Las personas con discapacidad se han enfrentado durante mucho tiempo a diferentes formas de discriminación, aunque es de esperar que la aprobación de la Convención reducirá esta discriminación en todo el mundo.
Las personas con discapacidad han sido consideradas seres anormales, manifestaciones del mal o curiosidades anómalas. Han sido ejecutadas, segregadas u obligadas a someterse a experimentos médicos. Han sido objeto de ridiculización y de diversiones crueles y se las ha considerado seres de mal agüero. En muchos casos, han sido consideradas seres inferiores, únicamente iguales a los ojos de Dios y, por ello, merecedoras de lástima y conmiseración.
La discriminación evoluciona, pero no disminuye necesariamente. Al aprobarse la Convención en 2006, el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, manifestó lo siguiente:
“con demasiada frecuencia se ha considerado a las personas con discapacidad como objetos de bochorno y, en el mejor de los casos, como dignos de piedad y caridad. ... En teoría, han disfrutado de los mismos derechos que otros, pero, en la práctica, a menudo se han visto relegadas a los márgenes y se les han negado las oportunidades que otros dan por sentadas.”
Considérense algunos ejemplos:
La aniquilación de los “inútiles”: la discriminación y el derecho a la vida. Una de las formas más graves de discriminación por motivos de discapacidad fue perpetrada en el siglo XX durante el régimen nazi. Iba dirigida contra las personas con discapacidades mentales y físicas, al igual que se hacía contra otros grupos considerados inferiores, y se las sometía a aniquilación, experimentación, esterilización y otras brutalidades. Se organizaron programas de esterilización y eutanasia contra los “inútiles” mentales o físicos. Cada caso se exponía a varios funcionarios de salud pública, quienes decidían si se realizaba o no la esterilización obligatoria. Además, el Ministerio del Interior exigía que los médicos y parteras denunciasen todos los casos de recién nacidos con discapacidades graves. El objetivo eran los niños menores de tres años con enfermedades o discapacidades tales como el síndrome de Down, hidrocefalia, parálisis cerebral o “imbecilidad aparente”, entre otras. Durante ese período, se dio muerte a unas 250.000 personas con discapacidad y se esterilizó a alrededor de 450.000.
Otros Estados también aprobaron legislación y políticas que permitían la esterilización. Millares de personas con discapacidad fueron esterilizadas a la fuerza. Las prácticas de esterilización se basaban en teorías eugenésicas, muy extendidas a comienzos del siglo XX, que propugnaban un control de calidad de la raza, la reproducción de determinadas personas y características y la represión de los grupos no deseados.
La denegación de capacidad jurídica: la discriminación y el reconocimiento igual ante la ley. Los ordenamientos jurídicos de todo el mundo han considerado —y muchos siguen considerando— que la discapacidad es un motivo lícito para no reconocer como personas ante la ley a ciertas personas con discapacidades intelectuales, mentales o sensoriales. En la práctica, se deniegan a tales personas numerosos derechos, como la capacidad de adoptar decisiones, formalizar contratos, votar, contraer matrimonio, heredar inmuebles, administrar bienes personales, defender derechos ante los tribunales o elegir tratamientos médicos. En ocasiones los tutores no actúan en interés de las personas con discapacidad a las que representan. Pueden incluso abusar de su posición de autoridad e infringir los derechos de otras personas. Cuando se carece de capacidad jurídica, las intervenciones médicas forzadas (utilización de medicamentos, cirugía y esterilización) y los experimentos médicos pueden llevarse a cabo sin que medie un consentimiento libre e informado. Por ejemplo, las mujeres y niñas con discapacidades intelectuales se ven sometidas frecuentemente a esterilización forzada.
La privación de libertad por motivos de discapacidad. La discapacidad ha sido considerada un motivo legítimo para privar de libertad a ciertas personas con discapacidad. Tras declarar que pueden entrañar un peligro para sí mismas u otras personas o estar necesitadas de asistencia, el Estado puede recluirlas, en ocasiones durante toda su vida. Se han aprobado leyes y políticas en las que se presupone que las personas con discapacidad están mejor atendidas en instituciones. En otros casos, las personas con discapacidad son segregadas de la sociedad y recluidas en sus hogares.
La discapacidad y el género: múltiples formas de discriminación. Los hombres y las mujeres tienen experiencias diferentes en relación con la discapacidad; las mujeres con discapacidad pueden verse discriminadas por dos motivos: su sexo y su discapacidad. Por ejemplo, en las zonas rurales las mujeres y las niñas con discapacidad en ocasiones tienen un acceso muy limitado a la educación a cualquier nivel y escasas oportunidades de ganarse la vida. Las escuelas, la vía pública y los transportes son frecuentemente inaccesibles. Por eso, los padres tal vez no pueden enviar a sus hijos con discapacidad a la escuela. Además, esas barreras pueden verse exacerbadas por la discriminación por motivos de género en las comunidades en que las actitudes ya desalientan a las niñas de asistir a la escuela. El resultado puede ser una elevada tasa de analfabetismo entre las niñas con discapacidad y una infancia perdida, dado que no interactúan con otros niños en un entorno educativo.
La discriminación y el derecho a la educación. Los niños con discapacidad han sido excluidos de la educación e incluso pueden ser considerados imposibles de educar. Hay quienes afirman que las personas con ciertas discapacidades (mentales, de aprendizaje e incluso físicas) no pueden ser educadas en las escuelas generales. Frecuentemente esas decisiones se adoptan sin invertir en expertos ni maestros que puedan respaldar o garantizar el aprendizaje mutuo entre niños con y sin discapacidad. El resultado es que los niños con discapacidad son enviados a escuelas especiales, en las que el grado de expectativas respecto de la excelencia resulta insatisfactorio. Habida cuenta del prejuicio según el cual los niños con discapacidad obstaculizan al parecer la educación de los demás niños, los padres de niños con discapacidad pueden decidir enviar a sus hijos a escuelas especiales o mantenerlos en su hogar. Si la discriminación está extendida, el hecho de adoptar decisiones contrarias a la mentalidad discriminatoria general puede ser considerado un riesgo y, en definitiva, es perjudicial para los niños con discapacidad. Con todo, si se cede en esta cuestión únicamente se reforzarán los estigmas y la discriminación.
Los entornos culturales específicos y los estigmas: la discriminación y el derecho a la vida cultural. En algunos entornos culturales, la discapacidad puede ser considerada un castigo de Dios, el resultado de un embrujo o un vergonzoso fracaso por parte de la familia. Ello puede entrañar reprobación social, marginación e incluso frustración, lo que desemboca en violencia doméstica. Las personas con discapacidad, incluidos los niños, pueden decidir abandonar sus comunidades y desplazarse a las zonas urbanas para obtener cierto grado de independencia. No obstante, pueden acabar pidiendo limosna o siendo explotados de otra manera porque son analfabetos o tienen escasas oportunidades de trabajo. Los niños que no pueden desplazarse libremente pueden ser ocultados por sus familias o vivir en la comunidad en condiciones muy precarias.
En algunas poblaciones rurales de Haití, los padres que tienen un hijo con discapacidad mental o física consideran que han sido castigados por un pecado que han cometido. Las repercusiones son graves: el padre puede dejar embarazadas a otras mujeres para demostrar que no es responsable de la discapacidad. El hijo puede ser recluido en el hogar, oculto del resto de la comunidad.
En Camboya muchos niños y adultos han perdido sus extremidades a causa de explosiones de minas terrestres, principalmente en las zonas rurales. El hecho de tener una discapacidad se considera una circunstancia socialmente desafortunada que obliga frecuentemente a las personas a vivir al margen de la sociedad. Incluso en la actualidad, las personas con discapacidad pueden ser ignoradas por los vendedores de los mercados y tienen que pedir asistencia a alguien para que se las atienda.
La inaccesibilidad: la discriminación y la libertad de circulación/vida independiente. Las barreras físicas, informativas y tecnológicas impiden que las personas con discapacidad participen plenamente en la sociedad en igualdad de condiciones con las demás. La inaccesibilidad también se refiere a las actitudes negativas de la sociedad que perpetúan arquetipos de personas con discapacidad consideradas lentas, menos inteligentes o incapaces de adoptar decisiones, por ejemplo. Para garantizar la igualdad de derechos de las personas con discapacidad es fundamental mejorar la accesibilidad del entorno existente, la tecnología de la información y las comunicaciones, el transporte y otras instalaciones y los bienes y servicios abiertos al público.