Skip to main content

Declaraciones Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Conmemoración del Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Transatlántica de Esclavos

La esclavitud y la trata de esclavos

16 marzo 2017

Discurso inaugural del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el Sr. Zeid Ra'ad Al Hussein.

Ginebra, 16 de marzo de 2017

Excelencias,
Colegas y amigos:

El 25 de marzo honramos la memoria de millones de víctimas de la esclavitud. En particular, de las víctimas de la trata transatlántica, que durante más de cuatro siglos provocó el secuestro de más de 15 millones de personas de sus hogares en África y su transporte forzoso al continente americano, donde fueron compradas y vendidas, explotadas y, a menudo, asesinadas.

Conmemoramos el sufrimiento de incontables millones de hombres, mujeres y niños. Celebramos la memoria de los héroes que se opusieron a este crimen masivo contra la humanidad y, finalmente, lo vencieron. Y renovamos nuestra promesa de velar por que ningún ser humano vuelva a ser tratado jamás como una mercancía.

Esta jornada de conmemoración nos ofrece también la oportunidad de examinar las cicatrices dejadas por la esclavitud en el mundo contemporáneo. Entre esas oscuras sombras proyectadas en nuestra sociedad figuran profundas e injustas desigualdades, y el prejuicio y la discriminación racial generalizada. 

La trata negrera fue la mayor deportación forzosa de la historia; el comercio de personas más extenso jamás realizado; el crimen contra la humanidad más duradero. La esclavitud y el tráfico de esclavos destacan entre las más terribles violaciones jamás infligidas a seres humanos, no sólo por su crueldad, sino también por su magnitud, su carácter organizado y por la negación a las víctimas de su condición de seres humanos. Son numerosas las familias, ciudades e industrias que obtuvieron beneficios económicos de la esclavitud de los africanos. Pero de las secuelas de la esclavitud –sus beneficios para algunos; sus horrendos daños para muchos- se ha hecho caso omiso, deliberadamente, durante generaciones. Esta negativa a reconocer el legado vivo de la trata esclavista genera divisiones en el mundo de hoy.

En muchas regiones, hay numerosas comunidades de afrodescendientes que no disfrutan de los mismos derechos a la educación, la vivienda y el empleo. Incluso los sistemas para hacer cumplir la ley e impartir justicia –los mismos sistemas que debería garantizar la igualdad y proteger a todas las personas- suelen estar sesgados en contra de los afrodescendientes, y muestran un trato desigual ante la ley; índices preocupantes de violencia policial; uso desproporcionado de la detención y sentencias más severas. Los prejuicios impiden un trato equitativo en materia de acceso a la educación, la vivienda y el empleo. Los afrodescendientes suelen figurar entre los grupos de población más pobres, con muy bajos niveles de participación política.

A pesar de la emancipación; a pesar de los grandes avances realizados gracias a la lucha heroica en pro de los derechos civiles y la independencia, un número inaceptable de personas de ascendencia africana sigue cargando con el lastre del subdesarrollo. Y entre las causas fundamentales de esta injusticia generalizada figura la negativa a reconocer el legado de la esclavitud y el silencio que le rodea.

El Decenio Internacional para los Afrodescendientes, que se prolongará hasta 2024, se propone honrar y restaurar la dignidad de las personas de ascendencia africana, mediante la sensibilización y el fomento de cambios auténticos. Su tema es “Reconocimiento, Justicia y Desarrollo”. Reconocimiento, porque el cambio empieza por la claridad. Es preciso que comprendamos nítidamente la magnitud de la discriminación y que reconozcamos y celebremos las múltiples contribuciones de los afrodescendientes a las sociedades en las que viven. Justicia, porque el daño causado debe ser reparado. Y desarrollo, porque los afrodescendientes tienen derecho a mejorar sus vidas y a participar plenamente en la adopción de decisiones, en todos los estratos de la sociedad.

El Decenio trata de alentar a los Estados para que apliquen políticas que reduzcan las injusticias tradicionales heredadas del pasado que todavía afectan a los afrodescendientes. Políticas que combatan el racismo mediante la educación y promuevan la diversidad cultural. Esta es una oportunidad concreta para que los Estados alivien los daños y sufrimientos causados a las personas de ascendencia africana, mediante la elaboración de mejores leyes y políticas, el fomento de la sensibilidad acerca del patrimonio, tanto material como inmaterial, de la esclavitud y la trata de esclavos, y la búsqueda de soluciones adecuadas para el resarcimiento mediante la justicia.

El año pasado, mi Oficina y la UNESCO coeditaron un calendario de diez años con el fin de acompañar el desarrollo del Decenio, mediante la evocación de fechas, temas y figuras cruciales en la historia de la diáspora africana. De estas páginas heterogéneas emerge una amplia búsqueda colectiva de respeto y libertad; relatos de resistencia y fortaleza individual; y, contra todo pronóstico, una cascada interminable de ingenio, creatividad y éxitos. Los afrodescendientes han contribuido a transformar países enteros, en términos económicos, culturales y políticos, no sólo en el continente americano, sino también en Europa, el Medio Oriente, el Norte de África e incluso en otras regiones. Ha llegado el momento de que esa contribución reciba el debido reconocimiento.

Todos nosotros nos beneficiamos hoy del inmenso patrimonio cultural, económico, social y político que han aportado los afrodescendientes. La esclavitud y la trata transatlántica desgarraron a familias y comunidades enteras; quizás hoy, al poner de relieve la enorme contribución que han realizado y los vínculos irreversibles creados entre los pueblos, el recuerdo del crimen pueda, paradójicamente, unir más a las naciones. Lo que esos sucesos nos revelan es que una parte de la historia y la identidad de cada sociedad se ha escrito allende los mares; que nuestras realidades están imbricadas y nuestros destinos son inseparables. 

En 1963, el gran escritor y activista de derechos humanos James Baldwin desglosó el significado de la igualdad hasta su formulación más simple y profunda: “Ninguna etiqueta, ninguna consigna, ningún partido, ningún color de piel es más importante que el ser humano”. En ese año decisivo para el movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos, cientos de miles de personas se manifestaron para terminar definitivamente con la segregación racial y Martin Luther King declaró al mundo “Tengo un sueño”. Como escribió Baldwin, “Ese día, por un instante, casi parecía que habíamos alcanzado una cima y que podíamos ver nuestro legado. Quizá podríamos hacer realidad ese reino, quizá la comunidad amada no sería para siempre el sueño que alguien soñó en medio del sufrimiento”. 

Somos una sola humanidad. Y al reconocer nuestro patrimonio común, nuestra herencia y nuestras cicatrices, debemos ayudarnos mutuamente en la consecución de la igualdad, el bienestar y la paz.

Muchas gracias.

Etiquetas