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Terminar con la violencia y la discriminación hacia el colectivo LGBTI – Reunión Ministerial del Grupo Central sobre los derechos del colectivo LGBTI

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21 septiembre 2017

Discurso del Alto Comisionado, Zeid Ra'ad Al Hussein

20 de septiembre de 2017

Primer Ministro Muscat,
Vicepresidenta Chacón,
Primer Ministro Adjunto De Croo,
Excelencias,
Colegas y amigos:

En 2018, la Declaración Universal de Derechos Humanos cumplirá 70 años. Hay mucho que celebrar. La Declaración fue la plataforma que ha propiciado siete decenios de progreso en la consecución y el fortalecimiento de los derechos humanos en el mundo entero.

Pero a medida que nos aproximamos a ese aniversario histórico, muchos de esos avances parecen cada vez más frágiles. Las fuerzas populistas todavía están presentes y la sociedad civil está sometida a presiones cada vez más intensas. Los marcos jurídicos que tardamos décadas en construir se ven ahora socavados por políticos oportunistas que confrontan a los pueblos con la falsa disyuntiva –la fatal disyuntiva- de seguridad o libertad.

Como siempre ocurre cuando los derechos retroceden, son las minorías las que quedan en situación más vulnerable –los inmigrantes, las minorías religiosas o raciales y, por supuesto, los miembros del colectivo LGBTI-. De manera invariable, quienes más pierden son los que desde el principio menos tenían: menos poder, menos dinero y menos apoyo público.

Las personas gays y lesbianas  -y, en menor medida, los transexuales- han logrado avances notables en los últimos 20 años, aunque hemos de reconocer que muchos de esos logros han sido muy desiguales, tanto en términos geográficos como a lo ancho del espectro LGBTI.  

Nos honra hoy con su compañía el Primer Ministro de Malta, país que ha asumido una actitud pionera en el mundo al aplicar un conjunto de medidas para proteger los derechos del colectivo LGBT y –por primera vez en Europa- de las personas intersexuales. Asimismo nos acompañan dirigentes de Argentina, Bélgica, Canadá, Costa Rica, Francia, Islandia, los Países Bajos, Noruega, España y el Reino Unido, países que también han logrado avances históricos.

Aunque algunos gobiernos están evolucionando en la dirección correcta, muchos otros no cumplen. Algunos ni siquiera lo intentan. Los informes que elabora mi Oficina suelen mostrar un panorama de violencia brutal y discriminación generalizada, alimentado por actitudes públicas negativas, en muchos casos amparadas por el Estado.

Yo apoyo sinceramente el llamamiento al diálogo formulado por el Grupo Central. Necesitamos más diálogo entre los países y dentro de cada uno de ellos. Pero el diálogo ha de conllevar una premisa inequívoca: no se trata de si se termina o no con los abusos, sino de cómo ponerles fin. Las personas que forman el colectivo LGBTI son miembros de pleno derecho de la familia humana. No valen menos que nosotros; son iguales y, como iguales, tienen derecho a ejercer los mismos derechos que cualquiera de nosotros.

Comprendo que este es un tema difícil de abordar en muchos lugares del mundo. Cuando se les apremia un poco, los funcionarios suelen reconocer que tienen las manos atadas: la población, dicen, nunca aceptará a los miembros del colectivo LGBTI en plano de igualdad. Pero este razonamiento también puede plantearse al revés. Si la opinión pública es hostil al colectivo LGBTI, entonces es aún más urgente que los gobiernos tomen medidas para protegerlo.

Las investigaciones indican que el factor decisivo que determina el grado de aceptación de las personas gays y transexuales no es la educación ni el ingreso de la población, sino el hecho de conocer personalmente a alguien que es abiertamente gay o transexual. A medida que un número cada vez mayor de miembros del colectivo LGBTI ‘salgan del armario’ y cuenten sus historias, irán cambiando el mundo que los rodea. Es un proceso imparable. Nuestra tarea consiste en protegerlos mientras lo logran y apoyarles en su exigencia de derechos.   

Esperamos que los gobiernos establezcan las salvaguardas necesarias para preservar del daño a lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales. Pedimos a todos los gobiernos que permitan a cada persona amar a quien prefiera, ilegalicen la discriminación, combatan los delitos de odio y acoso, tan frecuentes en las escuelas, y protejan de todo daño a los menores intersexuales –incluso mediante la prohibición de las operaciones quirúrgicas innecesarias que se aplican a menudo a esos niños-. La responsabilidad debe recaer sobre los gobiernos, en la tarea de proteger y respetar los derechos, y de explicar a la población por qué esas medidas son necesarias.

Por experiencia sabemos que los gobiernos por sí solos no pueden terminar con la discriminación. Esa tarea necesita de todos nosotros: medios de comunicación, escuelas, dirigentes religiosos y, en particular, de los empresarios.

La semana próxima presentaré una nueva normativa de ámbito mundial, elaborada por mi Oficina, en la que se hace hincapié en las medidas que las empresas pueden y deben tomar para erradicar la discriminación contra el colectivo LGBTI en los centros de trabajo y fuera de ellos.

Nada de esto sería posible sin el aporte de los auténticos héroes de esta causa: los activistas LGBTI y sus aliados, que defienden los derechos humanos, incluso cuando han de afrontar el rigor de las leyes, los gobiernos y la opinión pública. Esas personas merecen nuestra gratitud y nuestro apoyo. Me complace honrar aquí la labor esencial que llevan a cabo.   

Todos podemos emular su ejemplo. Debemos presionar y vencer los obstáculos que impiden la igualdad –en los centros de trabajo, las escuelas, los tribunales y las calles-. Ha llegado la hora de la justicia.

Muchas gracias.

Terminar con la violencia y la discriminación hacia el colectivo LGBTI
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