internacionales de este tipo sean más aceptables para los encargados de formular políticas y adoptar decisiones, mediante una comunicación más eficaz de los múltiples modos en que ellos y sus pueblos se beneficiarán de la protección y promoción de los derechos humanos.

Coincido con lo que afirma Stavros Lambrinidis: necesitamos poner de relieve los relatos positivos susceptibles de demostrar que la defensa de los derechos humanos conduce a sociedades más sólidas, con un desarrollo mejor y más sostenible, y con una prevención de conflictos más eficaz.

Y, sobre todo, para avanzar, debemos rechazar.

Rechazar el vilipendio de los migrantes, las minorías y otras comunidades, con la claridad de los principios y la verdad. 

Rechazar los programas basados en el odio, haciendo hincapié en los valores de la Declaración Universal –la equidad y la dignidad, que sostienen el bienestar de toda la humanidad-.

Yo anhelo una Europa que tenga el coraje, la energía y la voluntad de seguir potenciando sus logros.

Una Europa que tenga la convicción necesaria para sostener y defender los derechos humanos, el progreso social y la integración, que constituyen sus aspectos más sólidos. Una Europa que tenga la clarividencia de comprender que los principios de derechos humanos deben orientar las políticas en las fronteras del universo digital, lo mismo que deben guiar todas las políticas gubernamentales.

Es preciso que construyamos una cultura de derechos humanos y una cultura de diálogo. Debemos reforzar los hábitos de respeto y abarcar la pluralidad de opiniones del mundo.

De modo que los niños de esta región, los niños de todo el mundo –y sus hijos, después-, puedan crecer en el reconocimiento de la “dignidad intrínseca y los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”, que como los Estados reconocieron hace 70 años, son “la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo”.

Muchas gracias.