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Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos

Prevenir y poner fin los crímenes atroces: un reto fundamental del Consejo de Seguridad, dice el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein

La reforma del Consejo de Seguridad

22 septiembre 2016

Nueva York, 22 de septiembre de 2016

Excelencias,
Colegas y amigos:

Las Naciones Unidas importan, por supuesto: Importan para nuestra generación, la de nuestros hijos y para el futuro de nuestro pequeño mundo. Si su labor se bloquea, si el sistema no puede hacer frente a los desafíos que plantean los desastres, las crisis y el sufrimiento crónico, entonces las Naciones Unidas empiezan a disgregarse en la inacción y la falta de pertinencia y, en la misma medida, la humanidad se enfrenta a un enorme peligro.

Estamos congregados aquí porque estamos convencidos de que las Naciones Unidas son capaces de reinventarse. En particular, ante las crecientes amenazas actuales a la paz y la seguridad, estamos convencidos de que los miembros del Consejo de Seguridad, y en particular los cinco miembros permanentes, pueden renovar sus procedimientos con miras a lograr una acción más rápida y eficaz.

Cada vez se extiende más la impresión de que el Consejo de Seguridad está en un atolladero. Como señalaron los oradores que me precedieron, el caso de Siria es el ejemplo más candente. Fuentes fidedignas señalan que allí se han cometido delitos de guerra, actos de genocidio y crímenes de lesa humanidad, sin control alguno. El país padece una hemorragia de refugiados. Y la guerra arrastra a los Estados colindantes hacia ese horrible conflicto. Pero, como todos sabemos, una y otra vez la acción decisiva en apoyo de la paz y la seguridad ha sido bloqueada por motivos políticos mediante el uso del veto.

La de Siria no es la única crisis en la que la incapacidad del Consejo de Seguridad para acordar una acción conjunta ha tenido un efecto inolvidable y desastroso en términos de vidas humanas. Han sido numerosas las situaciones en las que la amenaza del veto ha ejercido una repercusión considerable sobre asuntos fundamentales de seguridad.

En fechas recientes, para que el Consejo de Seguridad pueda responder eficazmente a graves violaciones de derechos humanos y a las exigencias de la gobernanza mundial, los Estados Miembros han presentado iniciativas similares.

Una de estas iniciativas, auspiciada por Francia y México, y otra concomitante, proponen limitar el uso del veto. Ambas iniciativas podrían ejercer un poderoso efecto disuasorio sobre futuras violaciones, al convencer a los posibles violadores de que las atrocidades tendrán por respuesta la acción resuelta y eficaz del Consejo de Seguridad. Las dos propuestas son coherentes con los criterios básicos de la iniciativa “Derechos humanos ante todo”, que exige que en todas las actividades de las Naciones Unidas se dé prioridad a la protección de los derechos humanos. Y ambas se ajustan lo suficiente a la Carta que vincula a los Estados Miembros. A fin de cuentas, el Inciso 1 del Artículo 1 de la Carta proclama que el propósito de las Naciones Unidas es prevenir y eliminar las  amenazas a la paz, de conformidad con los principios de la justicia.

Insto firmemente a que se tomen en consideración ambas iniciativas, de hecho, a que se consideren todas y cada una de las medidas que puedan contribuir a facilitar la acción del Consejo en los lugares donde exista el riesgo o la prueba concreta de que se han cometido crímenes de ámbito internacional.

Sobre todo, debo hacer hincapié en lo que creo que es el criterio unánime de la comunidad de derechos humanos: este esfuerzo es urgente.

Las violaciones y los abusos de derechos humanos, si no se frenan, crecerán y se extenderán como un cáncer. La inactividad y la incapacidad de proteger están perjudicando la vida de millones de personas y están socavando la legitimidad y toda la labor de las Naciones Unidas, que es el sistema de cooperación más poderoso jamás construido por la humanidad para cooperar ante las amenazas.

Esta situación no puede quedar limitada a un debate puramente teórico.

Quizá cada generación deba dar un paso al frente y afrontar retos de esta índole. Nosotros podemos abordar éste. Es el desafío que se nos plantea a todos, ahora.

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